Neobarrocos,
objetivistas, epifánicos y realistas:
nuevos apuntes para la historia de la nueva poesía argentina
/ Martín Prieto
Este
trabajo fue leído en el coloquio internacional "Poesía
argentina contemporánea. Tradiciones, ruptures y derivas",
organizado por las universidades de Bretagne-Sud y Paris 8, en Lorient,
Francia, en noviembre de 2006. Fue luego publicado en Delgado, S., y Premat,
J., (eds.), Movimiento y nominación. Notas sobre la poesía
argentina contemporánea, Cahiers de LI.RI.CO, nº 3, Université
de Paris 8 - Université de Bretagne-Sud, Paris, 2007, pp. 23-44
Si tuviéramos
que darle una "fecha de inicio" a la "nueva" poesía
argentina -el adjetivo, "nueva", claro está, es provisorio,
obligadamente perecedero y aun en este caso, un poco anacrónico,
toda vez que estamos hablando de algo que empezó ya hace más
de veinte años- , aun a conciencia de que esa fecha será
una línea trazada sobre la corriente de un río cuyo mismo
movimiento corregirá, y dejando de lado, por lo menos por esta
vez, los fastidiosos "antecedentes" (pero necesarios si pensamos,
como pensamos, que toda literatura nacional es un proceso y en cuyo relato
obligadamente deben ingresar asuntos en definitiva poco importantes, libros,
revistas, autores, polémicas, a los que los toca la rigurosa vara
de la historia pero no el polvo de oro de la literatura), si tuviéramos,
si pudiéramos por lo menos por esta vez, deberíamos decir
que lo que aun hoy llamamos nueva poesía argentina empieza a comienzos
de la década del 80 del siglo que pasó.
A mediados de 1983, Héctor Piccoli publica su primer libro de poemas
individual, Si no a enhestar el oro oído, acompañado
por un programático prólogo firmado por Nicolás Rosa.
Unos meses más tarde, en marzo de 1984, aparece Arturo y yo,
el cuarto libro de poemas de Arturo Carrera que significa una revolución
dentro de su propia obra con consecuencias aun vigentes en La inocencia,
su último libro publicado en enero de 2006. Y de abril de 1984
es el número 0 de la revista de (poesía), dirigida
por Juan Carlos Martini Real, y dedicado al barroco, donde se reedita
(y se le da una circulación menos restringida que en el original)
el prólogo de Rosa al libro de Piccoli, y Néstor Perlongher
publica su celebrado poema "Cadáveres", que después
formará parte de su segundo libro, Alambres, de 1987. De
modo que Martini Real edita un solo número de una revista que de
algún modo parece concentrar el futuro de la poesía argentina:
por un lado, su sumario, dedicado en exclusiva al barroco, anticipa el
inmediato florecimiento del neobarroco en la literatura rioplatense. Por
otro, el tamaño de la publicación, su diseño, el
papel en el que se imprime y su voluntad (más que su realización)
periodística, parecen un boceto, un borrador de Diario de Poesía,
cuyo primer número se publicará dos años más
tarde. Así, con un solo número publicado, la revista de
Martini Real interpela hoy, desde un lugar de privilegio, la historia
de la poesía argentina.
También de principios de 1983 (y ya circulando en la Argentina
al año siguiente, según lo comprueba mi firma acompañada
por fecha y lugar de compra, costumbre "documental" que lamentablemente
he perdido) es El texto silencioso, el libro de Tamara Kamenszain
publicado en México, en el que arma una señera tradición
de la poesía argentina que, me gustaría señalar,
todavía late, a más de 20 años de ser formulada,
en el mismo programa de la reunión que nos convoca: Oliverio Girondo,
Juan L. Ortiz, Macedonio Fernández, Francisco Madariaga, un conjunto
de nombres con "cuyas partes más vigorosas", escribió
Kamenszain tres años después, se podría armar el
"padre ficticio" que a la poesía argentina le faltaba,
huérfana, pienso ahora que pensaba entonces Kamenszain, de la figura
y de la voz de un poeta como César Vallejo, como Pablo Neruda o
Nicanor Parra, todos ellos de inmediata y comprobable influencia continental[1].
En "La nueva poesía argentina: de Lamborghini a Perlongher",
un artículo presentado en 1986 en un encuentro de literatura y
crítica realizado en Santa Fe que funciona como la continuación
del libro de 1983, Kamenszain encuentra que es en Osvaldo Lamborghini
en quien se juntan las partes de ese todo disperso: "Si antes armamos
un Golem para convertirlo en padrino literario, hoy podemos decir que
Lamborghini emerge de nuestro laboratorio como aquel tatita joven que
nos tiene dominados". Y más adelante: "Desde el hermetismo
hasta la más extrema transparencia, desde el trabajo metafórico
hasta la arbitrariedad metonímica, desde la rima hasta el hartazgo
de la cadena narrativa: cuidado con escribir después de Lamborghini;
él ya fatigó todos los conductos". De este modo, Kamenzain
suma al diagnóstico un programa y una tradición que son,
naturalmente, neobarrocos: "Sobre este terreno arduamente alisado
por el tata Lamborghini, puede ahora retozar con toda tranquilidad la
poesía joven de Néstor Perlongher". Y, también:
"Seguro, alimentado por un padre, avalado por una tradición,
Perlongher correteará saludable hasta merodear cerca de un verdadero
tabú argentino: el barroco."
La novedad neobarroca en la literatura argentina, cuya potencia es Kamenszain
la primera en entrever y la primera, también, en destacar que la
herencia de Lamborghini, que era sobre todo narrador, la habrían
de gastar los poetas, hay que buscarla en tres lados a la vez.
Por un lado, en el valor históricamente contradeterminante de su
irrupción en la escena literaria. La expectativa, condicionada
por la singular coyuntura política y cultural de finales de la
dictadura militar iniciada en 1976 y terminada con la asunción
del mando del nuevo presidente constitucional, Raúl Alfonsín,
el 10 de diciembre de 1983, parecía estar dirigida hacia la aparición
de una nueva poesía comprometida, un renovado coloquialismo realista
y militante, próximo a las enseñanzas de Juan Gelman y entroncado
con la tradición emblemáticamente representada por Raul
González Tuñón. De algún modo, los primeros
números (y sus correspondientes estudios, poemas, proclamas) de
la revista La danza del ratón, de 1981, parecían
ser la avanzada, la preparación del terreno para el retorno con
gloria del realismo, del coloquialismo, del tono bajo y de la poesía
sentimental: es decir, una retórica sesentista (en cuanto a la
prosodia y al diccionario) cuyo eje no fuera ahora la palabra-valija emblematica
de los 60-70 (revolución) sino, más modestamente y, a su
modo, más contrapoéticamente también, democracia.
Sin embargo, y contraria a esa expectativa, la novedad -que por definición
es contraria a la expectativa- proviene de un grupo de poetas cuya tradición
(señalada sincrónicamente por Kamenszain) hacía base
en algunas de las proclamas, ideas y autores favoritos del grupo Literal,
radicales impugnadores del gelmanismo y del gonzaleztuñonismo ya
desde los años 70. Ricardo Zelarayán: "No tengo nada
que ver con el populismo ni con la filosofía derrotista del tango"
(1972), Osvaldo Lamborghini: "¿Querés que te diga la
verdad? ¿Cuál es el gran enemigo? Es González Tuñón;
los albañiles que se caen de los andamios, toda esa sanata, la
cosa llorona, bolche, quejosa, de lamentarse," (1981, en un reportaje
que le hace Alfredo Rubione en la revista Lecturas críticas).
[2] Pero esto no significa que la política (aun en términos
de representación realista) estuviera ausente en la primera poesía
neobarroca, como lo marca, naturalmente, el extenso "Cadáveres",
pero también aquel poema de Piccoli de Si no enhestar el oro
oído, titulado y dedicado a "Hugo y María, desaparecidos",
que terminaba con esos versos famosos (para nosotros, entonces), que decían:
"Sabré si persistís, en esa vehemencia, que estáis
muertos".
Y no significó tampoco que la biblioteca de Literal fuera la misma
que la de los neobarrocos, siendo que esta excluyó a casi todos
los narradores de la de aquella (elocuentemente a Borges y a Arlt) y armó
una muy extravagante, compuesta a partir de la suma de una serie de elementos
erigidos originalmente como antitéticos: el Modernismo de Rubén
Darío, el vanguardismo del Oliverio Girondo de En la Masmédula,
-y a su través, los entonces devaluados poetas surrealistas Francisco
Madariaga y Enrique Molina, que son leídos por una nueva generación
de poetas después de treinta años que los vuelven a colocar
en el centro de la escena-, el simbolismo de Juan L. Ortiz y hasta la
lírica sencillista de Ricardo Molinari y aun, provocadoramente,
sobre todo en el Carrera de Arturo y yo, el sencillismo prosaico
de Baldomero Fernández Moreno (como una especie de emblema anti-borgeano)
que se integran a la poética neobarroca como una suma que debido
a su misma heterogénea (o sincrética) conformación,
no da una voz unánime en todos sus autores sino un registro abierto,
ancho, generoso que tal vez esté en la base de la productividad
de estos autores y de esta poética cuyas marcas pueden rastrearse
en la poesía argentina contemporánea.
En el segundo lado en el que hay que buscar la novedad que el neobarroco
importa en la literatura argentina tiene que ver, precisamente, con el
carácter de su biblioteca que es, como vimos, eminentemente nacional
y no mixturadamente nacional y europea o nacional y norteamericana, como
fueron históricamente las bibliotecas argentinas de vanguardia.
Pero esa biblioteca eminentemente nacional está, a su vez, abierta
al diálogo y a la conversación y a la confrontación
con una biblioteca latinoamericana, diálogo que históricamente
la literatura argentina después del Modernismo prefirió
no mantener. Hay una anécdota, que yo creo que es falsa, pero que
encierra una enorme verdad, que la cuenta Paco Urondo: Oliverio Girondo
viajaba, supongamos que a Jaimaca, como si fuese Ricardo Güiraldes,
en un barco por el Pacífico y queda en encontrarse con César
Vallejo en El Callao. Cuenta Girondo, según Urondo: "Pensaba
desembarcar en El Callao y le había avisado a Vallejo que me estaba
esperando en el muelle; pero mi barco no pudo arrimarse porque se había
desencadenado una tormenta tremenda. Vallejo, enterado de esto, se arrimó
con una lancha y yo no lo veía porque estaba muy oscuro, pero oía
que me gritaba 'Girondo, Girondo', y yo le gritaba 'Vallejo, Vallejo',
pero de ahí no pasamos."[3] Creo que esta anécdota
(falsa o no) encierra la verdad del histórico desencuentro, del
"de ahí no pasamos" de la poesía argentina con
la latinoamericana a lo largo del siglo, con la excepción de esa
casi involuntaria religación que puede verse a fines de los años
50, cuando alrededor de la palabra "antipoema", no inventada
por Nicanor Parra pero sí difundida por él con un sentido
netamente antinerudiano (y anti, entonces, todo lo que abarcaba el nombre
y la obra de Pablo Neruda, sucesivamente romántica, vanguardista
y surrealista, y a veces todo eso a la vez), se reúnen un grupo
de poetas de distintas nacionalidades: el mismo Parra, el nicaragüense
Ernesto Cardenal, el uruguayo Mario Benedetti, el cubano Roberto Fernández
Retamar, el ecuatoriano Jorge Enrique Adoum, y los argentinos Leónidas
Lamborghini y, sobre todo, César Fernandez Moreno quienes conforman
un movimiento irregular, sin manifiestos, revistas, ni estandartes, conocido
también por el nombre de "poesía conversacional"
o "comunicacional", debido a su permeabilidad al lenguaje coloquial,
y llamado, en la Argentina, por el mismo Fernández Moreno "existencial",
en razón de su aspecto "circunstancial, momentáneo,
histórico, perecedero, contemporáneo." [4] Pero como
la circunstancia y el momento histórico, en la Argentina y a mediados
de la década del 50 tienen sobre todo valor político nacional,
el de la revolución peronista, los grandes poemas argentinos del
movimiento, como "Argentino hasta la muerte", de César
Fernandez Moreno, El saboteador arrepentido, Al público y Las
patas en la fuente, de Leónidas Lamborghini, se despegan de
inmediato del movimiento continental para replegarse otra vez hacia el
interior de la literatura argentina.
Los neobarrocos, en cambio, muy rápidamente establecen vínculo
con la biblioteca latinoamericana: el chileno Enrique Lihn, en el libro
de Kamenszain de 1983, el cubano Severo Sarduy, entusiasta prologuista
de Ciudad del colibrí, una antología de Carrera publicada
en España en 1982, la uruguaya Marosa di Giorgio, el brasileño
Haroldo de Campos y, en todos, el cubano san José Lezama Lima.
Eso, hacia atrás. Y hacia los costados, los uruguayos Roberto Echevarren,
Eduardo Milan, Eduardo Espina, el brasileño Wilson Bueno, autor
de Mar paraguayo, escrito en portuñol-guaraní, el chileno
Diego Maquieira, el cubano José Kozer que es quien, por otra parte,
en un reportaje, instado por el entrevistador a dar el listado del who
is who de la poesía neobarroca, no duda en armar un combinado
latinoamericano, prescindiendo de la nacionalidad de cada uno de sus actores.[5]
La provocación neobarroca, finalmente se valida como novedosa a
partir de su carácter reactivo, de su capacidad para promover,
casi de inmediato a su irrupción, una cadena de impugnaciones.
La más famosa de todas y, a su vez, la más programática,
fue la que firmó Daniel García Helder en el número
4 de Diario de Poesía bajo el título "El neobarroco
en la Argentina". Allí Helder contrapone, a la suntuosidad
léxica de los neobarrocos, un diccionario restringido, y a la indeterminación
del sentido posmoderno -presente sobre todo en la obra de Carrera-, una
máxima de Ezra Pound: "La literatura es el lenguaje cargado
de sentido". Es decir que ese artículo, que alcanzó
el valor de un manifiesto, es simultáneamente opositivo y propositivo,
en tanto no sólo impugna total o parcialmente el movimiento neobarroco
sino que instala, simultáneamente, los principios de lo que un
tiempo después, en la misma revista, se llamó "objetivismo",
cuyas ambición, destacada por García Helder, es imaginar
una poesía sin heroísmos del lenguaje, "pero arriesgada
en su tarea de lograr algún tipo de belleza mediante la precisión,
lo breve, la fácil o difícil claridad, rasgos que de manera
implícita o explícita censura el neobarroco."[6]
Y el mismo dibujo de tres lados que pudimos trazar para valorar convenientemente
lo de nuevo que supuso el neobarroco puede servir de plano o de modelo
para trazar lo que importó el objetivismo en la poesía argentina.
[7]
En primer lugar, su carácter contradeterminante, toda vez que la
impugnación a los neobarrocos parecía que habría
de provenir de los agazapados sesenta setentistas y no de las filas de
una publicación que no iba a hacer ni del sesenta sesentismo un
valor ni de Juan Gelman uno de sus poetas emblemáticos, como lo
comprueba el hecho de que fue uno de los únicos "grandes poetas"
de la segunda mitad del siglo XX cuya obra el Diario de Poesía,
en sus años dorados, decidió programáticamente no
revisitar. Valga, tal vez, esta anécdota personal de aquellos años:
estábamos con Helder en Buenos Aires, en un bar de calle Corrientes,
y un entusiasta sesenta setentista se abalanza sobre mi compañero
con un abrazo emocionado y lo felicita por haber "desenmascarado
a esos hijos de puta reaccionarios" (se refería tan levemente
a los poetas neobarrocos) y se ponía, militantemente, a disposición
de Diario de Poesía para colaborar en la inmediata reivindicación
de Juan Gelman que, entendía el exaltado sesenta setentista, era
el segundo movimiento, el despliegue inmediato y obligado de la nota impugnadora
de Daniel. Pero, como es notorio, esa nota, ese dossier, esa reivindicación,
no formó parte de ningún sumario del Diario y la entusiasta
colaboración espontánea de nuestro amigo de la calle Corrientes,
una elegía celebratoria de los 30 o 35 años de la publicación
del primer libro de Gelman, nunca se publicó. Creo, entre paréntesis,
que vale la pena aclarar, o destacar, que en la redacción del Diario
había dos importantes seguidores y difusores de la obra de Gelman,
como Jorge Fondebrider y Daniel Freidemberg, y que la decisión
de NO publicar aquella colaboración espontánea fue el producto
de un debate interno de la revista, que refleja en definitiva una decisión
colectiva pero no opiniones individuales, carácter que, además
refuerza su valor interventivo.
Esta anécdota me parece que es importante porque destaca, en primer
lugar, la doble impugnación a la que la nueva poesía argentina
sometió a la del pasado inmediato, y esa impugnación, de
neobarrocos y objetivistas, los reúne a estos, por lo menos en
principio, en esa "falta". Los reúne lo que no hay: diminutivos
(y los que hay -en Carrera, en Perlongher o en Piccoli- están terminados
en illo y vienen de Juan L. Ortiz), compañeras y compañeros,
cigarrillos (de golpe, se deja de fumar en la poesía argentina),
cafetines, sentimentalidad tanguera, y todo el repertorio tropológico
(comparaciones, metáforas, imágenes) que vincula lo íntimo
(el amor, sobre todo) con lo social (la política, el combate, la
revolución, la guerra), traficando conceptos de uno a otro territorio,
y combinándolos poéticamente. Cito de memoria: "tu
cuerpo era la única batalla donde me derrotaban" escribía
Gelman, y Rafael Bielsa, uno de sus entusiastas seguidores de los años
70: "con estas manos de acariciar tu espalda tomaré un fusil
tal vez mañana, con esta boca de besarte gritaré Patria
"
En segundo lugar, la biblioteca de los objetivistas que incluye a Eliot
y a Pound, a Kavafis, a William Carlos Williams, a Edgar Lee Masters y
aun a Rainer Maria Rilke en su versión objetivista, también
tiende, como la de los neobarrocos, a la conformación de una nueva
lectura de la poesía argentina y a la consecuente reformulación
de una tradición nacional. Por un lado, los nuevos poetas incorporan
a la biblioteca de la poesía argentina los relatos y novelas de
Juan José Saer: El limonero real, La mayor, Nadie Nada
Nunca y Glosa, por su misma composición, tan próxima
a Juan L. Ortiz como a Borges, han sido tan influyentes en los años
80 y aun entrados los 90 entre los prosistas como entre los poetas, influencia
doble cuyo único antecedente en la literatura argentina es, como
casi siempre, el mismo Borges cuya prosa era, recordémoslo, uno
de los modelos de la poesía de Alberto Girri.
Pero seguramente la operación más valiosa de los objetivistas
fue incorporar a la tradición la obra de Joaquín Giannuzzi,
un autor hasta entonces más bien desconocido y marginal, sobre
todo entre los jóvenes que, como escribió García
Helder, le ofreció a la nueva generación de poetas "el
gusto a la frase seca y sin vueltas"[8] y convirtió en programa
la "revelación", dice Daniel Freidemberg, que les produjo
a él y a dos o tres amigos -entre los cuales no es difícil
imaginar a Jorge Aulicino-, a fines de los años 70, el descubrimiento
en librerías de viejos, de Las condiciones de la época,
un libro que señalaba que era posible "tratar los temas vulgares
y combinarlos con la reflexión intelectual desembozada, llamar
a las cosas por su nombre y ser dócil al esquema sintáctico
sujeto-verbo-predicado"[9]. El realismo especulativo y metafísico
de Giannuzzi, de gran factura técnica, sostenida retóricamente
por un sistema metafórico tan austero como imaginativo, llevado
a cabo con un repertorio léxico ceñido, próximo al
habla común, pero no mimético ni populista, fue usado por
los objetivistas como un catalizador que les permitió ensayar una
nueva poesía realista, desprovista del sentimentalismo y el regodeo
autobiográfico de la que practicaban en esos mismo años
los seguidores de Gelman y, simultáneamente, aplicar un principio
de restricción léxica al desbordado diccionario de los neobarrocos.
Sin embargo, la biblioteca argentina de los objetivistas tuvo notorios
puntos de contacto y de reunión con la de los neobarrocos: el primero
y más notorio: Juan L. Ortiz, sujeto del primer dossier de Diario
de Poesía y autor de una obra imperial cuya traza es indisimulable
tanto en la obra de Piccoli, Carrera, Perlongher como en la de D.G.Helder,
autor, además, de uno de los prólogos a la Obra completa
de Ortiz publicada en 1996. Por otra parte, muchos de los poetas argentinos
de los años 50 comienzan a ser programáticamente revalorados
por los de los 80, indistintamente de su filiación: la obra de
Léonidas Lamborghini deja marcas tanto en la de Perlongher como
en la de Samoilovich; la de Alberto Girri, tanto en la de Carrera como
en la Jorge Aulicino. Y algunos otros poetas, como Hugo Padeletti, Aldo
F.Oliva y Arnaldo Calveyra, también de los años 50 pero
casi inéditos entonces, empiezan a circular y a ser leídos
recién treinta años más tarde, debido al oficio simultáneo
de objetivistas y neobarrocos.
Como la de los neobarrocos, la biblioteca argentina de los objetivistas
también establece vínculos inmediatos con la latinoamericana,
según puede verse siguiendo, hasta distraídamente, los sumarios
de los primeros diez o quince años de Diario de Poesía.
Y ese manifiesto panamericanismo se dirige también, como el de
los neobarrocos, hacia atrás y hacia los costados. Hacia atrás,
Diario de Poesía publicó y entrevistó a algunos
de los poetas latinoamericanos más importantes y reconocidos del
último cuarto de siglo XX, como Haroldo de Campos, Antonio Cisneros,
Marosa Di Giorgio o el nicaragüense Carlos Martínez Rivas.
Pero seguramente el valor de su intervención habrá que buscarlo
en el descubrimiento, para el público y para los más jóvenes
poetas argentinos, de algunos poetas de la tradición latinoamericana
parcial o completamente desconocidos en la Argentina hasta su publicación
en el Diario, como fue el caso de los chilenos Oscar Hahn, Waldo Rojas,
José Ángel Cuevas y Gonzalo Millán, todos presentados
por Daniel Freidemberg en un anticipatorio dossier titulado "Poesia
chilena hoy", publicado en 1988, el también chileno Enrique
Lihn, de quien se publicó "El paseo Ahumada" en 1994
y una entrevista de Edgar O'Hara en 2000, del colombiano José Manuel
Arango, presentado por D.G.Helder, en 1991, del chileno Jorge Teiller,
presentado por Jorge Fondebrider en 1995, del venezolano Juan Calzadilla,
presentado por los colombianos Juan Manuel Roca y Claudia Arcila en 1994,
de la uruguaya Circe Maia, de quien se publican poemas por primera vez
en 1989 y de los colombianos Arturo Aurelio y Gomez Jattin, presentados
ambos por D.G.Helder, uno en 1992 y el otro en el 2000.
La novedad objetivista, finalmente se valida, como la de los neobarrocos,
a partir de su carácter reactivo, de su capacidad para promover,
casi de inmediato a su irrupción, una cadena de impugnaciones.
Algunas de ellas fueron publicadas en el correo de lectores del mismo
Diario de Poesía, durante sus primeros años, pero
sin dudas la más importante, programática y de extendidas
consecuencias fue la que firmó en 1991 Ricardo H. Herrera en su
libro La hora epigonal. Ensayos sobre poesía argentina contemporánea,
titulada "Del maximalismo al minimalismo".[10] Alli Herrera
organiza una vigilante selección de textos de los primeros cinco
años del Diario de Poesía (una carta de Jorge Aulicino
publicada en una columna de Daniel Freidemberg, la presentación
de Freidemberg al dossier sobre el lagrimal trifurca, el dossier
completo dedicado por el Diario a Leopoldo Lugones -"un compendio
de mala conciencia", dice Herrera y, también: "una aproximación
aleve y artera"- y la presentación que Elvio Gandolfo y Daniel
Samoilovich hacen en el Diario de una antología de Raymond Carver)
para concluir que el minimalismo objetivista del Diario es en verdad el
negativo (antiprofético, rabioso y despreciativo) del maximalismo
sesentista que sería lo que verdaderamente late en el corazón
del Diario de Poesía.
Ocho años más tarde, en 1999, Herrera convirtió esa
lectura intencionada y circunscripta de Diario de Poesia (que excluye,
por ejemplo, las señeras lecturas que el Diario hizo de las obras
de Aldo Oliva, de Hugo Padeletti, del mismo Giannuzzi) llamada Hablar
de Poesía cuyo nombre simétrico con el del Diario (la
única palabra no común entre ambos títulos tiene
sin embargo también seis letras) marca, desde la portada nomás,
la manifestación del carácter "especular", así
lo llama Ana Porrúa[11], de la publicación de Herrera en
relación con la de Samoilovich, en tanto la de aquel, sigue Porrua,
"llega al campo literario para instalar ciertos nombres desaparecidos
de la tradición (Banchs, Mastronardi, incluso Molinari), pero también
para demoler -por la amenaza que suponen- aquellas poéticas que
el Diario venía rescatando como linaje propio." Los dossiers
dedicados por el Diario a César Fernandez Moreno, Leónidas
Lamborghini y Juana Bignozzi y las reseñas que Herrera, Javier
Ardúriz y de María Julia de Rucchi Crespo firman de las
obras de esos mismos autores conforman, como señala Porrúa,
una "inversión casi perfecta" y donde el Diario ve innovación,
Hablar ve verboarragia, balubeceo, gritos.
De este modo, la intervención de Hablar de Poesía
es eminentemente impugnadora, a partir del convencimiento (que ni los
textos analizados ni la adjetivación exaltada con la que se los
califica corroboran) de que el objetivismo es la continuación,
por otros medios, del coloquilismo antipoético y sesentista; es
decir, otra vez, la idea de que el "minimalismo objetivista"
sería la versión oportunista del maximalismo sesenta setentista
que es la verdadera bestia negra que Hablar de Poesía viene
a exorcizar. En una reseña sobre Monstruos. Antología
de la joven poesía argentina, preparada por Arturo Carrera
en 2001, Herrera señala que "lo nuevo, lo renovador y lo joven
son categorías ficticias, arbitrarias y oportunistas. La aventura
del hombre es siempre la misma: error y desamparo."[12] La inexistencia
de "lo nuevo" no implica, sin embargo, como cabría suponer,
la impugnación de lo viejo también, en tanto lo que no existiría
sería "el tiempo" sino, más sencillamente, la
impugnación del presente, y a partir de esa comprobación,
Hablar de poesía instala en la poesía argentina, un paradójico
nuevo valor: el valor de lo viejo, cuyas notas (equilibrio, forma, jerarquía,
conservación, continuidad, sublimidad, interioridad y, sobre todo,
lirismo) son las mismas que levantaban los poetas del 40, autodefinidos
por Luis Soler Cañas como los "jóvenes serios"
y "graves" completaba la idea León Benarós[13]
que renacen (Fénix se llama, precisamente, una de las revistas
de la nueva-vieja tendencia) 60 años más tarde como los
jóvenes viejos.[14] Uno de ellos, Pablo Anadón, director,
precisamente, de la revista Fenix, formula, en una entrevista publicada
en Rosario, un concentrado del ideario herrerista haciendo, además,
un poco de historia literaria.[15] Para Anadón, "la gran transformación
en la poesía argentina se produjo en la década del 50, con
el advenimiento de una especie de neovanguardia, que convirtió
en norma lo que en las vanguardias históricas había sido
experimentación. A partir de los años 50 en la Argentina
el verso moderno por antonomasia fue el verso libre, prejuicio estético
que tuvo una sanción política a partir de los 60: desde
entonces, escribir en verso medido se juzgó reaccionario".
Sin embargo, ya Raúl Gustavo Aguirre y Nicolás Espiro, en
1953, en Poesía Buenos Aires apostrofaron de "reaccionara"
a la generación del 40 y directamente no la reconocieron dentro
de los dominios de la poesía por, entre otras cosas, el "uso
de formas retóricas clásicas concebidas apriorísticamente,
es decir, como ejercitacion verbal", algo que, decían Espiro
y Aguirre, suponía "una actitud superficial y un artificioso
retorno a épocas donde estas formas eran expresión natural
y legítima".[16] Por cierto, quien introduce la palabra "política"
en esta converesación es Pablo Anadón para decir, además,
que "nada tiene que ver una cosa con la otra", es decir, en
la superficie, escribir en verso medido con ser reaccionario, pero en
el fondo la cosa y la otra que, pretende Anadón, no tengan nada
que ver son la poesía y la política. "Pero -sigue Anadón-
si los poetas argentinos de las décadas del 50 y del 60 tenían
una educación auditiva formada en la lírica clásica,
los autores de los años 70 se educaron, salvo rarísimas
excepciones, en la escuela del versolibrismo y de las traducciones de
poesía. Los poetas posteriores a menudo han tenido como maestros,
asistiendo incluso a sus talleres literarios, a estos autores de oído
atrofiado. Tal fobia antimétrica, o informal, ha hecho bastante
daño, tanto a la poesía como a la crítica sobre poesía.
La tradición dominante, pues, es la de la transgresión sin
fin, como quien dice una infinita colocación de bigotes a la Gioconda,
una enésima proposición de la artisticidad del mingitorio.
Si la transgresión, por cierto, es útil y necesaria cuando
la norma se ha vuelto asfixiante, una vez que la norma hace tiempo que
no es concebida como tal, la transgresión continua se resuelve
en banalidad, en insignificancia. Creo que ha llegado la hora de olvidarnos
de ser novedosos". Por cierto: en el inconsciente auditivo de
cualquier lector de poesía argentina (menos,tal vez, en el de Anadón,
que parece no tenerlo) la frase, su frase, se inscribe sobre la proclama
lugoniana de 1924: "Ha llegado para el bien del mundo la hora de
la espada". ¿Y cuál es la cabeza que haria rodar la
espada de Anadón? La de los confluyentes neobjetivistas y neobarrocos
que, dice Anadón, "prácticamente monopolizaron el campo
poético" y cuya "confluencia" dejó "poco
resquicio para la difusión de otras poéticas" siendo
que, además, según Anadón, la tendencia dominante
neobjetivista y neobarroca dio "escasos poetas más o menos
perdurables" (los nombra: Fabián Casas, Gabriela Saccone y
Beatriz Vignoli) se produce, dice, "una confusión entre la
presencia pública y el valor real de los autores más citados
del período." Dejemos de lado el hecho de que Anadón
crea que en la Argentina hay poetas que tienen "presencia pública"
y volvamos a dejar de lado que, además, se ocupe de censar esa
presencia pública en los suplementos culturales, en las revistas,
en las antologías y, aun, en los subsidios culturales, para concluir
en que "el monopolio neobjetivista-neobarroco sigue funcionando a
las mil maravillas, también en el plano crítico, editorial
e institucional". Pero veamos que a Anadón, además,
le parece "muy clara la influencia profunda -y nefasta- de la mezcolanza
neobarroca-neobjetivista" en los nuevos poetas argentinos, nacidos
a partir de los años 70, "sólo que empleada con un
tono más liviano, sin la carga programática que tenía
en sus maestros", a quienes, dicho sea de paso, como el amor de Anadón
y de Herrera es sobre todo a lo viejo, ahora, que son viejos, se les reconoce
por lo menos una virtud: la de la carga programática. Y anotemos,
a un costado: "mescolanza: mezcla rara, o mal hecha".
Para la misma época de la entrevista, Anadón participa en
el sitio laseleccionesafectivas.blogspot.com, una encuesta, a la
manera de la "bola de nieve" de Roberto Jacoby, a la que se
le rinde tributo, cuya lógica es que un poeta elije o nombra a
otros, estos a su vez nombran o elijen a otros, que nombran o elijen a
otros y así se va armando una especie de mapa autogestionado de,
en este caso, la poesía argentina contemporána. Allí,
el joven viejo Anadón, escribe: "Dado que, a juzgar por como
viene este interesante blog hasta ahora (22-VII-06), casi nadie hoy pareciera
leer o recordar a los viejos poetas del país (aproximándonos
sospechosamente a nuestros funcionarios y al mundo de la moda y del espectáculo
de masas), querría mencionar al menos a algunos que me parecen
imprescindibles, además de a otros autores más jóvenes
que creo que aún no han sido incluidos. Es una pena, sin embargo,
que muchos de los poetas mayores que nombro carezcan de computadora, y
por lo tanto no puedan enviar sus textos (con lo cual la técnica
se vuelve, paradójicamente, un medio de exclusión), porque
el solo contacto luminoso de sus obras probablemente incineraría
virtualmente tanto borrador silvestre, tanta hojarasca prematuramente
amarilla que venimos acumulando aquí." Y luego, "por
orden cronológico de nacimiento", larga una extensa lista
de 39 poetas.
Como vemos, otra vez, el valor para Anadón es el mismo que instala
Herrera en la poesía argentina: la vejez. Pero la vejez cronológica
(y Anadón hace de la cronología una jerarquía: los
primeros de la lista son los más viejos) es a su vez una metáfora:
lo viejo -de la que los viejos reales son su símbolo- es todo aquello
que lo nuevo niega, obtura, no ve ni deja ver. De hecho, el reclamo de
Anadón al sitio de Alejandro Méndez no es por la ausencia
de poetas buenos, o de determinada corriente estética, o de los
que conforman, fuera este cual fuera, su "gusto" como lector,
sino que es su mera ausencia la que los califica: son los que no se pueden
ver, los que no están. Y en una sociedad "juvenilista",
emperentando, Anadón, juvenilismo con sesenta setentismo (suponemos
que cuando habla de "funcionarios" se refiere al kirchrenirsmo,
siguiendo la línea editorial de, por ejemplo, el diario La Nación,
antikirchenrista, antijuvenilista, anti sesenta setentista), lo ausente
es sobre todo lo viejo y lo viejo es sobre todo lo ausente, lo que la
"hegemonía" (otra vez, una palabra de La Nación
para referirse al kirchnerismo) no deja ver.
Y el valor de los viejos, y lo que los convierte en símbolo, es
su durabilidad, en tanto esta se constituye como la base del ideario de
Herrera y de Anadón, en contra de lo que perece, lo que no dura:
"tanta hojarasca prematuramente amarilla", dice Anadón
de la obra de los jóvenes que sería fulminada por la luminosidad
de la obra de los viejos, si es que estos tuvieran computadora para mandar
sus trabajos a laseleccionesafectivas y no fuera entonces, como
sostiene Anadón, que la tecnología se ha vuelto, en vez
de un medio de inclusión (social, política, de participación
ciudadana, como parece) uno de exclusión
Sin embargo, no
es la de todos los jóvenes la obra candidata a ser fulminada por
el rayo de la de las viejos. Porque en la lista de 39 de Anadón
y entre los colaboradores regulares de la revista de Herrera los hay que,
contrariamente a la hegemonía, o a lo que ellos suponen que ésta
viene a representar, sostienen, en sus obras, valores diferentes, que
Anadón reduce a dos: "lirismo crítico" y "una
atención inusual al ritmo del verso". Dejemos de lado el segundo,
porque basta leer el promedio de los poetas incluidos en la antología
preparada por Anadón en 2004 para comprobar que se trata sólo
de una voluntad del antólogo que los textos, otra vez, no corroboran.
En cuanto al lirismo crítico, Anadón lo explica a traves
de la reunión de dos conceptos en tensión: "Lo crítico
sería la conciencia de que la época, por múltiples
razones, ha puesto en entredicho toda sublimidad", y lo lírico
contemporáneo sería según palabras del italiano Sergio
Solmi retomadas por Anadón, "una suprema ilusión de
canto que milagrosamente se sostiene después de la destrucción
de todas las ilusiones". Se trata, otra vez, de la impugnación
del presente, en tanto pone en entredicho toda sublimidad y es destructor
de todas las ilusiones. Y el lirismo ahora adjetivado como "crítico"
es, entonces la figura, la fuerza, utilizada por el herreranadonismo para
impugnar el presente y entonces al género que lo interpela y que
lo abarca más cabalmente: el realismo.
En la última novela de Carlos Martín Eguía, La
plancha de altibajos, hay un personaje, un escritor, que dice que
querría ser poeta pero que solo puede escribir en prosa: "en
prosa realista". Realista, dice, "porque las acciones ocurren
en un escenario y un tiempo que cualquier contemporáneo conoce".[17]
Es decir, hay un realismo (pensemos en Flaubert o en Horacio Quiroga,
en Dostoievsky o en Roberto Arlt) que trasciende las coyunturas de tiempo,
de nación y de lengua y deviene clásico (y aun esa misma
condición está pautada por el tiempo, el cambio de público,
de los criterios de la crítica y de los de legitimación:
pensemos en el olvidado y ahora recordado Elías Castelnuovo, o
en el en su momento central y ahora olvidado Manuel Gálvez). Pero
no hay ningún realismo que pueda prescindir de la época
en la que se lo formula, en tanto el realismo es, sobre todo, su época.
Y el horror del herreranadonismo es concentrado y doble: al presente y,
entonces al realismo. Y su antídoto es simple: la lírica,
la sublimidad. Herrera, sobre Edgardo Dobry: "cabría señalar
que la propuesta de Dobry logra conseguirle un salvoconducto a la palabra
sublime en un medio y un momento cultural que le es poco propicia
"
[18] Osvaldo Bossi, en diálogo con Alicia Genovese: "¿Cómo
ves la lírica en estos momentos, y si es posible dar un sentido
renovador a la misma, cuando tantas poéticas y estéticas
actuales la dieron por terminada?"[19] Emiliano Bustos, en una reseña
a El fin del verano de Carlos Battilana: "Battilana es decididamente
lírico en una plaza gobernada por la antilírica"[20].
Anadón, en el prólogo de Señales de la nueva poesía
argentina, publicada en 2004: "Mientras los objetivistas extraen
de la existencia de la TV por cable y la FM una excelente razón
para la extinción de la lírica, sus contemporáneos
líricos ven en ello una buen motivo para hacer de la poesía
una experiencia menos ficticia, más honda y firme que la que transmiten
los medios masivos de comunicaciòn."[21] Y Rodrigo Galarza,
en el prólogo a Los poetas interiores (una muestra de la
nueva poesía argentina), publicada en 2005: "Hemos seleccionado
autores que tienen cierta tendencia a lo lírico, de cuyos verbos
se desprende la expresión de los pasajes internos en relación
con lo externo, son poetas que no pretenden hacer una descripciòn
objetivante de la realidad (
) poetas a los que llamamos epifánicos
(
) en contraposición a la tendencia objetivista que, en las
últimas décadas, al menos en los principales medios de difusión
de literatura, ha predominado en la Argentina."[22] Exiliados del
presente (los asuntos de los líricos o epifánicos son trascendentes,
universales, atemporales: el amor y la infancia perdida, la muerte, la
lluvia y la noche como metáforas y no como representación),
lo están también de la lengua (el castellano de uso también
es atemporal, universal, culto, a veces insertan alguna palabrota (¿las
definirán así?) pero apenas como un exaltación y
el tuteo, como en los 40, le dobla el brazo al voseo, pero no es un tuteo
dialógico (no podría serlo, prácticamente no hay
gente en los poemas epifánicos) sino autorreferencial: el poeta
habla de él, consigo mismo, y se trata de tú. Y ambos exilios,
simbólicamente, se manifiestan en los pies de imprenta de las dos
grandes antologias de la coalición: Gijón, la de Anadón.
Madrid, la de Galarza.
Mientras tanto, en la antología de Carrera, publicada en Buenos
Aires en 2001, Alejandro Rubio, en su ars poética, escribió:
"La lírica está muerta. ¿Quién tiene
tiempo, habiendo televisión por cable y FM, de escuchar el laud
de un joven herido de amor?"[23] En verdad, lo que hace Rubio es
darle a la lírica carácter histórico (la lírica
no fue un espíritu, dice, sino una manifestación social)
e incorporarla a la tradición. El cadáver de la lírica,
dice, puede abonar una tierra baldía. Y dice también que
el poeta contemporáneo debe hacer una utilización de recursos,
temas y métricas. Es decir, de la tradición entera, que
naturalmente no exluye a la lírica, pero teniendo en cuenta el
carácter histórico de esa apropiación: "poner
en relieve el presente contra el fondo del pasado." El objetivismo,
finalmente, para Rubio, no es la ausencia de la subjetividad, como lo
leyeron machaconamente los ideólogos del lirismo y de la epifanía,
sino "una actitud donde la subjetividad esté presente por
ausencia, yacente para ser leída en las entrelíneas del
texto". Un año antes, en 2000, Martín Gambarotta había
publicado Seudo, un libro que venía con la poderosa carga
extratextual de ser el libro posterior a Punctum, su primer libro,
con el que habia obtenido el primer premio en el primer concurso del Diario
de Poesía y que se había convertido en una suerte de
emblema del valor de lo nuevo -de eso que aun no se sabe bien cómo
debe leerse, como señalaba Samoilovich en su su reseña del
libro ("bello en un género de belleza desconocido"[24])-
que era el que el Diario, como conjunto, venía a promover y a instalar,
en la tradición de las vanguardias. Y es en Seudo donde
Gambarotta escribe una estrofa que tiene el valor de un arte poética
retroactiva, que sirve tanto para leer Seudo como para leer Punctum
y, sobre todo, para despejar malos entendidos en cuanto a una posible
adscripción de su obra a un realismo político o a un objetivismo
elementales, puramente referenciales: "No es lo que quiero/ decir
es casi lo que/ quiero decir es/ lo que está al costado/ de lo
que quiero decir". Sí, por supuesto: Mallarmé. Si,
por supuesto, una traducción del ideario simbolista, antiparnasiano
y antiobjetivista de Mallarmé de 1891: "Nombrar un objeto
es suprimir las tres cuartas partes del disfrute del poema que uno tiene
al adivinar poco a poco: sugerirlo, tal es el sueño."[25]
El realismo terrenal desestabilizado por el simbolismo volado. O el simbolismo
volado enraizado en el realismo terrenal, como esos cardos aéreos,
rusos les decían en la Patagonia, que chupan de la tierra y se
van. Ese es el régimen impuro -el objetivismo, sí, pero
como una subjetividad yacente entre líneas, la lírica sí,
pero histórica, como manifestación social, el realismo,
sí, pero por contigüidad, como lo que está al lado
de la representacion- que promovió la reacción, en teoría
y en acto, de la avanzada epifánica que formula un afirmativo aparato
teórico y publicitario (revistas, reseñas, prólogos,
antologías, reportajes) construido, sin embargo, con un tono plañidero,
sobre el que se monta, además, un sistema de selección áulico
que sólo incluye o acepta a los resistentes, a esos ángeles
puros de presente, de política y de referencialidad
en los que vive aun la Poesía, inmaculada de todo.
Naturalmente, obligadamente, en la literatura argentina, en la poesía
argentina, el antirrealismo, por tradición es, también,
un antivanguardismo. De hecho, la extensa polémica, europea sobre
todo, entre realismo y vanguardias, reseñada minuciosamente por
Maria Teresa Gramuglio en su ensayo "El realismo y sus destiempos",
que ocupó a críticos y teóricos de la literatura
tan inconciliables como Georg Lukács y Roland Barthes, no tuvo
lugar en la literatura argentina, salvo en ciertas crepitaciones de los
ensayos de Héctor P. Agosti y de Juan Carlos Portantiero que, por
otra parte, prácticamente no involucran a la poesía.[26]
Esto no sucedió sólo porque en todas las polémicas
sobre el realismo va de suyo que la novela es el género literario
por excelencia, ni porque el de la poesía sea, en principio, el
menos referencial de los lenguajes literarios, ni tampoco porque en los
destiempos característicos de nuestra historia literaria sean medianamente
sincrónicas la aparición de las vanguardias y del realismo.
Creo que el verdadero asunto por el cual no hay polémicas potentes
entre vanguardia y realismo en la poesía argentina es porque uno
de los componentes esenciales de la vanguardia poética argentina
es, precisamente, su emergencia realista. Lo percibió Octavio Paz
en uno de los antecedentes importantes de las vanguardias, como es el
Leopoldo Lugones del Lunario Sentimental, de 1909, al señalar
su notable "reacción coloquialista, crítica e irónica,
contra el cosmpolitismo antirrealista de Rubén Darío".
Dice Paz: "Cuando Lugones habla del peluquero de la esquina, ese
peluquero no es un símbolo, sino un ser maravilloso a fuerza de
ser el peluquero de la esquina".[27] Y lo dijo también Borges,
reconociendo los méritos de otro de las antecedentes notorios de
las vanguardias antimodernistas, Baldomero Fernández Moreno: "Fue
el primero en mirar alrededor". Fervor de Buenos Aires o 20
poemas para ser leídos en el tranvía, para citar sólo
dos ejemplos emblemáticos de la poesía argentina de vanguardia,
los mismos manifiestos ultraístas firmados por Borges y hasta la
elección, como elemento retórico primordial, de la metáfora
racional ("en un quinto piso alguien se crucifica al abrir de par
en par una ventana", escribe Girondo) cuya eficacia está basada
en sus posibilidades de reconstrucción semántica, en lugar
de la imagen, son algunos de los elementos que confirman esta hipótesis.
Bajo esas coordenadas -"vanguardia y realismo" y no "vanguardia
versus realismo", como se leyó muchas veces este episodio
de la historia de la poesía argentina, seguramente bajo el influjo
del poderoso componente antirrealista del Borges narrador de ficciones
(que hizo metástasis en todo el sistema borgeano y llevó,
entonces, a una lectura errónea, antirrealista, del ultraísmo
y del martinfierrismo)-, es posible establecer una lectura de la poesía
argentina a partir de lo que podríamos llamar la "emergencia
del realismo".
Parafraseando a Lukacs, que hablaba de ficción y no de poesía,
podemos preguntarnos (y estas preguntas y la conformación de un
mapa en donde fuera posible desarrollar algunas respuestas las realizamos
con Nora Avaro y Analía Capdevila mientras armábamos el
programa del 2006 de Literatura Argentina II de la Universidad de Rosario):
"¿Qué es la realidad? ¿Es posible dar cuenta
de ella a través de la poesia? ¿A partir de qué recursos?
¿Es posible producir desde la poesía efectos de verdad acerca
de la realidad?" Esas preguntas, referidas a la ficción, que
conforman para Georg Lukács la ética del gran realista ("sed
de verdad, fanatismo de realidad") atraviesan la historia de la poesía
argentina desde sus primeras manifestaciones originales - los poetas gauchescos
Bartolomé Hidalgo e Hilario Ascasubi y, con matices, el Esteban
Echeverría de La Cautiva- hasta los dos máximos proyectos
realistas del presente: Tomas para un documental, de Daniel Garcia
Helder y Poesía Civil, de Sergio Raimondi.
De este modo el realismo, más como lo veía Erich Auerbach,
esto es, como una variable que recorre toda la literatura occidental,
que como un paradigma confinado a la segunda mitad del siglo XIX, traza
una línea que permite realizar una lectura productiva de la poesía
argentina del siglo XX, desde el tímido realismo descriptivista
de los postmodernistas (esas apocadas plazas de provincia de Baldomero
Fernandez Moreno, esos dientes amarillos del amante de Alfonsina Storni)
hasta la elección de los martinfierristas de la ciudad de Buenos
Aires como escenario privilegiado (y reconocible) de su obra -en tanto
poseer, simbólicamente, la ciudad era poseer la nación y,
simultáneamente, poseer la lengua: y esto, naturalmente, en franca
disputa con los boedistas, quienes adjetivan, por primera vez en la Argentina,
a su realismo como de izquierda o, aun, de extrema izquierda o, aun, "revolucionario".
Estos dos modelos, el del postmodernismo y el de las vanguardias, establecen
tempranamente los dos extremos del realismo, mientras queda pendiente,
en suspenso, una definición abarcadora y acaso imposible: por un
lado, el realismo como representación y, sobre todo, como anti-simbolismo
y, en el otro extremo del arco, el realismo sólo entendido como
realismo político o como "instrumento" para comprender
-en lo más bajo- o directamente, en lo más alto de la expectativa,
para cambiar la realidad, en general nacional. En el medio, la elegía
combatiente de Juan L. Ortiz, el realismo romántico de González
Tuñón, toda la poesía peronista. Y cuando hablamos
de poesía peronista, no hablamos de la poesía partidaria
de Perón -que casi no es literatura, según puede verse leyendo
la Antología poética de la Revolución Justicialista
(1954) preparada por Antonio Monti y, cuando lo es, es elegíaca,
lírica, epifánica siendo su sujeto, sin embargo, Eva Perón,
el caballo del general o, aun, el aguinaldo- sino esa poesía que,
más allá de su inscripción ideológica de base
da cuenta de la conmoción que el peronismo importa en el mismo
cuerpo de la literatura argentina, más allá de las valoraciones
y aun más alla de los "posicionamientos" de los escritores
en el campo intelectual en su relación con la política.
Y en ese orden son tan peronistas el gorila Argentino hasta la muerte,
de César Fernandez Moreno ("no crean en lo general, en el
general", "eviten a evita", etc) como el peronista Las
patas en la fuente, de Leónidas Lamborghini). También,
en el medio, todo lo que hay de todo eso (de Ortiz, de Fernández
Moreno, de Lamborghini) en la obra concentrada, sincrética, de
Paco Urondo, y aun las esquirlas de realidad, de exteriorismo, que se
cuelen en la poesía egocéntrica del sesenta que vuelve a
darle estatuto al "yo lírico" cuarentista, despreciado
por los invencionistas y por Poesía Buenos Aires, ahora,
es verdad, un poco manchado de tabaco, de café, y de smog.
Sobre esa tradición, convertida en pasado o, como señala
Rubio, en caja de herramientas, se construyen los dos grandes poemas del
menemismo de la poesía argentina contemporánea: Tomas
para un documental y Poesía civil. Otra vez, como en
el peronismo, no se trata de adjetivar "menemista" para implicar
una adscripción o un rechazo a una política, sino de percibir
cómo esas obras fueron, más que ninguna otra, sensibles
a la contrarrevolución (o revolución liberal, como se prefiera)
que importó el menemismo en la sociedad y en la política
argentina. Ese será el motivo de otra exposición.
[1] Kamenszain, Tamara,
"La nueva poesía argentina: de Lamborghini a Perlongher",
en AAVV, Literatura y crítica. Primer encuentro UNL, Santa
Fe, Cuadernos de Extensión Universitaria, 1987. Ver también,
Kamenszain, Tamara, El texto silencioso. Traición y vanguardia
en la poesía sudamericana, México D.F. Universidad Autónoma
de México, 1983
[2] El escritor Ricardo Strafacce, el máximo especialista en la
obra de Osvaldo Lamborghini, cuando le escribo para preguntarle sobre
los versos de Tuñón en los que estaría pensando Lamborghini
en el reportaje de Rubione, me contesta: "La alusión al albañil
y los andamios no parece provenir de Tuñón sino de Vallejo:
'Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza / ¿Innovar,
luego, el tropo, la metáfora?' Strafacce me recuerda, además,
que Daniel Freidemberg, en su blog, anotó que el verso atribuido
por OL a Tuñón sería en realidad de Juan Gelman,
del poema "Pedro el albañil", de Gotán,
cuyo motivo es, en efecto, un albañil que cae del andamio. Para
D.G.Helder, en cambio, OL estaría haciendo referencia a un poema
de Tuñón, "Epitafio para la tumba de un obrero",
publicado en Todos bailan, donde habla de un obrero de la construcción
y escribe "Pero estuve pensando en el obrero caído y mi corazón
está hecho pedazos."
[3] Urondo, Francisco, "En la masvida", publicado originalmente
en La Opinión, Buenos Aires, 15 de agosto de 1971 y reproducido
en Girondo, Oliverio, Obra completa, Madrid, Archivos, 1999
[4] Fernández Moreno, César, La realidad y los papeles.
Panorama y muestra de la poesía argentina contemporánea,
Madrid, Aguilar, 1967
[5] "Sobre el neobarroco. Fragmento de una entrevista de Josely Vianna
Baptista a José Kozer", en http://tijuana-artes.blogspot.com/2005/03/neobarroco.html.
En 1991, además, en México se publica Trasplatinos (México
DF, El tucán de Virginia, 1991), prologada por Roberto Echavarren,
que es la primera antología continental del neobarroco.
[6] García Helder, Daniel, "El neobarroco en la Argentina",
en Diario de Poesía número 4, Buenos Aires, Rosario,
Montevideo, otoño de 1987
[7] Es verdad, que hoy tal vez no se vean tan tajantes las diferencias
entre unos y otros, pero eso se debe menos a la inexistencia de diferencias
conceptuales evidentes que al hecho de que los poetas que empiezan a publicar
en los años 90, lectores simultáneos y desprejuiciados de
Diario de Poesía y de los neobarrocos, construyen una obra
tan tributaria de unos como de otros, con lo que es la herencia la que
anula, o apacigua, las evidentes diferencias de la tradición.
[8] García Helder, Daniel, "Giannuzzi", en Diario
de Poesía número 30, Buenos Aires-Rosario, 1994
[9] Freidemberg, Daniel, "Terca persistencia de la especie",
en Diario de Poesía número 23, Buenos Aires- Rosario,
1992
[10] Herrera, Ricardo, La hora epigonal. Ensayos sobre poesía
argentina contemporánea, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano,
1991
[11] Porrúa, Ana, "La novedad en las revistas de poesía:
relatos de una tension especular", en Orbits Tertius número
11, La Plata, 2005
[12] Herrera, Ricardo H. "Los vencidos", en Hablar de Poesía
número 4, Buenos Aires, 2002
[13] Soler Cañas, Luis, La generación poética
del 40, Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1981
[14] Véase, porque puede resular ilustrativa, esta ficha de lectura
del número 2 de Hablar de Poesía, noviembre de 1999:
"Luis. O. Tedesco, codirector, firma 'La inactualidad de Carlos Mastronardi',
p. 21-33 -ya ahí nomás, inactualidad como valor- donde dice:
'En aquellos tiempos de nuestra juventud -lo mismo les ocurre a los jóvenes
de hoy- buscábamos adaptarnos al discurso del mundo avanzado.
Nadie más lejos que Mastronardi del mundo avanzado. Sin
embargo, su luz de provincia sigue ahí... De esa desesperada felicidad
Mastronardi es hoy, a veinticuatro años de su muerte, la vanguardia,
la vanguardia, al menos, de algunos de nosotros'. Esto conecta con la
editorial del mismo número: 'Rodeada de indiferencia o un vago
prestigio necrosado -y de una crítica amiguista, arbitrariamente
ofensiva cuando el texto escapa a los moldes oficiales, o frívolamente
despectiva frente a la inactualidad de ciertas propuestas-, la
escritura poética ha quedado a merced de convenciones fugaces que
le ofrecen su apoyo momentáneo y luego la abandonan a su inexistencia,
ya que las modas no poseen memoria y quien adhiere a ellas carece de pasado.
Cada vez más vacilante desde que comenzó a desconfiar del
lenguaje, la escritura poética convierte en propios los prejucios
de una actualidad que en realidad la ignora...'(p. 7). El artículo
siguiente al de Tedesco es un manifiesto de poesía órfica
bajo el título 'Arturo Marasso y la santidad de la sonrisa', firmado
por José Isaacson. Allí se lee, por ejemplo: 'En el pensamiento
y en la obra de Marasso, religiosidad es vocablo equivalente a religamiento.
Se trata del religamiento del poeta con el cosmos' (p. 36). En el mismo
número, un artículo de Luis Gusmán dedicado a Edgar
Lee Masters que lleva el significativo título 'Lo indecible: el
habla de los muertos', termina así: 'Como si la vida tuviera un
último acabado verbal, suspiros, lamentos y murmullos son fórmulas
para modular los vestigios finales de lo indecible. Ya no Spoon River,
sino la tradición entera (y el presente EN ella) como un gran cementerio.
De allí al estratégico ensayo traducido por María
Julia de Ruschi Crespo, de la poeta italiana Cristina Campo, llamado 'Hablemos
de la perfección', que mima sin duda el nombre de la revista, hablar
de poesía es hablar de la perfección, ¿no? y que
inicia sentencioso, como, precisamente, un epitafio: 'La pasión
por la perfección llega tarde', para retomar más adelante:
'Feliz espectáculo el poeta ya viejo que, habiendo recorrido todos
los mares, habiéndose topado con todos los atolones, se cierra
cada vez más, con el andar de los días, en formas inaccesibles
y puras. Así Boris Pasternak; así William Carlos Williams,
que concluye una vida de pionero literario escribiendo en tercetos.' ¡Qué
cita, eh! En la sección reseñas, una de la Obra poética
de César Fernández Moreno (buena elección), a cargo
de Ricardo Herrera: 'Siempre joven, siempre desprolijo, dio así
origen a una expresión verborrágica, coloquialista, fácil,
que en cierta forma se puede decir que liquidó la poesía
entendida como arte de la palabra' (p. 199). En la misma página,
el argumento: 'A mi juicio, sin embargo, la comprobable evidencia de que
en poesía se pueden decir cada vez menos cosas no obedece al hecho
de que desde Petrarca hasta Mallarmé los poetas se hayan empeñado
durante quinientos años en considerar a las palabras como diamantes,
sino en el formidable desarrollo que la prosa tuvo a partir del Renacimiento,
desarrollo que corre parejo a la retracción del verso a la prosa'.
Finalmente: 'Cuando la identidad de la lírica se ha vuelto indiscernible,
poco le cuesta al lector aceptar como poesía cualquier producto
que se le presenta etiquetado como tal, de modo que (estoicamente) sigue
adelante'. (p. 201).
[15] O.A. "Crítica de la razón poética".
Entrevista a Pablo Anadón, en www.lacapital.com.ar/2006/04/16/seniales/noticia_285137.shtml
[16] Aguirre, Raul Gustavo y Espiro, Nicolás, "Poetas de hoy:
Buenos Aires, 1953", en Poesía Buenos Aires número
13 y 14, Buenos Aires, 1953
[17] Eguía, Carlos Martín, La plancha de altibajos,
Buenos Aires, Paradiso, 2006
[18] Herrera, Ricardo, "Del movimiento a la inmovilidad", en
Hablar de Poesía número 2, Buenos Aires, 2000
[19] Bossi, Osvaldo, "Diálogo con Alicia Genovese", en
Hablar de poesía número 11, Buenos Aires, 2004
[20] Bustos, Emiliano, "Lírica y mesura", en Hablar
de poesía número 2, Buenos Aires, 2000
[21] Anadón, Pablo, "Prólogo", en Señales
de la nueva poesía argentina, Gijón, Llibros del Pexe,
2004
[22] Galarza, Rodrigo, "Prólogo", en Los poetas interiores
(una muestra de la nueva poesía argentina), Madrid, Amargord,
2005
[23] Rubio, Alejandro, "Ars poetica", en Monstruos. Antología
de la joven poesía argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica, 2004
[24] Samoilovich, Daniel, "Un suspiro entre dos clichés",
en Diario de Poesía número 42, Buenos Aires-Rosario,
1997
[25] Mallarmé, Stéphane, "Sobre la evolución
literaria", en Freidemberg, Daniel y Russo, Edgardo (eds.), Cómo
se escrtibe un poema, Buenos Aires, El Ateneo, 1994
[26] Gramuglio, María Teresa, "El realismo y sus destiempos
en la literatura argentina", en Jitrik, Noé (director), Historia
crítica de la literatura argentina, tomo 6, Buenos Aires, Emece,
2002; Agosti, Héctor P., Defensa del realismo, Buenos Aires, Lautaro,
1963; Portantiero, Juan Carlos, Realismo y realidad en la narrativa argentina,
Buenos Aires, Procyón, 1961.
[27] Paz, Octavio, Los hijos del limo, Buenos Aires, Seix Barral,
1987
Fuego
Cruzado
Panorama
de la poesía chilena contemporánea
Como parte de un
programa de colaboración, intercambio y coproducción entre
la revista y editorial Lanzallamas de chile y Vox de Argentina se publican
dos antologías de la nueva poesía de cada país. La
selección de poetas argentinos esta integrada por: Lucía
Bianco, Mariano Blatt, Diego Carballar, Vanina Colagiovanni, Laura Crespi,
Carlos Godoy, Laura Lobov, Violeta Kesselman, María Paz Levinson,
Aldo Montecinos, Matías Moscardi, Guadalupe Muro, Fernanda Nicolini,
Verónica Pérez Arango, María Julieta Sánchez
y Leandro Selén, podrá ser leída en http://www.lanzallamas.org/blog/
CRISTIÁN
GÓMEZ (Santiago, 1971)
Poeta y crítico santiaguino, radicado en EE.UU.
Estudios incompletos de Literatura. Premios a su haber: el Sor Juana,
el de San Felipe. Fue miembro del taller de poesía de la Fundación
Pablo Neruda; también, escritor en residencia en el IWP (International
Writing Program, at The University of Iowa). Ha publicado, entre otros
libros: Ex, Inessa Armand, Pie quebrado, Como un ciego en una habitación
a oscuras y Alfabeto para nadie.
NO SE EQUIVOCABAN
LOS MAESTROS
(museo de bellas artes, versión libre)
Alguien cree estar
escribiendo en el fin del mundo,
pero no puede negar que el camión de los helados
está pasando nuevamente por el parque donde
los niños se arremolinan a su alrededor y la
descripción
del paisaje no ha cambiado
porque el ojo del que mira no ha cambiado:
confía impertérrito en que el mundo es una
catástrofe tranquila, una reunión de nubes
diríase que
de paso por el cielo
sería el único argumento convincente
para encerrarnos a conversar en un café
:de cualquier cosa, menos de las nubes.
Nadie tiene ganas
de salvarse de nada
pero sí de tomarse un par de chelas, de
las últimas profecías sobre algún remoto
apocalipsis las palabras tienen poco que
decir: las danzas
de la muerte, un anillo
en el dedo de los que no alcanzan a apretarse
el cinturón, aunque nada tengo en ello que
ver la improbable falta de presupuesto:
y es cierto que no
sabemos distinguir
como le gusta enrostrarnos a los catedráticos
de las plazas más preciadas entre el cierzo
y el mistral, ok: touché. Así decía mi hermano
cuando hacíamos
esgrima con palos de escoba
y terminaba sacándome cresta y media cuando
a los dos se nos pasaba la mano con el ardor de
los guerreros: él moriría poco después, tendido
en una cancha de fútbol,
mordiendo no sé
si con desesperación el pasto, de seguro
ya inconsciente, producto de una falla en
el ventrículo derecho del conjunto arterial.
El camión de
los helados pasa haciendo sonar
la sirena, los niños están a punto de alcanzarlo y
el conductor sólo piensa en lo fácil que será entregarle
las planillas al supervisor del turno de las mañanas.
MUSÉE DES
BEAUX ARTS
(otra versión libre)
Por qué no
se le puede dedicar un poema al cansancio.
Cuando alguien se muere siempre es el hijo de alguien.
Todo lo que no sea autobiografía es plagio. Y aunque no
hemos asesinado a nadie en la iglesia, aun así se nos acusa
de ampararnos en la
belleza del verano para recorrer con
desvergüenza el litoral central, confundiéndolo con las
playas de una normandía que hasta entonces sólo
nos sonaba como un
desembarco. Así y todo,
los concesionarios abren desde mediados de
diciembre hasta que el sol nos acompañe:
las bondades del modelo
han pasado desapercibidas
para los que insisten en encontrar el santo grial
ya sea en los restaurantes de cartagena, ya
sea entre los que
hablan un francés con el
acento indescriptible de la Alianza: el exilio,
a fin de cuentas, era este cansancio después
de sacar la nieve
de la puerta de tu casa,
los ojos irritados por leer los diarios en la
gastada pantalla de tu computador, donde
se comenta la muerte
de un niño que siempre
fue el hijo de alguien, las alas quemadas por
haber volado tan alto son la copia que
ennoblece el original: la piel de esos bañistas
que tirados encima de la arena y de la playa
atestiguan con desdén al sol y su autoría.
GOLPE DE ESTADO, PRONUNCIAMIENTO MILITAR, VERSIÓN LIBRE
(quidquid latine dictum sit altum viditur)
La cosecha de los
granjeros murió debajo del agua.
Ha llovido como en un diluvio. Con la venta de la producción de
este año, algunos de ellos pensaban pagar el crédito renegociado
durante la última baja de intereses decretada por la reserva
federal. Pero ha llovido como en un diluvio. Otros tenían pensado
invertir en la compra de ciertos equipos para sacarle mayor
provecho a las semillas artificiales que hoy en día están
disponibles
para algunas de las frutas de la estación. Las pérdidas
se calculan en varios
cientos de millones de dólares, pero soy
incapaz de traducir esas cifras en un número que pueda calibrar.
Con varios cientos de millones de dólares se solucionaría
el
problema habitacional de casi toda la ciudad de santiago.
Los canales de regadío podrían reconstruirse. Los profesores
obtendrían una remuneración acorde con todos los cursos
de perfeccionamiento en que se han inscrito para nada. Los
hospitales públicos, si tuvieran en sus manos esos varios
cientos de millones podrían mejorar la oferta de camas
durante los períodos más crudos de alerta ambiental
cuando muchos niños de escasos recursos son devueltos
a sus casas con una aspirina en la mano para enfrentar el virus sincicial.
Sin embargo la cosecha completa de los granjeros yace ahora
bajo el agua. En algún lugar, bajo toneladas de escombros y
desperdicios repartidos en kilómetros a la redonda producto del
último tornado. Dicen que tomará años volver a la
normalidad.
Los equipos de rescate no tardaron tanto en llegar como en
creer lo que estaban viendo: no saldrían de su sorpresa
sino hasta después
de que se convirtiera en comentario antiguo
el recuerdo de ese año fatídico de las inundaciones, cuando
todos
tuvieron algo que perder y podían haber nombrado algo que no
volvió cuando años después volvió esa normalidad
que desde
un principio nos advirtieron que llevaría años recuperarla
por completo. En los
relatos bíblicos, una paloma fue la que
les permitió avizorar la costa, no una gaviota. Aquí, sin
embargo,
no hay costas. Aquí sin embargo los cuervos son negros
y un halcón
flamea en la bandera, los espantapájaros
continúan impertérritos su labor de vigilancia
no importa que hoy en día ya no exista el enemigo
y el maíz no sea un alimento, los guardianes del
mito son incapaces
de ejercer otro oficio
que no haya sido debidamente estipulado
en los antiguos manuales de la retórica:
cualquier cosa en
latín parecería
profunda y verdadera.
LA CASA DE TROTSKY, ONCE DE SEPTIEMBRE
(ahora menos que nunca le hacen falta los espejos)
Desde la ventana de
un hotel comparable a mi destino
veo pasar corriendo, por la orilla del Iowa River,
a dos estudiantes que no serán la madre de mis hijas.
Inmunes a cualquiera de mis promesas, van cruzando
el puente que une
el norte de la ciudad con algunos de los
territorios invadidos. Desde allí se ve a los contratistas
afanados en terminar con prontitud las obras, los desvíos
de tránsito, las mezcladoras de cemento que
terminamos aprendiendo a querer.
Como por obligación
los autos pasan.
La cantidad de cementerios no guarda ninguna
relación con el número de neumáticos quemados
que han quedado desparramados después del once.
Aquí y allá la culpa fue de los aviones.
A veces se apodera
de la ciudad
un olor que se parece al excremento de los cerdos
y efectivamente se trata del excremento de los cerdos
proveniente de las granjas que rodean la ciudad
como una advertencia para el viajero: las dos
minas siguen corriendo
como si estuvieran
compitiendo con el río, como si tuvieran
que demostrarle al agua que una vez llegado
al mar puede que el río no siga siendo el río.
Pero el agua volverá a llamarse el agua.
Ahora menos que nunca
le hacen falta los espejos.
ANDRÉS
ANWANDTER
(Valdivia, 1974)
Ha publicado El árbol del lenguaje en otoño
(Daex, 1996), Especies intencionales (Quid, ediciones, 2001), Square Poems
(Writers Forum Press, Londres, 2002), Banda Sonora (La calabaza del Diablo,
2006). Chaquetas Amarillas (Lanzallamas edición fanzine, 2009).
Junto a Martín Bakero compuso el disco de poesía sonora
Motor Nightingale (2002 - 2005, París, Londres y Santiago).
cuánta corriente
ha pasado
por estos cables
todos los años
oscuros
para hacer luz
artificial que ilumine
las tareas de los niños
y las cenas
entre comillas
bañadas por
el resplandor
de la farándula
toda la noche
desvelados
con la latencia
de irrelevantes noticias
el rumor de los enchufes
en mal estado
es la pasta dental mi bandera
tricolor cuando sale del tubo
dentífrico
en
guerra perpetua
contra el sarro que socava
mis encías
la
carne
retrocede cada mes como la línea
de la costa con los siglos
según muestran las imágenes
virtuales de algún comercial
erosión
que delata anomalías profundas
en el rostro del sonriente
postulante a un trabajo
me repito en voz alta
y enjuago triunfante escupiendo
confianza
corrijo
otra vez al espejo
las
arrugas de mi traje
la corbata de dibujos
animados
pude distinguir unos rostros
en la cordillera nevada
esta madrugada
anoche
llovió y las chiquillas se fueron
yo me quedé
con el chico
enfermo
aunque no lo parece
me levanté irritado
por un artículo
que finalmente taché
de este poema
unos versos más atrás
quise insinuar
sin lograrlo en verdad
que es posible
traslucir la emoción
en palabras
el infinito
en una lata de royal
de tres llamados hoy
dos fueron voces grabadas
perdí el extremo
del scotch
y no lo encuentro
se supone que no ocupan
su lanceta más que en casos
de emergencia es necesario
consultar especialistas
o rociar las entradas
del panal con bencina
protegerse la piel
salpicada de mínimos
cráteres rompen
el suelo reseco
del campo da a luz
un enjambre que zumba
de fondo orquestando
la tarde estival
por el televisor
que fumiga los ojos
con la vida salvaje
en lugares lejanos
el valor del progreso
las tragedias del agro
es más barato
solamente si toleras
todo tipo de vejámenes
imaginarios programas
piratas que pasan
de noche
y embrutecen a los pasajeros
dan pie
a situaciones
insólitas
reclamaba una señora
por la tele llueve
todavía en
las noticias
mientras los barrios se adentran
en la era del hielo
un regalo nocturno
para todos los niños
enfermos de vacaciones
entre el freezer
y el microondas
circulan las viandas
un trozo
de película
atascado
en el bucle se disuelve
por el centro
de perfil
anegado en luz blanca
el tazón de leche gira
la memoria como un trompo
al son de latigazos
precisos inviertes
el curso tomado
los créditos
bajan
esperas que salga la música
pareciera que despiertas
atrasado
pero es sábado
sonríes
y vuelves al sueño
poblado de eventos
lejanos
a todo volumen
canciones horrendas
una tremenda chacota
milica en el parque
practican deportes
en horas absurdas
paseando sus perros
que muestran los dientes
por ellos al prójimo
habría que
darle palizas
sistemáticas
de música mala
y frenética gimnasia a los ancianos
se supone que la poesía
es un enriquecimiento
del lenguaje
que de este modo pierde
cualquier utilidad
entre otras propiedades
confundiendo los sentidos
en vez de aclararnos
el gusto
no se aviene con la
clase
subdividida a la vez
hasta el infinito
es improbable
que una metáfora
nos transporte en realidad
hacia los puntos neurálgicos
de la ciudad
como un cerebro
para escarbar en ese
sitio
desmoronando
los bordes
del inmenso forado
social
que evacuan las encuestas
periódicas
todo esto de manera
figurada
no sé cómo escribir que mi hija
sufrió un accidente
ni siquiera sé
cómo
decirlo por teléfono
comunicar por ejemplo
a mi jefa
que pasó con la niña
colgando del brazo
mal genio
en una cola
después para pagar
su cabeza anestesiada
sobre el hombro
luego un taxi atravesando
la ciudad
que parece sumergida en los recuerdos
musicales de la radio
se hizo un hoyo en
la frente
con el tubo cortado del termo
pero no es nada grave
recito
a cada persona que llama
y maldigo por dentro
la fecha
por ahora los cerros
son fantasmas apenas
visibles detrás de
los bloques
la
luna
ilumina el jardín comunitario
donde duermen los pájaros
gritan en sueños
a ratos
observo
al vecino del frente
encender la pantalla
nevada
a
lo lejos
parece que asoma
el lomo erizado
de la cordillera
sobre los techos de zinc
pero es mentira
CAMILO N.
BRODSKY (Santiago, 1974)
Colaborador en diversos medios de prensa y electrónicos,
como el diario La Nación y las revistas Patrimonio Cultural y Mapocho.
Sus textos han aparecido en publicaciones impresas y electrónicas,
siendo también incluido en algunas antologías.
En 2006 Editorial Cuarto Propio publica su libro Las puntas de las cosas.
las versiones del
silencio: el ritmo de la palma
el ritmo interno
del poema
el ritmo interno
la fachada
del ritmo
¿cómo
suena
el silencio de la palma
zen al chapotear
en el líquido viscoso
de la arteria cercenada?
Whitechapel
las calles de Whitechapel
supuran
el silencio que quedó como testigo
tras las últimas redadas
y en los muros no aparecen los carteles
esperables con los rostros de los muertos
WHERE ARE THEY?
se ven tristes
las calles de Whitechapel con el fin de los suplicios
como si la euforia ya esfumada de los crímenes
se hubiera llevado la vida de este barrio
de obreros, putas y parteras
1957: dos libros
americanos
Ed Gein -el carnicero
de Plainfield- camina
va saltando entre sus muebles
tapizados con piel humana
las cabezas convertidas
en platos soperos
mientras los beat al son
de un On the road
unplugged todavía
anuncian el supuesto fin del
sopor y la tranquilidad
en las tardes aburridas
de Denver City
Kerouac & Cia.
se solazan
culeando volados en las noches
del Middle West;
Gein se pone su collar de labios
su chaleco de pezones y vaginas
ve la hora y concienzudo
revisa en el sartén que el corazón
de la cena no se pase
de sal ni se queme. Luego
aspira el humo del cigarro
que deja de inmediato sobre el cráneo
convertido en cenicero gore
de una vida escenográfica y veloz
No sabemos si piensa
o no en la carretera
La contracultura americana
llevaba un tiempo curtiendo
los pellejos de un montón
de cadáveres antes que
Moriarty y Sal Paradise
subieran en Cadillac a la 66
o pasearan ebrios por Larimer Street
entre botas y vaqueros de post-guerra
las anotaciones
al margen: reflejo del poeta
A la par de esta construcción
siguen su camino los días
sus sombras y matices
La hija crece un poco
cada amanecer
mientras intenta reducir
el consumo de cocaína y la
periodicidad de sus resacas
whitechapel: from the hell
One day men will
look back
and say that I gave
birth to the Twentieth Century
Jack The Ripper
lo inquietante
en Whitechapel
es la sórdida claridad
del destazador de putas
cristalizada en las maniobras mentales
de un cirujano social y su cuchillo
espejo del infierno
que subyace al mundo
la sentencia inapelable del sujeto
a escala de una réplica torcida
del más devastador Brueghel
proyectado en el tiempo
sobre el mismo Londres y el mercado
de Smithfield con la fuerza y la violencia
tormentosa de las Vergeltungswaffe 2
las versiones del silencio: arenas movedizas
estoy suspendido en
una parte
del texto -el texto mismo es
también la suspensión, un cierto
ablandamiento de la realidad
circundante, la maleabilidad de
la materia que convierte en talco el
acero del alma como una piedra
filosofal errática e inexperta
hay un yo fuera de
mí
confundido, que tantea
en una claridad cegadora
que no entiendo pero
ejecuto como la danza
de los derviches o el acto
mecánico del adicto
Salir de la profundidad
Salir de la profundidad
Salir de la profundidad
desgarradora de esta
ignorancia
las verdades irrefutables: discovery channel quotes
cada mañana
una cebra se despierta
sabiendo que debe correr
más que un león
cada mañana
un león se despierta
sabiendo que debe correr
más que una cebra
La mecánica
celeste
sigue siendo implacable
los incestos
cada día tiene
su afán y cada
familia su incesto
Edipo es un regalo
de Sigmund Schlomo a las pulsiones
de una castración organizada socialmente;
lo griego en la tragedia
luego
del tamiz occidental y el trauma
como leit motiv de esta grey obtusa
consagrados en la consulta vienesa
de un judío cocainómano -mientras
en el Incinerador Gansevoort de Nueva York
se chamuscan los papeles sucios
del pobre Wilhelm Reich, ya condenado
al ataque al corazón que lo llevó
directo de la cárcel al panteón.
ye olde ez
el viejo Ez, querido
Loomis
que primero se diluye entre los versos
de los griegos para luego
fundirse en el fascio y la tormenta
equivocada. Que ideograma chino se construye
-a la manera de un tatuaje maorí en el brazo
de un treintón post-punk en una feria artesanal
de los suburbios o del mismo downtown-
sin saber como el mayor poeta en el resquicio
de la Humanidad y el Canto,
de la gesta de los Cides, los Ulises,
los emperadores luminosos del Oriente Celeste.
Ay del pobre Loomis
en su celda su barraca su hospital,
idos los ojos, el pelo revuelto por la traición, el chaleco claro
de cuello
alto y la chaqueta cubriendo el pescuezo del condenado
a la horca metafísica del abandono y las visitas con horario.
Condenado a ser condena
de los gringos
que no entienden la aberrante usura y
reniegan del naif fascismo en onda corta
como si la culpa fuera del Old Ez y no
de aquella distorsión de las vanguardias
y su afán de ser modernas como el tiempo.
Carlos Henrickson
Villarroel
(Santiago, 1974)
Publicaciones: Ardiendo (poemas, Ed. Etcétera, Concepción,
1991), Y si vieras la Mañana (cuentos y poemas, Sergio Ramón
Fuentealba y Cecilia Zúñiga Editores, Concepción,
1998), Aviso desde Lota (poema-tríptico, NeaVista Ed., Concepción,
1998), En Tiempos como éstos (cuentos, Ed. Gobierno Regional de
Valparaíso, Valparaíso, 2002), An Old Blues Songbook (poemas,
Ed. Del Temple, Santiago, 2006) Ajuste de Cuentas - Jaunesse, 1 (poemas,
Ed. Alquimia, Santiago, 2007).
CHILE
Un país es
tan sólo un país.
Kilómetros y kilómetros de bella
pampa y hielo y arenas incontables y,
de tanto en tanto, los manchones de gente,
el reino del reloj y los trabajos.
No está de más acordarse de eso,
cuando las ganas de escupir
la bandera son más grandes. El
cigarrillo no se siente ofendido
al extinguirse, y los sutiles
equipos electrónicos no funcionan
cuando quieren; un país es
tan sólo un país. Su historia
es siempre una suerte de ópera
china, con palabras de la más
insultante prosa: nadie nunca cantó
en medio de los Grandes Acontecimientos.
Un país es un objeto al que
se abrazan, como niños, los hombres
desgraciados. Y no hay
nada entre los brazos: pura vanidad
creerse tan amplios y fornidos. Así,
cuando el documento de identidad no se
quiere romper -privilegio del buen
plástico- o las cifras misteriosas de los
impuestos bailen como insectos
ante los ojos, hay que acordarse,
siempre, por el bien del alma
en estos días postreros, que un país
es tan sólo un país, que toda, toda tierra
es la tierra de nadie.
ODA A STALIN, 2006
Stalin, a Anatoli
Ribakov, 1918.
Ay la firme y tendida estatura,
yacente. Toda la verdad y simpleza
de un mundo pasan al otro
mundo contigo, capitán. Estamos
llenos de problemas, nada
es lo que parece. Los
funcionarios se mandan solos.
Ya nadie tiene el más mínimo
sentido de justicia. Ay si aún,
aún se asentaran tus plantas
sobre el suelo, imponentes, acaso
tendrían los merecimientos su recompensa.
Tendríamos los que queremos
vivir en la verdad, conservar
las palabras en su casa preciosa de sonido,
ver a los otros en su nítido ser, nosotros
tendríamos lo único que merecemos:
un tiro limpio y rápido en la nuca,
el metal cercenando todas las delicadas
ideas, la vida vaciándose como vaso
dado vuelta en toda su generosa
fluidez líquida. Imagina esos días
purísimos: los funcionarios y los
Dueños de nuestro país y toda su cohorte,
libres de nuestros improperios, nosotros
descansando sin ayunos ni mudanzas ni
lluvia en invierno ni pies cansados
en el duro estío, y todas las bellas
palabras, verdad, justicia, amor,
libertad, pura y limpiamente conservadas
en discursos pulcramente
editados, para que ya no
dañen a más gente. Pero moriste, camarada.
Habrá que seguir en guerra.
Katherine
Alanis (Valparaíso, 1975)
Textos suyos han aparecido en la Antología de poetas
jóvenes argentino- chilenas, Cadáver en Mano, de Ediciones
Viseralia, 2006. Recientemente ha obtenido la Beca de Creación
Literaria del Consejo Nacional del Libro y la Lectura 2008.
I
Es terrible
hacerle caso a Les Murray
Y decir: contar lo que tu escuela le hizo al mundo
Dejar que esas cosas estallen contra los cercos claveteados Es terrible
no porque no queramos desnudarnos
Ya que es difícil sentirse cómodo flotando nuevamente en
el bajo vientre
sino porque sabemos que el mundo y sus oídos no es, un garage,
ni mucho menos una caverna
Ahora nuestras piezas con sus paredes pegadas a nuestra piel, no se diferencian
mucho de la caja negra de cualquier teatro, y dan ganas de arropar las
ventanas y cubrir lo que desde fuera nos avergonzaría.
El bien común no existirá nunca, y a nuestro modo tropezaremos.
II
La voz de la esperanza, emisora local, en una radio City Bell, Maden
in Argentina, una mañana donde la orfandad de todos y de todas,
se apozaba tras. Los pliegues de las cortinas. Hijos de un Dios al que
nunca nadie ha visto el rostro, y el rastro de sangre que palpitaba desde
el Carmelo, lavaba las impurezas de las discusiones cotidianas. Por la
puerta entraba un sol que acampaba en el pecho del abuelo, allí
dormía todo un pueblo. Mas adelante en la propia historia, sin
nadie que levantara su vara en el desierto - a nado - se habría
salvado de su propia orfandad, abriendo el pecho para recostar el cuerpo
de su hijo.
La abuela Melania electrocutada por un descuido domestico, suicida tímida;
evocó sus presagios a un Dios que también naufragaba en
la pampa: Así comienza la historia y al resto que acompañara
a Recabaren, ese búho extranjero, los enterraron de igual modo,
vivos en el desierto. Allí acampa mi linaje: allí olvidamos
decir que criaturas celestes mueren como perros.
La voz de la esperanza emisora local; ordenando al faraón dejar
ir a su pueblo, intentando explicarnos de que morimos, a dónde
vamos, y el misterio de la resurrección de la carne, y nosotros
intentando colocar una cabeza sobre las nuestras para ordenarnos en tribus,
para caminar como lo haría Aron : sin sed y sin agua.
III
Y si no hay
plata para la leche y no hay tiempo para la crianza
y no quedan rastros de pan sobre las mesas y no encienden todas las ampolletas
y, de pronto, llueve
y uno se cubre de esa lluvia como un pretexto, y para colmo sale el sol
y en el cielo sólo una estela blanca como borde de enagua
y no se dan las cosas: no se enciende el hogar -y vamos derechito hacia
la noche a dormitar nuestros miedos
como de niña pobre que ha perdido su pulsera y no la busca porque
no vale la pena encontrarla, porque
nadie la recogerá tampoco.
IV
La oscuridad. Una mano con la intención precisa en los músculos
de bajar el tablero de las luces, esta brecha que deja partida a un nuevo
acontecimiento; la muchacha de utilería recolectando los soles
para agruparlos en el dorado del mantel.
La noche sobre los campos Eliseos. Alguna trompeta sincopando el intervalo
de la voz que desde los bastidores escuchas -y su sombra obligada a dar
forma a nuestros miedos para verla de nuevo hacer brincos en las tablas
del teatro Mauri
y contar con la presencia de dos o tres espectadores que insisten en ver
los grumos de briskey manchando el cuello, asistiendo al fin de una representación
que aguarda su inicio. Apagón de luces. Mutis del foro, y en lo
alto de la caja negra las que no callan nunca,
y viven en los techos haciendo de teloneras en el tejado del teatro esparciendo
sus plumas negras por las hendiduras de las vigas, confundidas de película,
atravesando con sus signos románticos toda una literatura que pretendíamos
olvidar. Crac, crac, se anuncian los tacos,
y esa voz que mengua ante la mirada del otro, reforzando sus registros
bajos en la mitad de un texto de Quincas Berro de Agua, vaporoso final,
un error en el tablero, las luces no justifican lo incandescente de tus
ojos, pero bueno retomemos, volvamos al texto
no pretenderás hacer realidad un ejercicio silvestre de actuación,
hasta ahora todos llevamos nuestras marcas en el cuello, algunas líneas
adicionales, sin comprender qué es lo que hacemos.
Alejandra Sofía
González Celis (Santiago, 1976)
Ha asistido a talleres literarios con Mauricio Redolés,
Andrés Morales y fue becada por la Fundación Pablo Neruda
en el año 1998. Así mismo ha participado en tres publicaciones
en calidad de antologada: "Apuntes a la base del fuego" (Red
Internacional del Libro), "Yo no me callo" (Editorial los andes),
y "Vagonetas presidenciales" (Edición limitada).
Publica "La enfermedad del dolor" Ediciones del temple el año
2000 y una segunda edición el año 2003.
Tiene como 4 libros listos y no sabe ni cuándo ni dónde
los publicará.
(Inéditos)
Hijo
A mi hijo no me lo mataron ni me lo torturaron
A mi hijo no me lo desaparecieron
A mi hijito tampoco lo obligaron a matar a nadie
Mi hijo
era un niño tibio
que pedía comida con humo
se lamía las rodillas con sangre
me acompañaba a la playa
Mi hijo no esta muerto
Mi hijo no esta desaparecido
Mi hijo no fue torturado
Mi hijo es un uniforme
impecable
unos zapatos donde se refleja el rostro de su comandante
un marido de una mujer insoportable
el padre de 7 niños de los que no recuerdo el nombre
un socio del club
Mi hijo
Es un hijo de puta.
Allegados
¿Cuánto
vale este amor?
¿A cuántos más hay que meter en este amor?
¿Cuántos niños caben en este amor?
¿Cuántos años dura este amor?
¿De quién más es este amor?
¿Cómo nos acostamos con este amor?
¿Quiénes comen en este amor?
¿Qué hacemos con los ruidos de este amor?
¿A dónde mi mano?
¿A dónde mi mujer?
¿A dónde mi hombre?
Esparta practicaba una rígida eugenesia. Nada más nacer,
el niño espartano era examinado por una comisión de ancianos
en el "Lesjé" ("Pórtico"), para determinar
si era hermoso y bien formado. En caso contrario se le consideraba una
boca inútil y una carga para la ciudad. En consecuencia, se le
conducía al "Apótetas" (lugar de abandono), al
pie del monte Taigeto, donde se le arrojaba a un barranco.
Espártame
Espártame.
Aparta de mí este cáliz. Que no vaya a ser mi boca la que
pronuncie las palabras. Que no vaya a ser mi boca la que las calle. Que
no vaya a ser.
Espártame, Señor. Espántame lentamente cada uno de
los fantasmas que me inundan. No dejes que puedan aparecerse en las noches,
presurosos, como peregrinos anónimos que caminan por los caminos.
Que no vaya a ser Cristo. Que no vaya a ser su imagen una distinta y sea
yo quien no le reconozca. Que no vaya a ser yo la que tenga que juzgarle
y crucificarle. Que no vaya a ser yo quien lo niegue y quien lo traicione.
Espártame. Sáname de mí. Inúndame con tu espíritu.
Protégeme de lo que no sé. De lo que no ha ocurrido. Protégeme
de este accidente. No dejes que vayan a tirarme por el cerro. No dejes
que esta invalidez aparezca temprano. Haz mi señor, que todo ocurra
a la hora precisa. Que nada vaya a adelantarse.
Espártame.
Espártame señor.
Por mi culpa, por mi culpa. Por mi gran culpa.
Caja
Esto es como una caja.
Eso es. Esto es como una caja de cartón húmeda, con olor
y que se pone blanda.
Pero es una caja inmensa de cartón. El sol entra a través
de la caja de cartón. Por eso el sol aquí es café,
por eso aquí en verano hace tanto calor y por eso en invierno el
frío lo inunda todo, porque es una caja de cartón húmeda.
Y alguien: un niño está jugando con la caja
como el comercial de Visa: que se entretenga con la caja de cartón
es algo que no tiene precio
Cruza
La perra ha levantado
su pata
Su olor a perra carcome la calle
Este pavimento oscuro
que se llama perra
La jauría milita
en su huella
Trota inútilmente entre desprecios y forcejeos
Uno a otro estos
amantes sadomasoquistas
cantan el canto de los ladridos secos
Varias lenguas es
igual a un lamido de perro
La perra escapa por
una calle
Víctima de la próxima violación que incita
La Jauría la
sigue
Sabe que no tiene escapatoria
Su destino es la camada
Natascha Kampusch
Soy una foto polaroid
1994
Encerrada en un cuadro blanco
Soy un mundo detenido
Pegada al tronco de un árbol
Estoy soplando una
torta de cumpleaños
Mi pelo es corto y redondo
Mi vida es corta y redonda
A mi lado
La mitad del rostro del primo Hans
Un papel floreado
La mano de mi Mutter
como mutilada
acerca mi cara a las velas que llevan ardiendo 8 años
Hoy he llegado a nuestra
casa
Me han dejado en un Opala a dos cuadras
Según el diario
El País:
Natascha se encuentra
bien de salud
pálida por la cautividad
puede sufrir el síndrome de Estocolmo,
Me miro en un espejo
Mi pelo es largo y lo cubre un pañuelo
Mi vida es larga
La cubre un pañuelo.
Perro infierno
El perro infierno
se cruza con las perras más feas de la cuadra
Les hace doler
Les inyecta unas crías que nunca viven
Que se retuercen
Y que desangran a la madre que intenta parirlas
Él sale corriendo
porque sabe lo que ha sembrado
y solo vuelve a observar el momento del alumbramiento
Perras heridas nauseabundas y violadas
hacen un hoyo en la tierra disponiéndose a parir
un hoyo cuna
hoyo tumba
El perro infierno
siempre anda en busca de las perras más feas
Ese celo es el sentido de su existencia
Convertirse en una cámara de gas de perros
Que termine esta raza maldita
Florencia
Smiths (San
Antonio, 1976)
Profesora de Castellano y Licenciada en Educación
de la Universidad de Playa Ancha de Valparaíso (2002). Ha publicado
El margen del cuerpo, (Editorial Fuga, 2008). Sus textos han sido publicados
en diversas antologías y selecciones entre la que se destaca Antología
21 poetas, (Universidad de Playa Ancha, 1999).
(Textos inéditos
del manuscrito La composición de la carne)
Hay niños
Hay niños bajitos
que aprenden a estirarse en cuerpo y mente como un equilibrista del fuego
elástico en las sienes
Hay niños de pelo oscuro que impulsan a las neuróticas a
campos de dulces concentraciones y torturas
Hay niños de gestos torpes que no saben prender bien el cigarrillo
de la mujer pero que al quemar poco a poco el dedo índice le encienden
una hoguera de recíproca fugacidad
Hay niños atentos educados como orfanatarios en donde asienten
a las más mínimas órdenes sean estas sexuales o no
Hay niños pulsionados y llevados a torrentes por sus vasos coagulados
de puro gesto
Niños que buscan hombres y mujeres para sentirse menos solos para
sentirse bien amados hasta cuando amanece bien temprano y se dan cuenta
que la piel se les está arrugando
Hay niños que altos en su compostura implantan una mirada definitiva
en las cortezas de los ojos de otras niñas
Ellas se ilusionan porque piensan que los niños altos con el pelo
revuelto miran así para siempre y las arrojarán a sus brazos
como testigos impávidos de asesinatos múltiples
Hay niños grandes de manos de pianista en alguna pauta perdida
niños de uñas blancas
casi transparentes como sus palabras desperdigadas en el ocio de una noche
borracha
Los silencios de esos niños ángeles son como costritas que
se posan leves en la epidermis del deseo y las niñas ancianas osan
tocar las escamas como evidenciadas ante un acontecimiento elemental de
suspicacias
Hay niños que temen un poco cuando se les ama
Hay niños que piensan que las citas a medias en bares de hoteles
no tienen más destino que escribirlas en cuadernos antiguos y a
cuadros
Hay niños profanos y fugaces, emancipados en las fiestas de sus
magnetismos eternos
Hay niños blancos de cejas castañas que alimentan pasiones
de niños en la fuga de un cuadro en el punto de una coma existencial
Hay niños amados que uno sin conocer ya está adorando y
cuando llegan
Las miradas son la comprensión de una letanía imposible
e inigualada de tanto esperarla
Hay niños bellos como la prisión de los bosques a cierta
hora
Niños que acuden a los sueños porque sus cuerpos están
hechos de inconsciencia pura
Hay niños suaves y viajantes en los ojos de los trenes en la noche
a punto
Hay niños que cuando abrazan resquebrajan y mutilan quietamente
la presión de la muerte en la espalda tensionada
Hay niños cruentos veloces displicentes asombrosos cuando hablan
Hay niños de todos y de nadie
Niños que se dominan solos y que nadie sabe controlar porque no
son predecibles como el frío en los dedos y en los huesos
Hay niños que dicen te quiero lento y bajo
Hay niños malcriados y hermosos que ciegan al sol con sus movimientos
retardos
Hay niños que he visto que he tocado que he coloreado
Pero nunca había conocido a un niño hecho de ángel
a oscuras
en la cofradía de las especies
en la lubricación de palabras que vienen no sé de dónde
nunca así había desde niña sido embebida por un niño
de-mente
que en su locura lógica determinara los rasgos de las huidas y
los bordes traspasados
hay niños ciertos
pero de tan inmensos la falsedad asoma sin querer en sus textoscuerpos
Las Muertas
Tú
Tú me vas
Tú me vas a venir a decir
Tú me vas a venir a decir a mí
Que estoy prestada
Que no puedo parir
Ni por la boca
Ni por el vientre
Que no puedo hacerme la renuncia
A mi debilidad
Que no puedo asomarme a esa casa
Morbosa
Donde la muerte hizo de su cuerpo
Un hijo de ninguna vida
Donde justo en el centro de la herida infecta
Me esta creciendo una plaga que no se parece a ninguna de las mil
Y esa ruina
Me esta llenando una palabra entera por dentro
y al mismo tiempo me esta perforando
Justo ahí
Donde nada de mí se parece a nada de ti ni de nadie
Tú acaso
Alguna vez
como nula vez
me vas a venir a decir
Que tengo la voz hecha un hilo
apenas un silbido de páramo desierto
apenas un cuchillo y una tocadura accidental
y que si no fuera por esta sordina de voz que me queda
No podría reconocérseme el silencio nefasto que aguardo
Porque estoy prestada
Porque no sé decirme dejar de expeler así
Porque no sé darme de comer cuando hace frío
Porque no sé abrigarme cuando nadie me conoce
Porque no sé mentirme cuando los hechos están abiertos ante
mi
Porque no sé colmarme si apenas me soporto
tampoco sé sostenerme si malamente me paro en amargo
Porque no sé cantarme la duda tal como viene
Porque no sé conducirme sin estos gestos pesados de la mente
Porque no conozco la adaptación sino a un margen
Porque no puedo soslayarme ante mis huidas
Porque no puedo ocultar la marca que castiga a mi cuerpo
y sin embargo me ato el paso
y sin embargo me cuezo la demora sin irme
Porque no convengo decir atenerme deberme obedecerme
En alguna parte del resto del miedo
Ese cadáver y ese mundo
mal se leen
Porque no doy altura ni asco suficiente
Para dejar de expelerme así
Para dejar de manifestar esta arcaica sola manera
Para dejar de estar siempre
en la parálisis
en la fractura
en el hueso desfasado
en el frío tarde y atiborrado de surcos
Y me doblo
Tan tensa como me soy me doblo
y sé guardarme
Aunque a veces me sobrevenga el riesgo de partirme
me doblo y me incomodo y pareciera que fuese a quedarme así en
el desajuste
y sigo ensayando hasta hincharme y endurecerme
y quizá mutilarme sin verme
mientras tú
Tú vas
Tú me vas
Tú me fuiste a decir
Tú me quisiste
decir
que No
que esta parte mía
como ajena me es
no saca no corta no duele no aguanta
cuando se la golpea
Tú me hiciste decir
que yo lo quise
que sin mí no habría catástrofe
y yo, catástrofe
y el crimen
y mi ancho paladar abierto
y mis costillas duras
y mi aliento suicida
y mi parte mas abierta
se borrarán de una memoria debilitada cuando amanezca
Tú me hiciste repetir
que no
Que sin mí ni mi suceso
No habría cárcel de carne
No habría ventanas selladas ni puertas descerrajadas
Que sin este porte ni este género
No habría las ganas
De más
Es por esto que ahora vienes
Te allegas sosteniéndome en las muñecas
Y así
Toda cosida como estoy
No te hablo
No sé hablar cuando tengo la lengua rota
Y nadie se acerca para abrirme
Para que salga esa espera
Esa tortura
Esa palabra que me creció hinchada
Y que dice No
Que se dice No
Que se sabe No
Que se inventa No
He de aprender a darme
A mentirme
A abrigarme
A decirme
A cantarme
A conducirme
A definirme
Esos son verbos que nunca olvidamos
Es sólo que la historia nos hizo suponerlo
Es solo que no estaba contemplado demorarse
Ni que el día de hoy nos dieran en llamar
Las Muertas
*Texto escrito para ChilePoesía 2008, martes 25 de noviembre, Día
internacional de la no violencia contra la mujer, lectura en la Plaza
de La Constitución, Santiago
Galo Ghigliotto
(Valdivia, 1977)
En el año 2006 asiste al taller de Raúl Zurita
y publica su primer libro, Valdivia (Santiago: Mantra Editorial, 2006),
seguido de Bonnie&Clyde (Santiago: Garrapato Ediciones, 2007). Su
poemario inédito Aeropuerto recibe el segundo lugar en el Concurso
Nacional de Literatura Stella Corvalán 2008.
AEROPUERTO
(Fragmento)
imagino que tienes
la capacidad de abducirme a diferentes películas
que me raptan sin intención alguna sin siquiera conocerme
esta dimensión que me invento se cruza a veces con la tuya
como aviones que pasan de un lado a otro formando asteriscos
mientras somos el ojo que puede ver cualquier cosa menos a sí mismo
y enfrentamos con estoicismo el dolor que produce
ser órganos que se miran
al interior de cuerpos que se alejan
*
tu vuelo salió
muy tarde decías
con una voz que sabía absorber mi piel y el agua de los ojos
eso me hacía convertirme en distintos animales al mismo tiempo
pero yo sabía que la pantera que llevabas adormecida adentro
se sentía sola en medio de la noche porque tampoco sabía
mirarse
y la intuición de un animal no bastaba para saberse como el carbón
sobre el cual se sostendría el sol por la mañana
tu vuelo salió
muy temprano decía yo
mientras escuchaba el eco de alguien que gritaba adentro
más allá
de las diez transfiguraciones de tiempo
en algún punto de la imagen calidoscópica
bautizamos como maldición el hecho
de que hubiésemos aprendido a dormir mientras el otro despertaba
separados como el halcón y el lobo
como el agua encerrada en dos vasos que se miran
Marcelo Guajardo
Thomas (Santiago de Chile, 1977)
Becario de la Fundación Pablo Neruda durante el
año 2003. Se ha adjudicado el concurso de poesía de la Universidad
de Santiago Premio Rolando Cárdenas, el primer lugar del Concurso
Nacional de poesía para jóvenes Armando Rubio Huidobro,
organizado en el marco de la primera versión del encuentro internacional
Chilepoesía, además del concurso de poesía Dolores
Pincheira Oyarzún organizado por la Sech de Concepción y
el primer lugar en el concurso nacional de poesía Stella Corvalán
de la ciudad de Talca. Durante el 2009 recibe La Beca de Creación
Literaria del Fondo del Libro y Lectura en la categoría escritores
profesionales. Ha publicado Teseo en el mar hacia Cartagena editado en
Santiago el año 2001 y reeditado en versión corregida y
aumentada en 2008 por Ediciones del Temple y El dolor de los enjambres
editado en Concepción el año 2004 por la Sociedad de Escritores
de Chile de esa ciudad. Actualmente prepara el volumen Cocaví con
su poesía inédita escrita entre el 2002 y 2008.
uno será
la materia del sacrificio
"Dios nos ha
hecho el intolerable cumplido
de amarnos en el sentido más trágico,
más profundo y más inexorable"
C.S Lewis.
Volverá de entre los árboles como la ha hecho siempre,
complacido de la renovada soledad, testigo del misterio del miedo
que en la oscuridad aguarda, abandonado de sí. Desprovisto.
Nada queda de la criatura en su inverosímil particularidad
o aquella rebelión autosuficiente que lo precedió. El alacrán
en su gruta
el único aguijón que desprende el veneno revelado. El aroma
que reconcilia.
Bastará para nosotros un poco de su tibia compañía,
antes del tedio de la revuelta.
El caduco manifiesto. Las pulsiones de rebelión.
En las afiladas sombras de las torceduras, lejos de nuestra vista,
con los ojos vueltos al cielo rojo, que ordena; Uno será la materia
del sacrificio.
Los pequeños acorazados sobre la superficie de hule, dispuestos
acaso
por la mano invisible del inventor, protagonizan la encarnizada guerra
por las migas de pan y los utensilios. Qué inútil destrozo
este que presenciamos;
La cubierta desabitada, el pavor, el desmadre hacia las barracas. Ellos
los obstinados lugartenientes de la lógica, prevén su extinción
como el tranquilo viaje de los elefantes al deshuesadero.
- un abismo es sólo un abismo - nada más. Un
axioma para mi cobardía.
La artillería sin propósito de los cínicos bajo el
cielo desnudo. Cuya penitencia
palpita agitada como el diminuto corazón del colibrí reticente
de todo néctar, de toda esperanza. La negación aprendida
con el oído sordo, aguarda
el dolor y su megáfono. La tribulación como el oleaje que
remece los acorazados
hasta hacerlos visibles en el rigor estridente de la tormenta al fin,
y en la tragedia,
ansiosos del fulgurante rostro. En la mesa se agolpan ordenados de acuerdo
a sus personalísimas quitas, algo quedará seguramente de
la perpetrada ambición,
el hambre insatisfecha, los símbolos sangrientos.
Preservados en la memoria como los inestimables dones de la voluntad
plomo atado al cuello, al fin y al cabo, el lastre que hunde este Jonás.
En el callado pavor de la habitación contigua
la urgencia de la estratagema. Aún así. Inaccesibles.
Como el pabellón clausurado de un hostal luego de la pestilencia.
Y a pesar del viejo lastre nos llama a presenciar el fuego de la colina
rocosa en su inestimable penitencia, más allá del tumulto,
descalzos
en el familiar peñasco disponible a su pequeño reino, de
tres llevados
repentinamente hacia la luz, desde los acontecimientos domésticos;
la brea y la paja para los ladrillos, las fundaciones de nuestro alcázar.
La aparente mendicidad
de la precaria tribu.
El llamado colectivo audible sólo a la criatura.
Resuelves mirar las
cosas que acostumbras
las coordenadas, el tedio de ti mismo.
Presa en ti, la criatura se alimenta de hojarasca
de las frutas disponibles, al placer, todo cuanto dispones
en esta mesa ilimitada que te complace. La suma de la gratificación.
Vuelves a las expresas virtudes dispuestas
en su obstinado acopio para tus sentidos y no los de otros, para tu boca
que escarba en la contienda y preside un recinto atestado. Sin luz.
Ocurre en tu anonimato una especie de milagro.
das una respuesta a esta oscuridad. Te descubres satisfecho,
mientras hurgas secretamente en los despojos
por un poco de pan para saciar un hambre incomprensible.
Y decides manifestar esta letanía. La salud de tu alma vendrá
por tu propia alquimia, serás criatura engendrada por criatura.
Conocerás si es preciso el vocablo finito, la esperanza de la ceniza
la resuelta podredumbre al cabo, de unos cuantos acordes eléctricos.
Bastará para ti la tibia levedad de la carne. La migración
de los animales.
El silencio en el fondo de la tierra.
Como aquella señal
hacia el fuego el corazón disidente
perpetra de la misma forma que el pájaro habituado al desvelo
un boicot al aire que lo sostiene.
Sobrestima la urgencia
de lo visible oponiéndola
al ritual de la solemne basura, su terca misiva jamás enviada.
Debe la espina a la
carne su tersa caricia en el instante
del sangramiento su
sonido aterrador.
Francisco Leal
(Santiago, 1977)
Vive en Fort Collins, a los pies de las montañas
y es profesor en Colorado State University. Antes vivió en St.
Louis, Missouri, donde hizo su doctorado en literatura. Ha escrito Vecindario,
Insectos, Naturalismo y Estragos. En Santiago editaba con amigos la revista
Vértebra y publicó con Pablo Barceló y Samir Nasal
un panfleto antología, dedicado David Rosenmann-Taub llamado Genetrix.
Del manuscrito Embotellamiento
de córneas
aparece desde otro tiempo
con un párpado
o un ojo muerto
aún a medio cerrar
Hombres de arena
Arriba
allá en las dunas
en los desiertos
montañosos y antiguos
donde
antes, mucho antes se empozaba el mar
cuentan que
las
mujeres
paren arena
pujan
granos
con fuerza
que
los
hombres
eyaculan
piedras incoloras
ojos de muerto desaguados
que
el
llanto congelado
es un grito
sin sonido
que las
lágrimas
caen solamente
sal.
Ojo
Silverfish,
Lepisma -huye de la luz
es nocturno.
Insecto de plata
en la bañera
brilla
Un chorro de orina
le cae encima
agita sus extremidades
desaparece por el
ojo abierto de la bañera
Cuello
Los relámpagos
parten la noche
el viento
la
rama envejecida de un árbol
Noche adentro atraviesa
la intemperie nublada
tierras pantanosas
aplasta silenciosamente las hojas del camino
desde la oscuridad
rompe cosas
posturas, platos
salta a los olores
fuego desaforado por
el viento
ramas troncos árboles devorados instantáneamente por una
pesadilla atómica.
El dedo contra el ojo muerto se hunde en la sangre.
vuelve
a la noche:
Anteojos
Cansada por las escaleras
y el sol se tumbó en su cama
agrietando sus anteojos las resquebrajaduras
son ahora anacronismos intermitencias apariciones
los contornos se diluyen
desaparecen
no distingue entre una rosa seca
y un brote entre una ventana
abierta y otra cerrada por los
pasillos salen sombras siluetas
siente en su cráneo una fisura la sensación de que se abre
su rostro en dos
su pelo se encrespa y opaca
un perfil parece sentarse a los
pies de su cama no hunde el
colchón
sólo se marca su cuerpo en contraste con la pared tiembla
un escalofrío
sube por su cuerpo y sale por su
nariz
exhala no siente el aire
en su vientre mira disecado e inmóvil el cuerpo de su
sus dientes se cubren de tierra
por la ventana otra pasa gesticulando
( )
sus pies se hunden en el pasillo
la nata de su vaso se le pega en el paladar
se caen verdes sus muelas su mano se opaca la piel de su rostro se trasparenta
asoma el pómulo
la mandíbula no tiene labios
la lengua se enrosca hacia la garganta las paredes de su vagina se recogen
hasta asomar el orificio de la cadera
su pecho se tersa y se adhiere el pezón a las costillas
sus uñas se ennegrecen y rompen
se seca su saliva se vuelve amarga
sus ojos muertos pierden brillo
el globo ocular se arruga se achica y diseca
las manzanas se pudren en el suelo
su ropa se desgaja le queda grande suelta bajo el vestido desaparecen
sus pies un espacio
borroso hasta los zapatos espasmo
viscosos gusanos salen de su esfínter
devorándola
huelen a humedad sus axilas
sobresaltada
se levanta de la cama hacia el lavatorio
para refrescarse y despertar:
se lava las manos
pero su piel no contiene el agua, escurre
y en el espejo
una sombra,
sencillamente una sombra
o no sabe lo que es.
Arranque
Recortar esos ojos
como sea
Sacarlos de la foto
Arrancarlos con brutalidad
Pegarlos en la noche
como se pegan los
ojos de la bestia hambrienta
en su presa
dejando la marca irreparable
de
la tijera
el
filo del cuchillo
que los arranca
del papel fotográfico.
Animador
Recostada en un descolorido
sillón, la televisión encendida emite un leve sonido de
moscas
zumbando en un farol, la traspasa.
La imagen del conductor
se refleja en su cara
como un maquillaje de luces
o cenizas:
sus arrugas rejuvenecen.
se acortan sus cabellos,
resplandecen
y se coloran.
en sus ojos muertos
trasparentes
brillan nuevamente las luces
y la refrescante espuma de una gaseosa
en su boca abierta aparecen dientes
carcajadas
se recoge su lengua saliva
y se mueven en sus labios
los gomosos labios del animador.
Carlos Soto Roman (Valparaíso, 1977)
Publicó La Marcha de los Quiltros en 1999 y Haiku
Minero el 2007. Ambos bajo el sello Ediciones Independientes La Calabaza
del Diablo. Sus trabajos han sido recogidos en la Antología Bar
(Ediciones Casa de Barro, 2006) y en el Libro Colectivo Pozo (Ediciones
Lanzallamas, 2007).
TUVWX
El día que
comenzó la vida
yo ya estaba echado
lamiéndome las heridas...
Adentro, muy adentro
de los espejos
las niñas mártires se maquillan
unas ojeras profundas
como pozos de fábulas inexistentes
y se repiten unas a otras
que el tiempo de los besos
todavía tarda.
Las novias muertas
esos andrajos siniestros y perturbadores
con sus palabras de desconcierto
me invitan a escribir plegarias tristes
por el descanso de mis cenizas...
yo las tomo y las
beso en los pantanos
les retiro el fango
delicadamente rasgo sus vestidos
bebo el ardor de sus pezones erectos.
Yo ya no creo en la muerte
después de la muerte.
Una muchacha bella
y virgen
encerrada en un monasterio
escribe cartas de amor despedazado
al hombre para el cual no está destinada.
Las monjas siempre
han sido
semejantes gárgolas
cuando se trata de los sueños
y los castigos suelen ser terribles
en las mazmorras.
Las lágrimas son fáciles de atrapar por el papel.
Yo no deseo que mis
huesos
se alejen de mi cuerpo...
Las historias que
leo en las noches
en que no hay luna
me hablan de fulgores en labios muertos
y las palabras que otrora escaldaron mi pecho
se pudren ahora como gusanos fantasmas
entre las cenizas del recuerdo.
Yo ya no creo en la
mentira.
Antes, cuando me hablabas
tus ojos me esquivaban por completo
y tus manos frías se ocultaban
del ardor irreductible de las mías...
hoy recuerdo que te
metiste adentro mío
y siempre que hay un poco de sol
saco a ventilar mis cicatrices.
Lengua seca y muerta
Bajabas de los edificios
de
las micros
de
las escaleras mecánicas.
Bajabas de los globos aerostáticos
de
los automóviles de lujo
y
de las bicicletas de los campesinos.
Bajabas de la estrella más luminosa
de
toda esta oscuridad.
Bajabas del sol y de los planetas.
Bajabas de los aeroplanos
de
los aerolitos
de
los aires también.
Bajabas sin cesar, sin cansancio,
sin
preocupaciones, sin tristezas
sin
deudas, sin pecados
sin
misterios, sin mentiras
sin
oficios tristes ni malos pensamientos.
Bajabas todo el día, toda la noche
todas
las estaciones del año
para escuchar a este pobre idiota desencantado.
Y no te importaba
que tuviera
la lengua seca y muerta.
No te importaba que blasfemara más
que una tropa de marinos borrachos.
No te importaba que fuera
una especie de anti-Rey Midas
(lenguaraz y coprolálico).
Tu solo bajabas todo el día
toda
la noche
todas
las estaciones del año
para escuchar a este pobre idiota desencantado.
Distractores I
(la oficina de mi psiquiatra favorito)
" Un tampón
de tinta Fultons
" Las cantatas de Bach
" Un frasco de Viadil
" Una botella vacía de jugo de durazno
" El "Deutsches Universal Worterbuch"
" Libros de Rainer Maria Rilke en alemán
" Un mapa antiguo del ducado de Wirtenberg
" Un ejemplar del DSM-IV
" Un ejemplar del DSM-III
" Un calendario de la farmacéutica Eli Lilly
" Una postal del Partenón
" Un CD de Jet Rölling
" Un afiche del museo J. Paul Getty
" Una enciclopedia de deidades griegas y romanas
" El libro "Psychology and Psychiatry of a war"
" Un hierro 3
Die fetten Jahre
sind vorbei!
Gaziero
Fría la estocada,
la hoja
el filo.
Fría la carne, la herida
la obertura, la apertura.
Fría la gota de sangre
en equilibrio.
Fría la losa, la caída
el contacto.
Frío el pan, frío el cáliz.
Frío el quejido seco, único
y doliente.
Fría la hora del martirio.
Fría la puerta del infierno
del mar, del anteparaíso.
Fría la mueca del asesino.
Fría la carne anciana
atravesada, fría.
Frío el pan, frío el vino.
Frío el sonido hueco
vacío y ausente
del clamor de la muerte.
Fría la invocación.
Frío el alarido.
Frío el rictus, frío el rigor.
Fría la mácula perpetua.
Fría la presencia sombría
la voz del príncipe
de los engaños.
Frío el cajón, fría la lápida.
Frío el recuerdo.
Frío el misterio.
Oscar Saavedra Villarroel
(Santiago,
1977)
Licenciado en Educación. Becado Fundación
Pablo Neruda, 2005. Ha participado en encuentros nacionales e internacionales
de poesía. Ha obtenido varias menciones en concursos de poesía
nacional, destacando Juegos Florales Gabriela Mistral 2008. Editado en
Editorial Zignos Perú "Anomalías, 5 poetas chilenos"
y Tcnopacha, 2008. Ha publicado en revistas nacionales y extranjeras.
Poemas suyos han sido traducidos al portugués. Editor de la revista
indie.cl y organizador del encuentro nacional de poesía Descentralización.
(Textos de Pachas
y Tecnopacha)
[ME VINIERON IDEAS, UNA LLUVIA DE IDEAS, DE GALÁCTICAS IDEAS,
DE HERMOSÍSIMAS IDEAS] :
Comenzaron a llover
corazones,
tantos corazones que reventaba mi cabeza
al contacto
de
la sangre virtual de los cielos.
Sentía que
las nubes dibujaban mis políticas venas,
que los rayos del sol: solsticeaban cadenas hemisféricas,
/coas
babosos de boca.
Y me vestía
de meteoros dactilares, de lácteos verbos
vestidos de retórica surrealista, arrodillados de tanta
virtualidad de los cielos.
Y de mis venas salían
tribus. Y de mis venas los pachas tomaban
su leche,
tomaban
y bebían sodomizados por las vanguardias de los sistemas.
Y mis paisajes se
quebraban en mis ojos, con toda la luz
entre las córneas y los litros de mares en mis libros.
Yo me tatuaba ermitaños:
generación tras generación: ermitaños
que dibujaban mi rostro como firmamento o como arte,
al fin les decía: se van a podrir en su miseria mediática.
Los volcanes tiritaban
con mi voz ronca. Con mis ojos tajeados
como Asia, a ratos
era un puente occidental
entre el averno y la ficción del barro.
Movilidad son las
ideas, me decía.
Y patinaba sobre el viento escuchando sus miserias,
que dibujaban una
canción, una canción, una canción:
no
para cantarla,
sino
para bailarla en trances.
[Insisto en que los cerebros occidentes. Y a veces pienso que América.
Me viene toda esa rabia post/crítica y ni siquiera mi madre se
salva].
América anda
con zapatos de charol,
con mini falda y lentejuelas
de noche se ilumina rojamente de sangre
de día duerme queriendo alcanzar el otro lado,
-Vespucci Americo-, tiene mirada de árbol
tufo de puta, se acuesta con cualquiera
y tiene orgasmos, multiorgasmos la ninfómana ésta
habla un dialecto que no le pertenece
se mira a un espejo llamado Neanderthal, llamado Norte
en su emoción, en su escultura ósea y neuronal.
Ahora se cree Otaku, ahora se cree hip-hopera, la puta
ésta: que tuvo hijos bastardos como Lilith,
que tiene ciudades de mapa inevitablemente invisibles:
ama Ámsterdam, ama Paris, ama Llulla,
dicen por ahí, ama sua ama
quella en su fantasma,
ama New York, ama Tokio
porque las luces las exporta desde allá,
si no escucha como le recitan a Kerouac al oído,
la muy Beat, la muy maldita ésta
bien Henrymiliana, bien Celiniana, bien Bukowskiana
y bien Monroe para sus cosas tiene un vestido rojo menstruación
que luce en momentos especiales:
cuando muestra la silla eléctrica
de su dialecto necesariamente inaudible,
emocionalmente fundamentalista cuando
dicen que imita incluso a los canguros
cuando los canguros entran en sus sentidos
o en sus muchos rostros a manera de Janet.
Ha leído Auster, ha leído a Fukuyama, se sabe
de memoria a Fukuyama,
la muy culta ésta, la muy multifacético,
la muy emboscada post del póster que es.
Claudio Gaete
Briones (Valdivia, 1978)
Sicólogo por la Universidad La Frontera. Ha obtenido
los siguientes premios: Enrique Lihn en el XXVII Concurso de Arte y Poesía
Joven de la Universidad de Valparaíso y el primer premio en los
Juegos Florales Gabriela Mistral. Fue becario de la Fundación Pablo
Neruda (2005). Obtuvo el Premio Municipal de poesía por su libro
El Cementerio de los Disidentes (Ediciones del Temple, 2006).
RUF AFKELAY TAIÑ
MONGEN
RE FüN ÑI TROLüF KALEY ÑI AD
el recital no fue salir a un balcón de la moneda
ante una multitud que quiere llamarse chile:
arte
de la semejanza
contra las escriaturas de los baños públicos/
el recital es pararse
junto a una baranda y
hablarle a la ciudad que se hace la dormida
el recital lo hacemos
caminando en el frío
que sale de nuestras bocas
RUF AFKELAY TAIÑ MONGEN
RE FüN ÑI TROLüF KALEY ÑI AD
:nunca terminamos de vivir
solo cambia la cáscara de la semilla
/no quiero ser papá
no así, con esta máscara trágica
que opone mayúsculas y minúsculas
sol de Atacama al fondo de un túnel
y a la otra boca una cara que cae en la arena
Prefiero la almohada
donde habla ella horizontal:
no quiero ser mamá, no quiero ser hija
RUF
AFKELAY TAIÑ MONGEN
RE FüN ÑI TROLüF KALEY ÑI AD
/ese Hijo imposta su indignación. sentado en su indig-
nación está él llorando de sí mismo
ese Hijo empuña
su pene con belleza disuasiva
pero lo que busca es una familia
y yo no puedo dársela
RUF AFKELAY TAIÑ MONGEN
RE FüN ÑI TROLüF KALEY ÑI AD
sentado en una almena del cerro San Cristóbal
sin dominar la ciudad ni su tatuaje alumbrado
el manchón de bencina del cementerio general y
el Renca
ribera
blanco-gélido de la Alameda
rayos de bicicletas no esteros: Gran
Avenida, Santa Rosa, Sanhattan
cruzas el Mapocho,
una gran alcantarilla a tajo abierto
y miras un cielo de concreto
prevés otra ciudad otro cielo
no más altos aunque sí más empinados
(memoria presente,
materia habitada)
RUF AFKELAY TAIÑ MONGEN
RE FüN ÑI TROLüF KALEY ÑI AD
:nunca terminamos de vivir
solo cambia la cáscara de la semilla
/saben que no importa
cuántas celdas tenga la cárcel
las celdas siempre estarán llenas en la cárcel
En el infierno te
encuentra un niño
RUF AFKELAY TAIÑ MONGEN
RE FüN ÑI TROLüF KALEY ÑI AD
Entonces tocas y tratas de decir lo que sientes sin conocimientos previos,
tratas de confiar en que es posible decir lo que sientes en cualquier
lengua, en cualquier lugar
¿tu
visión es comunicable
Oscuro
Renacido?
RUF AFKELAY TAIÑ MONGEN
RE FüN ÑI TROLüF KALEY ÑI AD
los poemas que traduces son tus poemas
los cantos cuentos adivinanzas que las mujeres
nos dijeron, MONGEN: vida
barricadas en los campos de líneas de fuego
Se nace de mamá
y papá
pero se renace de todos
RUF AFKELAY TAIÑ MONGEN
RE FüN ÑI TROLüF KALEY ÑI AD
agosto de 2008
Saint-Ouen
solsticio de invierno
________________________________________
la foto se revela en castellano
pero el paisaje recrudece en francés
El hervidor eléctrico
vigila -
la pieza trastorna sus tabiques y suelta
en el vacío luminoso un átomo
impersonal aunque único
sin Sí que lo distinga ni confunda a los otros
como un corcho
en un mar picado
Trabajo de albas -
que no ríen ni rayan
si no rompen
Los
visillos cuelgan a
los edificios su liquen, a dos
o tres generaciones de los forados
de metralla y esquirlas alemanas
en los ladrillos
Al laberinto a ras
y subterráneo lo puntúan
deudores y limitados - trabajo de albas,
trizadura ronca de
aerobuses y bocinas
operan sobre y bajo chimeneas industriales
en los extramuros donde se apilan dosieres
de afuerinos en curso de instrucción
Rugido supra-smog;
chillido de ratas blancas
y negras y nunca grises entre los durmientes,
a ras y en dosieres
de pisos un compuesto químico i-
nestable, radioelemento con período de
transformación extremadamente breve - incoloro
parpadea,
las latas de conserva
son demasiado pequeñas
para maíz de pampas ni jureles ecuatoriales
Recibos del arriendo
entre micas rojas
no acaban de escribir el retraso, la contricción
de los durmientes que semejan fajos de billetes
amarrados por un elástico
Deudores indocumentados
taconean la acera
Solsticio de invierno
y una calle llamada Charles Schmidt
en honor a un joven resistente fusilado por los nazis
2008
stalkers
6.30 DE LA MAÑANA, la niebla se aleja si me acerco
en el bolsillo de
mi abrigo llevo la foto de un hombre
con su hijo muerto en brazos
bolsas de basura con
las tripas afuera sobre el pavimento
los perros bravos
los juguetones los gatos de un solo ojo
en un estacionamiento un jote solidario con la guata llena
camino por una calle
de Temuco hacia las afueras
El Naranjo La Zona
las pampas están
mojadas
de treiles que relampaguean si te acercas
les dicen perritos
pecho
blanco a
5
metros de altura
atravieso el trigal
y me siento junto
a las esclusas de los canales de regadío: 2 láminas
de acero sobre un agua oleaginosa que corre entre muros
crecientes de musgo
hay
hubo deficiencias
en el sistema
el agua pulverizada
nos envolvía, apenas
pude ver la silueta
de
los dos hermanos
que venían cruzando
la Zona
no había Naranjos; mirábamos desde
la pérdida
la niebla de la mañana
es la Frontera ante nosotros
los animales y árboles, los hijos que allí PARAMOS
Para Víctor y René
mayo de 2007
PUNO;
TORMENTA DE LA CANDELARIA
TOMADOS DE LA MANO LLUEVE A CÁNTAROS EL
MAR SALTA Y LOS RAYOS ROJOS
MOTOTAXIS CRUZAN CHARCOS
COFRADES BAILAN EN CALLES ESTRECHAS OLOR A POLLO ASADO Y LOCUTORIO
ENTRAMOS A UNA PIEZA Y NOS SECAMOS SOBRE UNA CAMA
AMADAS
TOMAS
:
picha la hoja de coca
fuerte la lluvia de ayer a hoy
la estación
es
se picha con lijqa
se va en sirvinakuy
coge del cuerpo que hay a su lado
una caja
y llama
truena
graniza
fotografía la lluvia
el humo
las torres de alta tensión
rodean la ciudad
Titikaka mar de los
Andes
los extranjeros prenden granos de hielo
de sus manos cae una simiente
un hilo
de agua contra el suelo revienta
truena
fotografíala
revela el frío que hace
picha la hoja
de coca
fuerte la lluvia en la mollera
(lijqas)
aceza habla sube Puno
se inunda
pachamama y virgen de la candelaria mismas
se va en sirvinakuy
coge el cuerpo que halla a su lado
rayos alumbran roja
la crecida del lago
(la paz)
para Xaviera
marzo de 2007
Ernesto González
Barnert (1978, Temuco)
Ha publicado el poemario "La coartada de los dragones por el camino
pequeño" (Ediciones Pewma, 2000) e "Higiene" (Edic.
Temple, 2007). Y el CD de anticipo "Trabajos de luz sobre el agua"
(Ediciones Alquimia, 2007). Premio de Honor Pablo Neruda Universidad de
Valparaíso (2007).
Del poemario inédito
"Coto de caza"
El rábano
lo tomaron por las hojas, la tensión de los últimos
acontecimientos
me hace plantar cara
tras recargar el café y transigir con dos de azúcar
a la hora en que muchos avanzan a un lugar que odian de otro.
Supongo que llegué demasiado lejos. Y todos conocen el final.
Amor no los oigas, teje.
Lihn ya estuvo acá,
cierto. Y no son días propicios para una variación
sobre esta cabeza de alfiler. Siente agrado
por el portento de que una veintena decidiera responder a tu higiene
poniéndose del lado que no te gusta.
Ahora bien, hablemos
de lo que nos rodea y es asible por este mango.
Estoy pensando en un árbol que reseca la tierra a su alrededor,
el pellizco de estas hormigas por el antebrazo. Admito
que con dureza y en público una opinión vale exactamente
lo mismo que otra,
con tal de que sea mínimamente razonable.
Pero te afecta retroceder
con razón pero sin la fuerza,
instigado por una mayoría en fila poco mejor pagada. Te afecta
quedarte sin hojas
ahora que náufrago de dos jornadas amenizas el mediodía
poniéndote más espuma
en la parte derecha del rostro.
Por supuesto, el rábano
ya estaba pintado en la pirámide de Keops. Y yo insisto
en recordar que alivia la indigestión y las flatulencias.
Un palto añero
nos revela que éste no es su año.
Sospecho
que tendré que seguir untando mi cuchillo en grasa baja en calorías
o contentarme con pan pelado
a la hora en que la televisión atosiga de espectáculo un
lío de faldas
en una discotec. Y veo por la ventana un mar de pingüinos flanear
sin la menor ansia
cuando ayer no más arrancaban la luminaria del sector por el derecho
a que le lleven la educación a la boca.
Sin duda, cosas que te aburren César.
Así como le
aburre a Héctor leer su apellido materno y repasar los campos de
concentración,
aferrado al tópico medieval de inquina contra el judío,
aplauso y cobijo de su hueste.
¡Dios mío!
Pensemos que no tiene mucho que ver con que se acerca el día de
los muertos.
Y uno más acá que allá me sugiere en una de las páginas
que abro de ordinario
¡hasta los dioses luchan en vano contra la estupidez!
Por suerte gocé de libros que me vacunaron temprano de hacer el
loco
antes del buen fin de Ofelia.
Y como no dejar este
poema a la mitad si el cañonazo de las doce
indica que la guerra por la sobrevivencia esta en su mejor parte
y un resto de vodka tónica apertrechado en una oscura recámara
en la noche de ayer
me concede un dieta pletórica de imágenes que colman el
espíritu
en un año que tampoco fue el mío.
Me costó aprender el nudo de corbata, abrocharme los zapatos
teniendo en cuenta que soy zurdo,
no vine al mundo como esas guaguas de hoy tan regordetas.
Ni fui de esos niños que por todo berrean, muchachotes que sobreexcitan
el pulgar.
Lo que mis corresponsales de guerra con una pizca de sarcasmo y tres hielos
en mi presencia
llaman pirámide invertida.
Digamos sin camisa
y descalzos sobre una playa rubia del litoral central
para no caer peor de entrada
que hay más piezas negras que blancas en el tablero.
Que lamentamos no ser el emprendedor a los ojos de la familia del negocio
del banano,
ese recio muchacho que administra.
Ahora que como un gordo y viejo ilota del orden burgués
divago por escrito
sin perder ninguno de sus beneficios dentro de la sombra del quitasol.
Suerte que atribuyo a pedir como los pajaritos que ni siembran ni cosechan.
Salario mínimo de mi vocación excluyente.
Proporción divina frente a los proyectos que paga fisco, esos rebeldes
de minoría
escribiendo en papel oficial.
En ese perdulario
suceder al decir de mi tía me devuelvo pisando con pericia
castillos.
Recordando viejas actuaciones veraniegas,
tocando mi pito como si hubiera salvado a muchos con la poesía.
Devolviéndoles un poco de diente por diente a los mocosos que me
mojan
con un gambeteo digno de un diez.
Y por sobretodo reflexiono
en los días de gloria del balneario
ahora que casi todas las casas están en venta a pesar del lleno
total en la playa.
Coto de caza
Se ve a millas que
no era una cacería difícil, de atisbar
poco y nada en este coto de caza.
Asustar un par de urracas, naturalmente. Dormir bajo unos melodramáticos
sauces
a la hora en que el sol atonta.
Oír a nuestros mejores amigos empujándonos a seguir lo que
sea.
Acabar sorprendiendo
unas libélulas en pleno apareamiento, recoger una manzana
alrededor de la frutera vacía
como señales de que pusimos demasiado relleno blanco a nuestra
bitácora del acecho
poco antes de cerrar el año.
Desmedido esfuerzo por mantener las cosas a flote en el ojo del huracán
corregiría antes de que me abracen por la espalda.
En fin, un pedazo
de pastel descompuesto desde la guinda
que maticé más tarde con una copa de champaña con
helado de piña haciendo de iceberg
a mi titánica cantinela.
Un lapsus calami ante la mesa redonda donde recé como el que más
ungido por el cotillón y la pirotecnia,
sobre un chancho al horno sin manzana.
A la deriva de un embate solitario
donde olvidé mirar el pronóstico, repasar mi vademécum
de chico explorador,
me interné a cara descubierta por los vericuetos y papareazadas
de ordinario,
las tramas folletinescas de los estudios culturales,
esa eterna novelita rosa anunciando el amanecer u ocaso con que acompaño
la siesta
bajo este sauce llorón.
Naturalmente, no hay
ningún asesinato o secuestro llevándose a cabo
sino el eterno robo de poca monta a la abuela o tía solterona de
turno.
O ese misterio de familia que olisqueamos de súbito pero do evadí
meter baza en sobremesa.
Gente encapuchada sin mucho que perder a unas cuadras.
Demás esta
decir que soy consciente de que me jodí la espalda
obligándome a seguir el espectáculo sin perder de vista
la conjura en el palco,
borrando sin piedad páginas y páginas que podrían
acercarme a los más vendidos,
cuchicheando en los entreactos justo el día en que la luna no retrae
nuestra sed.
Todo para regresar
a casa como si volviera de la luna
acosado por gente que gusta de espiarme desde sus cortinas a medio cerrar,
ventanas de las que, sin duda, yo me tiraría.
Vidas de las que hubiese aprendido suficiente manteniéndome a distancia.
Vidas que sometidas a mi dulce melopea
troquelaron en un retintín de canes disputándose a dentelladas
la basura.
Entiendo que di con
un oasis
en una tierra que todavía no estaba desértica.
Raúl
Hernández
(Santiago, 1980)
Poeta y bibliotecario. Publicó el libro Poemas
Cesantes (2005) y Paraderos Iniciales (2008) ambos por la editorial La
Calabaza del Diablo. Ha sido becario de la Fundación Neruda (2002)
y del Consejo Nacional del Libro y la Lectura (2004 y 2007). Obtuvo el
Premio Biblioteca Nacional / Fundación Mustakis (2003) y el Primer
Premio en el II Concurso Nacional de Poesía Chilectra (2004).
FRESA SALVAJE
Nos arrinconamos
contra la pared de posters.
Recuerdo que hablábamos
de la playa
y de las aves
que viajan hacia el campanario.
Rompimos un vaso cuando
nos reímos
boté los vidrios rotos a la hora de tu pastilla
y al volver estabas desnuda
en mi cama
cantando Camilo Sesto
junto a un cigarro.
PLAZA MADECO
Tendidos en el pasto
con las bicicletas
apoyadas en los árboles.
El viento que llega
como cerveza única
de primavera.
Los presos gritan
lo que nadie escucha
desde la Cárcel de San Miguel.
Mientras tanto
la belleza de las cosas
se invocan con luna nueva
y los chicos suben la reja de la cancha
tirando la pelota.
POLAROID
Los patines con alas
en el polerón Playboy
que lleva mi padre
en una foto
sacada el año 1982
parecieran
resaltar en la imagen.
Mi padre
contemplando el horizonte
inalterable como ahora
que ve un partido de fútbol
en el canal 7
mientras lo observo
sentado en el sillón.
Y de pronto
voltea hacia mí
y ahora soy el observado.
Nos miramos
nos dejamos de mirar.
Y vuelvo a la foto
donde también aparezco
a su lado de la mano
sintiendo
que no debería alejarme.
ZENITH
Tengo fotografías
de una niñez ochentera.
Las miro una vez más
tomo las llaves desde la mesa
y salgo a la calle.
Busco nuevas noticias
de la luna
pero me encuentro con amigos
que siempre están dispuestos
a gastar dinero
en una botella de vino barato.
Nos emborrachamos
con gracia
/
lentamente
con la inevitable espera del tren sin regreso
en una vida
que no quiere ser fotografiada.
Marcela Saldaño
(Santiago, 1981)
En 2002 publica Inclinación al Deseo y al Caos,
proyecto financiado por Fundación Mustaki. Además en la
selección Anomalías: Antología de cinco poetas chilenos
bajo la editorial Zignos. Obtuvo el premio de poesía Eduardo Anguita
de la ciudad de Linares.
En el campo de leche
los ojos se agrandan
El exceso es la consumación
de los hechos mientras la historia en medio de los vidrios rotos se aproxima
a los perseguidos que cerraron la fábula Como quien tapa un agujero
a su antojo Se acerca lo divino El juego de los niños muertos Experimentos
corriendo detrás de Pan tragándose su pirámide Que
puede ser un pueblo sin nombre o este proceso de extranjería que
cede sin residencia Encontrar la sustancia es la promesa Encontraré
un campo de leche Un labio desbordado de ira Encontraré algo que
pueda pertenecerme
Piedra sucumbe al canto
Sobre la piedra siempre
hay otra que sucumbe Como tus labios Tus rodillas Tu mano muy cerca de
tu línea Esa línea detallada en un papel Carboncillo Un
saludo Un cabello cano para mí dentro de la espalda Los papeles
son siempre piedra Piedra de la piedra en un extraño desvarío
Otra persona borrada Un rastro pendiente sólo en los olores Pero
esta noche esa piedra soy yo y te arrastras sobre mí como un carboncillo
dibujando estas formas impuras Mi risa obscena Mi gato El de la cabeza
más grande me suplica dejarlo entrar Como tú ahora entras
y sales Me enredo en ti y me pruebo tu sombrero Nunca te saques las botas
eso si Eso me gusta Nunca te las saques Eso si Sácame todo lo que
tengo en el retrato Vuelve sobre mí como un pedazo de piedra demasiado
duro que no dibuja Raspa Araña Mientras yo guardo mis colmillos
te presento mi línea Tus botas insisto en ellas Quiero probármelas
sin que te las saques Tu sombrero se instaló en mi ojo Mi iris
ya es sólo una calavera Una sombra de líneas trazadas Unas
sobre otras Te dije Si te quitas las botas me voy y me arrastraste sobre
la losa Tapaste mi boca con tu sombrero Comprobé que tu lengua
era la serpiente
Rodrigo Arroyo
(Curicó, 1981)
Licenciado en Artes Visuales por la Universidad de Playa
Ancha. Ha publicado el libro Chilean Poetry (Ed. Fuga, 2008). Como artista
visual cuenta con dos exposiciones individuales, Untitled y Traslados,
y ha participado en varias exposiciones colectivas.
Los últimos
años de un boxeador transitan entre el dolor de los golpes recibidos
y los golpes que, arrojados, imitaban a los aviones que arrojaban cuerpos
al mar.
En sus últimos años él sabe que debe incomunicarse,
sabe que aquello es un lenguaje muy distinto a todo lo que conoció
en el cuadrilátero.
Debe olvidar así, que las cuerdas que cierran el cuadrilátero
se tornan irregulares al recibir los cuerpos, pero guardan en su anomalía
el dolor del cuerpo derribado, guardan también un golpe ausente
y presente
dibujado en el aire,
una caída por venir.
Nos sentamos en la
orilla de un viejo boxeador recordando el extravío,
o aquellos vaivenes que entran y salen de nosotros, como cuerpos en el
mar;
Un barco con cuerpos entrando en altamar es la violación de una
metáfora, algo así como rocas encallando en un barco
o la ficción de un golpe en una noche que no acaba.
Pájaros movidos por el viento aparecen como tatuajes del cielo
al momento de colgar los guantes. Así, no es necesario hablar,
así, el silencio se guarda a sí mismo como gesto de ausencia.
-El
humo es una reescritura del silencio-
En los últimos
años de un boxeador las caídas son
una alegoría de la derrota que lleva a cuestas, persiste, más
que nada
por abandono y ficción.
Un día, tras salir del marco de su casa, un viejo boxeador olvida
avisarnos de su muerte, se pierde con el hambre de los golpes y el recuerdo
de sus amigos muertos, mirando la frontera.
Te miró y lo único que hiciste fue dejarlo seguir en la
pelea, callabas,
y él imaginaba que el silencio le decía aquello que deseaba
escuchar;
el tiempo que pasó recibiendo golpes lo alejaba más de su
cuerpo,
hasta que el río un día tuvo otro significado dentro de
sus aguas.
Su vida fuera del cuadrilátero era un camino cercado de pasajes
que remitían a un centro lleno de grafitis. Recordaba a Mordo Nahum
diciendo: Siempre estamos en guerra, y seguía perdido mirando
las cuerdas del cuadrilátero, ondeándose como olas de un
mar que chocan
con el puerto que le contiene. Ensuciaba las ventanas para no caer en
la red secreta de una transparencia vulnerada.
Este boxeador exiliado recibe los golpes escondido de las olas
porque entre la pose que debe mantener y la pose que debe derribar
se ha interpuesto lo desconocido,
¿Sabes cuál es la posición de tu voz ahora que no
llueve?
Vamos, oxidémonos juntos, caigamos en línea recta
hacia la lona
como si fuésemos sólo un viejo boxeador habitado por incógnitas
un peleador que se excede al eludir, al mover los pies.
¿Entiendes ahora que no se trata sólo de golpes en la
cara?
Una pelea es algo solitario, es pura ausencia;
un vuelo en cambio no es sino una suma de transparencias saliendo de tus
ojos, tachaduras a una voz que se calla a si misma por no saber
cuál es su lugar en la memoria.
Vamos, guárdame en el aire,
sabemos
que hay espacio ahí.
Sabemos que sólo un viejo boxeador tiene derecho a la violencia,
a decirte adiós sin palabras,
moviendo su guante como testimonio,
como línea invisible guardada en el viento;
el sacrificio estrecha su horizonte, estira la entrega de su muerte.
No llegó a la revolución ni a sus recuerdos, no tomó
jamás un libro
y las heridas que veíamos a través de la televisión
eran en blanco y negro
igual a los árboles que interrumpían el trayecto de las
bombas
que iluminaban esas noches.
Odiabas a quién
decidía callar por no tener qué decir
¿Y si te mirase nada más, desde el color sucio del silencio?
DE Vuelo
De pensar en los muros que forma el viento
pasamos a cambiar el significado de la distancia,
pensábamos entonces en los muros que van más allá
de los muros
entrañablemente unidos al ladrillo.
Imagino que la pared
externa de un muro debe desear salir de sí,
para ver qué es lo que su revés le oculta
para ver si sigue siendo un cuerpo al otro lado de un río
que no para de caer.
De Vuelo
Aprendimos que decir edificio incendiado era decir la condición
del edificio; decir detenido desaparecido era pura condición, algo
así como esquirlas hundiéndose, lentamente, en el agua.
Es así a veces; la historia habita entre rejas, con un dibujo surrealista
del otro lado.
Aprendimos entre desencanto y desastre. Ocultamos un carbón atravesado
en la tráquea, expeliendo un polvo negro que inevitablemente nos
recuerda
brasas encendidas.
De Vuelo
Esta, la casa que
todos podemos imaginar, tiene pistas que no recogimos
y se van gastando de tanto ser ignoradas.
¿Qué hubiésemos sido al seguir las señas?
¿Estaríamos desaparecidos aún de nosotros?
Esta noche,
ningún lado
¿Puedes morirte de mentira?
Respóndeme antes de esconderte, ya hablaremos de las desapariciones,
este es el último
comunicado antes de sustituirnos las identidades o perdernos en el laberinto.
Dejamos el caballo húmedo en la entrada, de regalo, una provisión
de manzanas,
la ballesta y dos estacas.
Porque al ?nal, al principio, todo se repite :
la idea de pensar en la falta de palabras, los cuerpos sobre la mesa,
los cubiertos.
Todo se repite, todo.
Tengo frío llueve
estoy
cansado de imaginar
De Chilean Poetry
Púas para perpetrar
el simulacro
bajo una lluvia marcada por los signos
del castigo de la barricada.
El aguacero ha creado su doble. Que distorsiona la verdadera humedad del
tal vez sea eso, el asunto de la lluvia, lo que nos extravíe
los falsos focos. Las nuevas imágenes, los márgenes.
La caída es
una televisión a colores transmitiendo el recorrido de una ?echa
desde la ballesta, la pistola, el tanque
hacia un caballo de
madera con un laberinto dibujado en su lomo.
Enrique Winter
(Santiago, 1982)
Ha publicado Atar las Naves (Santiago, 2003) y Rascacielos
(Ciudad de México, 2008). Es editor de Ediciones del Temple y abogado.
PASTO SOBRE ESCULTURA
Esto
como una reproducción
a escala
del hielo
que
remite al dibujo oficial de un copo de nieve.
La simetría
de unas líneas que no están en la nieve:
que sean clavos grandes. Que entre ellos haya plumas blancas.
Que
al hacerse más grande
dé cuenta de lo que significa hacerse grande:
f r a g i l i d a d .
Lo que hace a las
líneas entrecruzadas decir "nieve".
Cuántas líneas
sobre un papel se necesitan para ver la nieve,
alguien se pregunta al mirar que tras la ventana nieva.
Acto
seguido, pasa la vista sobre su dibujo en dirección al que hizo
antes
de un animal.
¿Qué
ve la niña de un año en el trazo,
que dice "miau" cuando lo apunta? ¿Cuándo
comienza a
ser
un gato ese dibujo?
Deja las dos dimensiones
del dibujo y vuelve a las tres
de la tarde dimensiones
de la reproducción a escala del hielo.
Una
escultura.
Una
escultura hacía perpetuo lo fugaz.
Pero si a una escultura le crece algo en la mejilla
pasto por
ejemplo. Una escultura que hace fugaz lo perpetuo
del
hierro.
Hacer fugaz lo perpetuo,
como un bien de consumo
que antes duraba para siempre:
radio,
mesa, casa. El sobreconsumo afecta la escultura.
Lo perpetuo
y
su defensa
contra el consumo y sus dueños.
La
perpetuidad es revolucionaria.
La perpetuidad es
f r á g i l .
Como el hielo
cuando
es representado en una escultura.
PAREJA SOBRE SED
Lo deseado no llena esta botella
sólo la cubre
como
una tapa
o
una bolsa
destinadas a la basura.
Soy la botella que
allí sigue
vacía, retornable.
NO RETORNABLE
No quita la sed mi negra
pues lo deseado no llena
el cuerpo de esta botella,
sólo lo cubre, con cueva.
Un envase vacío
que no se carga
aunque lo cubran bolsas
o sellen tapas.
O sellen tapas, sí,
que se acumulan
con más tapas y bolsas
en la basura.
Quedo solo de envase
no retornable.
Víctor López
(1982)
Ha participado en varias antologías en las que destacan
Desencanto personal, 2003, editorial Cuarto Propio, Gran capital, 2005,
editorial Calabaza del diablo y en la selección Nueva poesía
2005, también fue premiado con el premio hispanoamericano de poesía,
revista vox/ amigos de lo ajeno/ y recibió además el 2006
la beca de la fundación Neruda. Publicó Los surfistas en
el 2006 en la editorial Vox, Bahía Blanca - Buenos Aires - Argentina.
(Fragmento del manuscrito inédito: Guía para perderse
en la ciudad)
Se acercó a la ventana para dar una idea exacta
de un "hecho"
Pero descubrió
que no existe una idea exacta
de un hecho
Solo un montón
de hojas muertas acumulándose
en la parte trasera de un jardín
Un jardín que
lo más bien podría ser
un jardín mental
donde se acumulan
ideas, recuerdos o la noción
que nosotros tenemos de la palabra "recuerdos"
Lo cierto es que se
acerco a la ventana para decir:
Mira hijo esta
hoja que yace aquí muerta
mientras tú crecías, ella también crecía,
mientras aprendías
en tú cuerpo los secretos
de un lenguaje hecho de diferencias
ella también
aprendía a ocupar un lugar en el tiempo
y en el espacio delimitado por la palabra diferencia
Inclusive ya por esos
años un tipo llamado
Ludwig Wittgestein le decía a su amante al oído
Hay tantas palabras
invisibles que deseo oír
Tan solo por decir
algunas cosas que sucedieron aquí
durante tu ausencia
La mitad de la casa
fue desmantelada para dar paso
a una carretera de alta velocidad
a mi se me cariaron
los dientes y tu hermana se deprimió
hasta el punto de desaparecer
¿Entonces cuantas
visitas al dentista serán necesarias
para que los dientes parezcan realmente blancos?
Brillen sin el sarro
que por años se acumuló
Para que al final
del día con la boca anestesiada
podamos preguntarnos
¿Ahora cuánto
tiempo es necesario para aprender a sonreír?
Preguntas cómo
estas no existen
y si existieran
El paisaje publicitario
que nos rodea asemejaría
un montón de hojas muertas acumulándose en la parte trasera
de un jardín
Un jardín que
lo más bien podría ser un jardín mental
La ultima imagen que ella conserva de él es marchándose
bajo un camino oscuro rodeado de cipreses
Un hombre es siempre
un libro de gramática abierto
donde los fantasmas del contexto giran sobre sus manos
Si digo esto puede
ser sostenido por una mano
también estoy diciendo la pesadez puede ser sostenida por las palabras
Quizás la manera
en que llevamos la palabra abandono
inscrita en el cuerpo
sea la razón
por la cual nos quedamos hasta tarde pensando
en las hojas que caen en el patio de atrás sin que nadie se de
cuenta
¿Entonces cuáles
serán las palabras apropiadas para decirle
a alguien que su hijo a muerto?
¿Cómo
es que un día acaricias el rostro de alguien y al otro día
ese alguien es un fantasma temible y aterrador?
Lo cierto seria decir
que los jardineros se durmieron
cortando la maleza y es tarde
A esta hora el pasto
degollado, mutilado
se empieza a secar
y ahora vendrá
lo difícil
¿Por dónde
empezar una conversación?
¿Cómo
empezar a hilar esa red de asociaciones que hace mucho
los lingüistas definieron como habla?
y que ahora en un
paisaje completamente derruido, abandonado
volverá a nacer
Hay un árbol
a la distancia
la curvatura del cielo lo hace posible
Las palabras también
sufren en su piel el paso del tiempo
En primavera los cipreses
se mueven con el viento
Las manchas en las sábanas son de un gris pálido casi solar
Esa mañana
el se marcho temprano hizo sus maletas
ella en cambio abrió las ventanas
y la habitación
se inundó de luz
Una pregunta no necesita
de una respuesta
pero una respuesta
necesita ser interpretada
en función de la pregunta
A veces las palabras
son más frías que los objetos
los objetos necesitan ser observados con detenimiento
Las palabras son lentas
y provienen de la garganta
el día esta repleto de palabras y se resume en el horizonte
Un obrero cansado
desde las alturas mira a su hijo
escribir un poema
El también
construye un edificio de palabras
en el cual nunca vivirán
Un edificio que sangra
la herida del mundo
Un montón de imágenes que se fueron acumulando
una a otra
antes de que viniera
alguien y las barriera bajo
la alfombra de golpe
No te quedes con
la luz prendida hasta tarde
decía mi mamá
La oscura inmovilidad
de las cosas que duerme
en los ángulos como el polvo
Una canción
que se fue formando
de fragmentos
Hasta traer desde
la infancia
una ráfaga turbia de hojas
que se fueron acumulando
bajo un cielo de nubes luminosas
¿Cuántas
hojas pueden caer en el mismo lugar
antes de que en nuestros labios se forme un pensamiento?
Como se sumerge por
años el dolor para volver
a emerger un día cualquiera
En la apacible forma
de una película
donde ha empezado a nevar, lo blanco refulge
y lo único
que uno puede hacer es sentarse en el sillón, abrigarse
y beber una taza de sopa caliente
Ella se hizo un collar
con los cristales que estaban
esparcidos en el suelo
después vino
alguien vestido de blanco
la declaro loca y no volvió nunca más
Un libro necesita
ser leído al menos una vez
para que sus hojas no se resquebrajen con el tiempo
Un paisaje de posibles
oraciones y frases hermosas
que no dicen nada
La escritura no es
la representación del mundo
sino una concesión con él
¿Cuántos
libros uno puede leer en su vida
y seguir teniendo la sensación de vacuidad?
La ventana se rompió
y los cristales quedaron esparcidos
en el suelo
Un poema es un inventario
de silencios
Mi abuelo creía
que yo era demasiado indio
como para ser familiar de él
cuando iba a verlo
no respondía el timbre de la puerta de su casa
hasta que un día no respondió más
Las flores en el jardín
despiertan
Afuera el canto de
los pájaros y el sonido de las patrullas
sostiene un discurso
Cada palabra tiene
una representación mental
Así como cada persona sostiene sus propias
preguntas y respuestas
La débil distancia
que separa el suave aroma
de un cuerpo joven
del intenso olor que
expele un cuerpo
ya senil
Pese a la lluvia matinal
el cielo es de un color
fuertemente anaranjado
Las nubes grises se
retiran hacia un paisaje
escrito una y mil veces pero aun así repleto de incertidumbre
Ahora voy a intentar
representar lo irrepresentable
Mi padre construyendo
mi primera biblioteca se golpeo
el dedo tan fuerte que la uña se le cayó
Quedando en su lugar
un espacio vacio el cual yo siempre
evité mirar
Los recuerdos ya no
son así de claros
El tiempo se ha plegado
sobre ellos dejando entrever
una grieta oscura algo así como un significante
Pienso con frecuencia
en aquello que nos es difícil de recordar
las distorsiones narrativas y poéticas a las que uno se ve expuesto
La lógica que
guarda cada acto infinito
Edson Evaristo
Pizarro (Santiago, Puente Alto, 1983)
Compilador y co-editor del libro Muestra de poesía:
18 poetas jóvenes de la región Metropolitana publicado en
el año 2006.
Este poema no lleva nombre porque no lo necesita
Asi quieren que hablemos,
despacio sin acentos sin alzar la voz
Asi, para no molestar
al vecino Porque el vecino puede acusarte con su padre y nadie quiere
eso Porque aqui se incentiva el soplonaje
Quieren que compremos
los productos que ellos quieren Quieren que deseemos ser como ellos (solo
desear)
Que usemos diminutivos
como las madres Que escribamos con una caligrafia perfecta Que la O nos
quede bien redonda Con los puntos bien marcados sobre las ies Sin acentos
sin cargar la voz
Asi, sin molestar
a nadie Que estemos contentos con nuestro trabajo Que estemos contentos
de nuestra vida sexual Que pongamos el televisor a todo volumen y follar
sin molestar al vecino
Que compartamos nuestro
metro cuadrado Que nos convirtamos en cifras latas de jurel
Y te cuestionas Creciste
entre Abran la Muralla y Another Brick in the Wall
Insisto Las palabras
son ladrillos fiscales No puedes construir algo decente con ellas Pero
si colgar una pequeña cortina divisoria Que ellos llaman Cordillera
de los Andes Nos permite establecer fronteras crear cortafuegos
Debemos estar formados,
bien cuadrados Porque si no estamos ordenados
NOS CAEREMOS AL PACIFICO
Diego Alfaro
Palma (Limache,
1984)
Participa como editor general de la página web
Cuarto de revelado (www.cuartoderevelado.cl ). Ha sido antologado en el
libro El mapa no es el territorio (Fuga, Valparaíso, 2007). Prepara
su primer poemario llamado Paseantes.
(Del manuscrito inédito Paseantes)
Semilla
En la ventana de un bus
empañada por el cansancio de un viaje
un niño con ojos de silencio
sin disculparse, casi como un relámpago,
trazó con uno de sus dedos
la solución al enigma del universo.
Observando su obra,
la conjunción de números y letras,
empuñó -sin gesto- la manga de su chaleco
despidiendo la bruma y sus vacíos
para así poder admirar el paisaje.
Brisa Marina
Te asomarás por el ventanal
quizás acompañada de tu gato
dejando que el frío entre en tu cuarto
y se resguarde en las sábanas
Sobre una silla, junto al televisor
te esperan la falda de puntos rojos
y los dorados botones de tu chaqueta.
Tesoro
Como todos poseía
un secreto
En el estante detrás de las fotografías
un rayo de luz apresado
en un frasco de mermeladas.
Lago
"Noche será como de día claro"
Zacarías 14, 7-8
Esa tarde recuerdo
tomamos las cañas de pescar
y salimos hacia el bote
y sin palabras
la hora
se convirtió en amanecer
y ocaso.
Enero
Una invitación
Como la luz que somos
No tardía
Sino pasajera y abierta al reflejo.
El Retorno
El empleado del almacén
juega con un perro
y en la caja el dueño cuenta
las monedas, una tras otra,
sin despegarse por años de su Sábado Gigante.
La vecina se asoma
por la tarde
a una esquina de ciruelos, niños y evangélicos;
una sombra proyecta la sospecha:
su vuelta después de tantos mares.
El Amaya se aferra
a la reja
toca el timbre, pregunta por mi abuelo
y me cuenta de su viaje al Japón,
mientras detrás de nosotros
el magnolio desprende sus pétalos en el tiempo.
Alguien con pasos
inseguros
carga una bolsa con verduras
Ve pasar el otoño
como si las hojas dudasen
como si el murmullo del viento fuera falso.
Las estaciones que
no terminan
Este retorno que no termina.
A Philip Larkin
Reconocerse en un poema de Philip Larkin
Puede parecer tan desolador
Como la fotografía de un carrusel bajo la lluvia.
Las soledades que vienen y van
Pueden ser tan cansadoramente inútiles como la literatura
Sin embargo
De una u otra forma volveremos a ellas
Como a aquel viejo paraguas que desdeñamos
Por sus extravagantes colores
Pero más allá de estas vagas lamentaciones
El deseo de estar solo
Bajo una luz, en pie de poesía,
Desconociendo -desde altas ventanas-
La miserable estulticia
De las chicas bellas,
Arpías que dolorosamente
Anidaron en tu vergüenza.
V
Me he puesto a lavar
los platos pensando tal vez en escribirte. Relegado por años al
oficio del poema olvidé probablemente la carta, un epistolario
sin esperar respuesta, dejar correr líneas como agua cayendo de
una llave para quién sabe llegar a donde. La soledad carcome, debilita,
es una termita hambrienta a la que llegado cierto tiempo podemos hospedar
a sabiendas que terminará destruyendo nuestros cimientos.
Ahora que hay nubes y no techos, ahora que la intemperie es bosque y no
desierto, me pierdo en el crepitar de estas hojas trazando una senda incierta:
palabras como hitos.
Lavar los platos como
quien lava su alma tras la tormenta.
TAMYM MAULÉN
(Santiago de Chile, 1985)
Estudió Filosofía en la Universidad de Chile
y Letras en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Ha obtenido, entre
otros, el Primer Premio Municipal de Literatura de Santiago Gabriela Mistral
2007, el Primer Premio de poesía Rodolfo Walsh, Buenos Aires 2008,
y el Primer Premio de poesía joven Animita Cartonera Santiago 2006,
galardón al que renuncia. Ha obtenido también la Beca para
la creación literaria de la Fundación Pablo Neruda, la Beca
de excelencia Universidad de Chile y la Beca de creación literaria
del Fondo del libro y la Lectura en Chile. Ha sido publicado en diversas
antologías de poesía contemporánea en Chile y en
el extranjero. Los siguientes poemas pertenecen a su libro inédito
PAF. Actualmente reside en Buenos Aires, Argentina.
S H H H H H H
I
Mi hermano raya los muros del barrio con spray:
grafitis que no entiende nadie. Llega a casa y se lava
las manos pero quedan sucias. Cuando comemos
yo miro sus manos y pienso qué habrá cocinado mamá
Pollo, arroz con ensaladas, por qué raya los muros.
Mamá cocina sola, yo no le ayudo. Mi hermano
toma el pollo con sus manos negras y llenas de pintura.
Mi hermano se llama Gabriel. De eso me acuerdo:
comíamos juntos, en silencio, se llama Gabriel.
Yo miraba sus manos pintadas y me iba.
Papá lo golpeaba. Mi madre traía los platos a la mesa:
-Grafitis
sin sentido
que
no entiende nadie
II
Lo único que existe es una araña de rincón, polvo
rastros de humedad goteando en las murallas
limpiando las paredes y haciendo ver que alguna vez
esas paredes fueron blancas, nuevas, estamos muertos.
Hola. Alguna vez pintamos de blanco esta casa
comimos pan tostado y fuimos felices.
El pasado no está vivo. En mi casa el único ser vivo
es una araña de rincón acechando los fantasmas
que somos. Mi casa es un rincón del mundo
donde no vive nada salvo esta araña de rincón
esperando callada detrás de un cuadro viejo
donde estamos todos juntos, abrazados
(Mi casa es esta foto vieja donde estamos abrazados)
desteñidos, celebrando mi primera comunión.
III
Me hubiese gustado ser otra cosa, papá.
Si me pegaste fue porque me porté mal
porque le dije a mi madre la soledad
es lo más asqueroso del mundo.
Recuerdo cuando me enseñaste me dijiste sí
pero no lo hagas. Ahora lo pienso y tenías razón:
ya casi nada vale cien pesos.
Después de equivocarnos lo más sincero
sería equivocarnos más.
Me hubiese gustado ser otra cosa, papá:
tu hijo, por ejemplo.
IV
Me mata tener que limpiar siempre la mesa
para sentarme a comer. Hay tanta sangre ajena
sobre el ajeno mantel. En las noticias, en el televisor
muchas personas mueren de otras formas: ¡Pum!
un balazo, tu atropello, la guerra de siempre, las hambres
de siempre. Sin embargo ahora yo me muero así
(La muerte es un día perfecto que de pronto se nubla).
A veces pienso tanto en Cristo que no me persigno.
¿Qué nos mata entonces? Me pregunto cenándome
Preferiría entonces tener nada que comer. Tal vez así
comprendería lo que es vomitar de verdad.
Mientras tanto agarro el tenedor:
-Comienzo
a escribir en la sopa
aquello
que se desvanece.
V
Porque los ángeles no existen, ni el amor, ni el fin del mundo.
Cuando niños nos dijeron que el mundo terminaría
en el año dos mil. Pero, ¿cuándo terminan las cosas
que nunca comienzan? Después que nos pegaba papá
mi hermano y yo subíamos a nuestra pieza chica
no decíamos nada: como Michael K conocimos
el silencio. Bolaño dice que el silencio no existe
que es estúpido pensar en él. Pero mi memoria
sí que conoce el silencio: Yo___________ mi hermano.
Una línea así de fea nos unía. Mejor, una pena
así de tiesa nos ligaba. Mi hermano y yo
nos quedábamos quietos, cada uno en su cama
dos muertos en la sala de autopsias. Nuestra casa
era el silencio. Nuestra casa grande y llena de ventanas.
Nuestra casa llena de muebles. Y en el patio
una piscina seca, porque es invierno.
VI
Entonces me dice que la gente se muere.
Que incluso la muerte algún día se tiene que morir
Las guitarras, la poesía, el flan, las nubes, todo.
(La muerte es un día celeste que de pronto se nubla)
Pero ¿dónde está? Y la vida, muchacho, ¿dónde?
Fuimos a comprar dos flanes para el postre
mientras tres niños lamían yogurt del basurero.
Entonces mi hermano dice que la gente se muere
que incluso la vida algún día se tiene que morir.
Yo le digo no importa, silencio, cállate
Shhhhhh, todos algún día nos vamos a morir.
(La muerte es una guitarra celeste que de pronto se nubla)
Ja, pero eso ya es cosa de la imaginación
-Hablemos
de otras cosas, total
es
eso lo que hacemos siempre
VII
Mi hermano raya los muros del barrio con spray
grafitis en pleno silencio. Toma con sus manos
el spray y presiona la válvula: shhhhhh
y escribe su nombre en la pared. Es de noche.
Nadie está despierto excepto los perros hermosos
que quieren pelear. Cuando niños una vez
nos peleamos. Le pegué tan fuerte que no cesaba
de llorar. Me pegó también, pero no lloré.
Gabriel es mi hermano menor. Shhhhhh le decía
pero él no dejaba de llorar. Mi hermano escribe
su nombre en la pared recién pintada: la firma
del artista. Si le pegas a tu hermano te voy a pegar
decía mi padre. Shhhhhh, ¡silencio!, pero mi hermano
no dejaba de llorar. Ja. Ahora me río (del dolor)
Tomo con mis manos el lápiz grafito,
-Escribo
este poema
contra
una pared:
la
firma del silencio
Niño chileno con guitarra a palos
Allí
cuando te golpea tu padre y hace ¡ paf !
su cachetada, su ceja ciñéndose marcando las cinco
de la tarde, del día, de sus cloacas chilenas no africanas
o del pesebre más remoto de sus pantalones descosidos
Allí, en la escenilla más oscura del teatro universal
sin casi sin pudor alguno
salen a ocultarse raudos los ciempiés
que nada entienden de nada de nada
y por lo mismo es que la vieja Queltehue prefiere dormirse
sin saber hasta qué punto podrá volar su cara rota
después de insistir, in fraganti, qué más
da:
la vieja Queltehue desconoce si es en mi
o en si o en re sostenido al menor
la entonación la de la cuerda la adecuada
o de la oruga endurecida y atiesada
que retiene entre ceja y ceja
a propósito de la ceja de tu padre, que es mejor
llamarlo desde ahora gusano de gusanos
o lepra de lepras, sin ofender a los leprosos, por supuesto.
Por si acaso, te cuento que si te golpea tu ya dicho ese
a propósito de la Queltehue que olvidó
eso que pasó a la hora del té
cerca de tu casa donde alguien te hizo ¡ paf !
te contaré que en el nido de la vieja que ahora es madre
tres polluelitos de alma pura, como la de los travestis
puros de verdad, puros como los ya antiguos cigarrotes de la isla
tropical, cubana, puros de alma o puros cuentos
puras leseras dirán
pero no dirán ni una palabra los citados polluelillos
que desconocen, que no saben, que son puros, ya te dije.
Ahora bien, si por casualidad intentas sumergirte
en el mar rojo de tu sangre zamarreada
o en el negro oscuro de tu cuarto negro
ahora carcomido por los espantadizos
acurrucados, carcomidos ciempiés carcomidos
yo no sabré qué decirte
niño chileno con guitarra a palos
pues tú eres un polluelo más de la Queltehue
tú eres uno más de los que canta
sin saber de todo.
Y sí
aunque ya no exista algún sentido para decir sí
o aunque se hallen desaparecido todos los recuerdos
para vomitarles no, y a pesar del pesar
de todo eso que pasó como a eso de las cinco
casi al lado de tu casa donde alguien te hizo ¡ pum !
Sí, aunque todo, aunque casi ya no duela
ese alguien es tu padre, niño sombra niño África
y tú sigues amándolo y tú sigues diciéndole
y tú sigues limpiando sus zapatos
y tú sigues bebiendo de su lepra
y tú sigues cantándole tus cantos
a pesar de todo, a pesar que casi ya ni sangran sus patadas
y al ciempiés, aún así aún asá
nada le importan estas cosas
al igual que a la Queltehue vieja
que no ha dejado de mirar mis ojos
que no ha dejado de mirármelos como diciendo: ¡Vete!
o yo me volaré otra vez
y otra vez me chuparé al gusano para regurgitárselo
de nuevo, a vuestros hijos
mis polluelos.
A quién le importa escuchar estas cosas
cuando la tole tole de la vida
qué pasaría si te digo
cuando la tole tole de la vida
qué pasaría si te digo
que la tole tole de la vida ha succionado
algo más que un par de ciempiés de tu tierra seca:
¡Cuidado! La Queltehue está mirando
la Queltehue observa cuando el niño sangra y llora
cuando sangran y lloran sus sueños de niño
su cuerpo de polluelo
y aún así sigue cantando sus canciones, a pesar que nadie
de nadie de ninguno acude, in fraganti, qué más da:
su padre lo enferma su lepra lo golpea ¡ paf !
y la Queltehue llora a meses ¡ paf ! Y la Queltehue reza a picos
y todos chillamos y nos hacemos los buenos
a la mala a la mala nos hacemos los sensibles
y sin embargo, la Queltehue no hace nada
pues son casi la cinco y es hora del té
qué pasaría si te que pasaría si te
que pasaría si te digo esto:
el niño chileno está mutándose en un hombre
y los ciempiés se ocultan
y la Queltehue duerme siesta.
Por si acaso, durmiendo
sí está
con sus tres chicuelos
pero, en todo caso, cuando pasan los siglos
y el olvido inunda nuestra memoria de ciempiés
más vale que te lo repita de nuevo mil veces
una y otra vez: la vieja Queltehue desconoce si es en mi
o en si o en re sostenido al mayor
la afinación correcta para el canto del polluelo
porque aunque sea más que puro
hay alguien que lo enferma
allí, en esa esquina triste de su casa
allí, cuando lo golpea su padre y hacen sal
sus bofetadas, sus gritos bañándose en su zamarreada sangre
en sus heridas, en el rincón más pobre
de sus sueños descosidos
allí, o sea, en este instante
hay alguien que se oculta y como todos
no hace nada
de nada de nada
como todos siempre
qué más da.
¡ Paf !
Silencio.
¡ Paf ! Resonó la cachetada del gusano golpeando a su hijo.
De pronto, de improviso, de golpe el golpe
pudo más que treinta Queltehues rezando.
In fraganti pillamos la lepra del hombre
su ceja marcando las cinco
de la tarde del té delató la escena
más obscura y frígida del teatro universal:
hay ahí y ahora un padre un hijo
y un destino que no más que lepra.
¡ Paf ! No hay respuesta.
¡ Paf ! Y no hay más que lepra.
¡ Pum ! Y los ciempiés nos hacemos los milpiés
para huir más rápido que ahora
y sí, allí, aunque no lo creas
el niño sigue amándolo
sigue aún chileno
sigue aún diciéndole
sigue tocando su guitarra
sigue cantándonos su canto:
"Para qué me escuchas
si después me guardas
si después me olvidas,
si después sigues tu vida
sin saber que ahora la escuchas
y después la guardas
y después la olvidas ".
GUIDO ARROYO
(1986, Valdivia)
Ha publicado el libro objeto "Postales Bs As"
(2006) y la plaquette adelanto "Cerrado por derrumbe" (Fuga,
2008).
Naturaleza Muerta
Si te quitas la venda
llegas último
dijo mi abuelo alguna vez en el hipódromo
cuando perdió todo el dinero para putas
y llegó temprano a gritonearle a mi abuela
-la anécdota
no tiene nada que ver con el poema-:
A la manera del herrero o el caballo
fundo mis dedos al lienzo rugoso
que ha sido blanqueado tantas veces
la curva metálica
es una lágrima roja
la memoria
una llama tenue pura crítica
los caballos de
carrera.
Naturaleza Muerta
"Llanterío
no es por cadáver exquisito que
me restriego los ojos
ni por la mejor filosofía que asisto
a los cenáculos de los quitapenas"
Elvira Hernández.
Ingreso premunido de esperanzas
como alumno de primer año de arquitectura
o la puta de falda cuadrillé que frisa los sesenta
o el poeta de sombrero alón que todos fuimos algún día
al
antro que alumbra una calle sin paz.
Veo a Li-Po abrazando
una botella
redonda
o
amarilla
era verdad que no
ha muerto
equilibra sus codos sobre una mesa coja.
Intento
retratarlo pero no doy lápiz con vida ajena.
Procuro abolir el
vacío
de
este blanco intangible, un trazo rosa
una ciruela estallando entre los labios,
pero no hay rama que sostenga al fruto
porque
de mi pantalla emana un hedor a primavera
un aroma una lágrima un poema por cada cuota.
Toda naturaleza muerta
debería recordarnos
nuestro fracaso
-rozar tal vez el brote, percibir a lo lejos poesía-.
Dibujo entonces
una fotografía del Quitapenas
para recordar que una botella se empolva
bajo mi mesa.
{Si Warhol despertase le pegarían en las costillas}
si los huesos fueran piedras hablarían, si excavamos
un poco la tierra están los huesos, ya está dicho o re
producido tantas veces como tantos son los obreros que no pueden
saborear una lata de sopa o acudir a un Museo
para
mirarla
y si despertase
Warhol le romperían
las costillas de un culatazo con una hechiza
abrirían su cuerpo esquelético buscando dinero mal habido
ese basural de plátanos secos y cintas rayadas, pero los breves
huesos
siguen firmes, blancamente enteros
los gusanos no cumplieron
con su oficio
las vísceras
bien caladas en el medio
porque el problema no son sus huesos ni los huesos que vertebran el espacio
debajo
de las obras respiran huesos
tan
blancos como lienzos sin memoria
debajo
de tu polvo están los huesos, le pegarías
a
Warhol un culatazo
o
a su sobrino que recita en el museo?
Monserrat Ovalle Carvajal (Santiago, Independencia,
1992)
Ha participado en los talleres: Literatura callejera y
libros de cartón con Fernanda Arrau. Cortometrajes en tiempo real
con Oscar Cárdenas. El ojo blindado (crónica urbana) con
Roberto Contreras. Gimnasio poético con Germán Carrasco.
CRIATURAS CELESTES
Esa estira la mano,
aquella la toma,
ambas giran y caen al suelo.
Hablaban con los ojos
entre miradas de un idioma que sólo ellas conocían.
Ella gritó,
la niña se tapó la boca.
Una es sombra,
otra se rebela de su calidad de espejo.
Corrían en
el jardín:
Jugaban
a escaparse de ellas mismas.
Borró un lunar,
cortó cabello.
Las siete diferencias ya no se venden por separado.
ERA UNA GOTITA, UNA SOLA GOTA
La primera gota invernal
cae sobre los cabellos marrones de él; la puerta cierra de un portazo;
Marta agarra con firmeza su paraguas, quizás la chica del tiempo
se había equivocado; un perro ladra desesperado por entrar; Tomás
pisa unas cincuenta hormigas causando un revuelo total en la colonia;
ella grita sin razón esta vez; una mosca lucha sin esperanzas contra
la ventana; la cerveza se acaba; MetroTV afirma que esta comprobado científicamente
que todo tiene un por qué.
PERDIDO
Los árboles
lloran como las hojas amarillas que caen.
Más agua para el cielo.
Abandonaste la armónica,
entre notas desafinadas te llama.
No está ahí como creías.
¿Quién
dijo que sería fácil?
Aún cuando no quieres encontrar los fragmentos
el viento los levantó del suelo,
te recuerdan la ropa tendida que dejaste en casa,
te recuerdan aquellas cosas que no quisiste vencer.
Cuando cuesta tanto
arreglar la pared de mensajes mezclados
es mejor cerrar los ojos por un rato
y escuchar a la armónica que canta.
FENG SHUI
La puerta del baño
estuvo mucho rato abierta
e hizo colapsar la pieza de malas vibras.
¡Tanto así
que sudaba borbotones de limón!
Poco a poco nos revolvimos
en ese ácido pegajoso,
en el que más de una silueta se ahogó.
El
hombre que está solo y descree o
La experiencia del desencanto en la narrativa de Fabián Casas
/ Óscar Daniel Campo Becerra
Lo veo a Andrés
Stella hacer y deshacer la ruta que lo lleva al bar Astral. Allí
están también los otros, Roli, Lamadrid, Daniel Dragón,
el mismo Sergio Narváez. Si abro un poco más el foco aparecen
en la imagen los demás: las tías de Andrés, sus padres,
el gordo Noriega, Máximo Disfrute, la pandilla completa de Boedo.
Está ahí, se ha quedado conmigo, la constelación
de personajes que viven en la escritura de Fabián Casas, al menos
la de sus textos narrativos Ocio seguido de Veteranos del pánico
y Los Lemmings y otros. Tengo la certeza de que no son más
que una ficción, un mundo textual autónomo que tiene
sus propias reglas y al que podría atribuírsele incluso
la apariencia de lo completo y cerrado. El cúmulo de relatos configura
la realidad concreta, le da forma al pasado del grupo de amigos de Boedo,
que no son más practicantes del boedismo zen, ni la pandilla de
Rivadavia. Y al mismo tiempo lo son (de otro modo) en la escritura. Pero
sé también que ese mundo cuenta otras cosas, algo que no
cabe de manera explícita en la anécdota inmediata. Apartes
de la realidad histórica de finales de los setenta y de las décadas
de los ochenta y noventa, asoman para apuntalar el sentido y la necesidad
de esos textos narrativos. Hay entonces una memoria de la experiencia,
tras ella una noción de realidad. Pero lo que no hay es una recuperación
de la experiencia, ni del tiempo ya ocurrido. El ritual del recuerdo ha
sido ahuecado por el desencanto. La ficción en Casas no tiene ningún
valor mágico, ni mítico, y la elaboración del mundo
autónomo de lo estético aparece truncada, interferida, por
el absoluto descreimiento. La escritura literaria, incluso, no tiene elevación
alguna, es un acto inmediato, enunciado por una 'biología sin rumbo',
muy a pesar de su tendencia a la hipercorrección del lenguaje:
es necesaria pero no sublime, porque no ofrece explicaciones definitivas.
Los personajes de la obra de Fabián Casas me conmueven con su fuerza
vital, casi tangible, pero no son ellos (su verosimilitud, su relación
con alguna posible realidad externa), sino el lugar que construye la escritura
para alojarlos. Y lo que siento es que esa experiencia de la escritura
sin fundamento encuentra atmósferas, densidades, impresiones que
me alcanzan como individuo, se parecen a algo que ya conocía o
que me es dado como si lo conociera de antes.
En la contratapa de
Los Lemmings y otros relatos, publicado en el 2005, hay
una cita tomada de uno de los siete cuentos (más un apéndice)
que conforman el libro:
Desde que empecé a publicar, la gente me pregunta: '¿Esto
es autobiográfico, no?' O: '¿El personajes sos vos, no?'.
Así que voy a empezar por decir que todo lo que se va a narrar
aquí es absolutamente verídico. Pasó realmente
como lo voy a contar. Eso sí, me tomé la licencia de cambiar
algunos nombres. El único personaje que mantiene el suyo es mi
amigo Norman. Si lo conocieran, verían que no es necesario cambiárselo.
Y los reales seguidores del realismo, con sólo ir hasta la esquina
de Córdoba y Billinghurst, podrán comprobar que el bar
que regentea mi amigo Norman llamado 'Los dos demonios', existe. Tiene
una pareja de leones dorados custodiando la entrada. (41)
La cita, del cuento "Casa con diez pinos", es larga pero vale
la pena, y puedo imaginarla como una burla a la mímesis realista
del viejo Lukács (pues de antemano se pone en evidencia su truco),
y a la mentada autonomía literaria de Adorno (ya que tampoco renuncia
a apoyarse en la referencia externa directa). Volveré sobre esto
más adelante.
Como si señalara su propia máscara, la verosimilitud es
descubierta en la misma medida en que el narrador se empeña en
que creamos en ella. De entrada, el cuento ha renunciado al factor sorpresa.
Y sin embargo no dejamos de creer en él: la verosimilitud, en el
pacto narrativo que nos propone Casas, se convierte en una categoría
ficcional, de modo que las pruebas de la realidad son ficcionalizadas
por la narración misma . Por eso permitimos sin más que
el nombre Quique Fogwill, al que está dedicado precisamente el
cuento "Casa con diez pinos", aparezca como personaje lateral
en el siguiente, "Asterix, el encargado"; o que el narrador
de este último, un tal Sergio Narváez, interpele en el texto,
a una de sus exnovias que no tiene nada que ver con el relato: "Susi,
si por casualidad cae esto en tus manos y lo leés, te pido disculpas,
pero realmente no tenía ganas de trabajar. Cuando pienso en esa
época ya remota, me sorprende mi tranquilidad para tomarme las
cosas, la manera en que me movía sintiéndome inmortal (
)
Después, poco a poco, me fui convirtiendo en una persona nerviosa
y responsable, trabajando de manera obsesiva. Realmente no me reconocerías"
(58). O que la historia de la desaparición del gato de Sergio Narváez,
asustado y herido por el motor de un carro, sea determinante en "Asterix,
el encargado", y en otro lado apenas una anécdota contada
al descuido por Andrés, para rellenar una de las conversaciones
en el Astral. La verosimilitud no proviene entonces de la capacidad que
tenga la narración de convencernos, de que creamos la ilusión
de segunda naturaleza fundada por las palabras: la ilusión que
nos hacemos es la de que la realidad misma hace parte de la ficción
(es una categoría suya), está incluida en el texto y no
sólo es percibida en relación a un afuera, como referencia
externa.
No es que no quiera que le crean. Como cualquier narrador (que no es el
de un Kundera o el de un Sterne), muchas veces la voz que cuenta en los
libros de Ocio
y Los Lemmings
, quiere convencernos
de la transparencia de su relato. Para ello se acerca a la forma del testimonio,
o más en general, al carácter confesional, y no menos dudoso,
de la primera persona. Reciclando la voluntad de verdad de la crónica,
con frecuencia se nos propone una historia personal, sacada de los recuerdos
de infancia y adolescencia de los personajes (en especial de Andrés
Stella y Sergio Narváez, voces narradoras principales a lo largo
de los dos libros), o de los episodios cotidianos de ellos en bares y
laburos y calles de Buenos Aires. En ese sentido, podríamos pensar
que Fabián Casas estaría volviendo la mirada sobre la historia,
en minúscula, de su propia generación, privilegiando el
lugar de la experiencia y la memoria de la experiencia como el sitio donde
puede encontrar asideros más auténticos. El único
problema está en que la noción de realidad deducible de
estos relatos tiene el tono del desencanto y la desconfianza. Constantemente,
la voluntad de verdad es minada por la parodia ácida, el sarcasmo,
el chiste macabro y sufrido. Miren si no: "Pero ahora estoy, o estamos
- si es que afuera de esta pieza queda alguien vivo- en el medio del invierno"
(Ocio, 9). "Aun hoy, tirado en la cama, sin salir desde hace días,
mi pieza conserva un orden impecable. Soy como los gatos, que cuando se
dejan de lamer para lavarse, están muertos. Estar vivo, de todas
formas, no significa nada" (12). "Por lo que respecta al Mecánico
Boliviano, jamás lo vi; pudo haber sido tranquilamente, un heterónimo
de Roli. De todas formas me importó, y me importa un pito. No soy
de los que se desvelan por la verdad" (51). "Me quedé
callado y me puse a pensar. Cuando me quedo callado, automáticamente
me pongo a pensar. Es increíble. Y a veces también recuerdo
lo que pienso. Inventar no invento. Recuerdo cosas, historias. Por lo
general recuerdo algo y lo modifico. Así es más fácil.
Igual me parece que si está todo inventado no vale la pena"
(55). Hay más: "Fue entonces cuando [Máximo] desapareció
y yo anduve como bola sin manija, como perro sin su dueño, como
arquero sin arco
Iba a tener que inventarme a mí mismo"
(Los Lemmings, 32). "El Mono Irusta, piensa. Un mono, en un tiempo
infinito, juntando palabras al azar, tiene que llegar a escribir El Quijote,
piensa o recuerda que alguien lo dijo. No sabe bien. El Mono Irusta, en
un tiempo infinito. Todo puede pasar" (84). "¿Qué
es un adulto? Alguien que comprende que la vida es un infierno y que no
hay ninguna posibilidad de buen final. Máximo, según mi
parecer, venía rumiando este conocimiento desde que estaba debajo
de la cama, en la oscuridad" (29). "Mi rutina se había
vuelto muy elemental. De la cama al estudio hasta que cayera la tarde
e inmediatamente a llorar de forma desconsolada. ¡Qué propaganda
de preservativos! Traé un hijo al mundo y se va a convertir en
esto" ("Los veteranos del pánico", 78). Ocurre,
al tiempo, la voluntad de verdad y su puesta en duda por efecto de la
certeza del fracaso absoluto: una memoria de la experiencia y un gancho
a la quijada que la hace tambalear. Es decir, la formulación constante
de la imposibilidad de lo real por la imposibilidad de sentido.
Se puede suponer que la ficcionalización de la verosimilitud procede
también de esta misma desconfianza. No es que no quieran que le
crean, es que la voz narrativa adolece de total descreimiento en cualquier
cosa. Y es eso lo que quiere contarnos. Lo que importa decir con cada
relato, asentado en el curso de las anécdotas, es la experiencia
de la ficción, que es una experiencia del desencanto. (El Borges-narrador
que ya no puede celebrar la verdad de la realidad artística sino
simplemente enunciarla).
Los títulos
de los libros de Casas nos advierten. La apariencia lúdica y desenfadada
de estos prepara la sorpresa del sentido terrible o por lo menos incómodo
que hay detrás de ellos. Los Lemmings
, que alude de
entrada al famoso juego de fichas para armar, tiene que ver además
con la práctica suicida de ciertos animales exóticos: "Canale
también hablaba de animales, nos contaba las historia de los Lemmings,
unos animalitos parecidos a la nutrias o como él les decía
'perritos de las praderas', que vivían en el Ártico y que,
de golpe y sin motivo, se tiraban de cabeza por los acantilados, suicidándose
Esa historia nos parecía increíble, nos imaginábamos
a los Lemmings preparándose para darse el palo, como los kamikazes
japoneses
Nos quedábamos callados
En el molde
"
(19). Atenuada por el tono de asombro permanente, de cierto toque épico
utilizado por el narrador al hablar del colegio, la pandilla del parque
Rivadavia y Boedo (por demás un tono tan propio de este libro de
cuentos, y que es una diferencia fundamental con Ocio), atenuada,
en todo caso, la anécdota cubre el gesto del libro con el valor
de lo absurdo, de la total falta de explicación que es compartida
por las voces narradoras y los personajes que atraviesan las historias.
Por su parte, Ocio
(2000) refiere un periodo de completa
apatía y reclusión vivido por Andrés Stella, amparado
en el diagnóstico médico de una hepatitis. El título
resulta en principio transparente. Por un lado, la narración cuenta
la suma de momentos de crisis, desde la adolescencia hasta cuando comienza
la historia y él está en su cuarto escuchando de manera
interminable Abbey Road de Los Beatles. Ejemplo: la soledad de
su ocio está puesta en relación con la profunda incomunicación
de la familia al cabo de la muerte de la madre, ahora apenas sostenida
por el vínculo artificial de la casa donde aún viven (el
padre, el hermano y Andrés): "Mi viejo, mi hermano y yo, vivimos,
cada uno, en zonas diferentes; la distancia que nos separa es la misma
que separa a los planetas. Mi vieja era el cruce de caminos donde nos
encontrábamos. Era el motor. Una familia necesita de un motor;
porque si no es evidente la parálisis que se forma cuando varias
personas se amontonan por mandatos biológicos" (10) Traído
de vuelta al cierre del relato, queda dicho: "Somos tres islas, es
verdad" (72).
Pero la cifra máxima, el sentido profundo del ocio está
atado a la muerte de Roli. El punto presente del personaje es la historia
de la deriva permanente, al cabo de la niñez, 'La Escolástica
de mi vieja', y la adolescencia, 'El imperio de los sentidos': "Después
viene esta parte en la que estoy, una mezcla de adolescencia y juventud,
siempre imprecisa, a la que no le encuentro vuelta. En realidad, la vuelta
sería trabajar. Tener trabajo te fija, te da cierta regularidad,
te eleva frente a tus familiares" (12) . Es cuando se reencuentra
con Roli, vuelve a las drogas, al estancamiento permanente y sin motivo,
y acaba convertido en dealer. Luego la muerte por sobredosis de
Roli que aparece junto con la hepatitis. La narración dice contarnos
'la ascensión y caída del Príncipe Roli', pero tras
esto hay un sentido terrible, aunque caprichoso, que acaba sumado a la
idea de ocio: "Se me ocurrió que en algún momento de
ese pasado, en algún resquicio, estaba el origen de lo que lo había
postrado. Esa geometría invisible lo había puesto a él
en la cama de un sanatorio y a mí a sus pies, parado. Yo estaba
vivo y él a punto de partir. Esa era la moneda" (71). La hepatitis
es la somatización de esa culpa sin sentido. Pronto la narración
termina donde empezó, con Andrés Stella recluido en su cuarto
escuchando Los Beatles. Lo único que ha cambiado es el profundo
desencanto que sabemos que corre bajo la forma quieta del 'descanso':
la palabra ocio ha cobrado el terror del tiempo vacío y absurdo,
que es el significado con que ha quedado cubierta la generación
de Boedo de la que provienen Andrés, Sergio, Roli y todos los demás.
Por fin, en "Los veteranos del pánico", agregado como
apéndice de Ocio, y en realidad como apéndice imprescindible
de los textos en prosa de Casas, la memoria del descubrimiento de un miedo
vital por la finitud humana, el pánico revelado en la infancia
por la certeza de la muerte, es el desencadenante de la narración
de esa infancia con su madre, sus tías, su padre, sus vecinos,
un poco la historia de la familia, y del momento en torno a ese primer
descubrimiento. Los veteranos del pánico son todos los del combo
de Boedo, articulados siempre alrededor a las mismas paranoias y desencantos.
Como estos, las fichas para armar o los curiosos animalitos, la cómoda
vagancia, son en realidad cifras del desencanto que narran las
historias, a la manera de un sentido hueco y contradictorio que en cualquier
caso las convoca.
Porque es cierto que
la mayor parte de los relatos de Fabián Casas esgrime, primero,
una voluntad de ser relatados. El pánico vital, el ocio profundo,
la naturaleza inexplicable y suicida de los lemmings no son versiones
distintas de una misma anécdota. En cambio comparten una muy parecida
voluntad de contar, casi un deseo autista que no exhibe mérito
más allá de sí mismo. Tal voluntad es común
a todas las narraciones y aparece enunciada en ellas de forma permanente.
En el caso de Los Lemmings
la voluntad de contar es la cifra
de la relación (sin sentido, extraviada) de los personajes. Ahí
está la saga mínima conformada por "El Bosque Pulenta",
y su "Epílogo: charla con el Japonés Uzu, inventor
del Boedismo Zen", más "Apéndices al Bosque Pulenta",
a su vez integrado por dos partes, "M.D. divaga sobre un trastorno"
y "El día que lo vieron en la tele" (este último
también dividido en dos). Si se toman por separado, cada uno guarda
cierta unidad interna que permitiría leerlos sin problemas (quizá
exceptuando el Epílogo). Pero al atenderlos como un solo relato
cobran un valor distinto, a lo mejor más pleno. Si bien es cierto
que el personaje principal de toda la saga es Máximo Disfrute,
especie de líder que será la figura en torno a la cual girará
la pandilla del parque Rivadavia y de Boedo, la entrada de cada pieza
sugiere simplemente una coartada para empezar a contar como si tal voluntad
fuera el primer y definitivo desencadenante de las narraciones. Primero,
"El Boque Pulenta" empieza: "Se trata de dos chicos que
salen a la vez por las puertas traseras del mismo taxi y que, por miles
de motivos, no se vuelven a ver más. Uno de ellos soy yo, el que
cuenta la historia. El Otro es Máximo Disfrute, mi primer amigo,
maestro, instructor, como se le quiera llamar" (29). A la manera
de los libros de caballería en que se cuenta una historia y se
deja abierta como un paréntesis para cerrarla muchos capítulos
más adelante, el primer párrafo es una largada del relato
que se aboca hacia al frente persiguiendo el punto en el que finalmente
los dos amigos se bajarán por las puertas traseras del mismo taxi
y no se volverán a ver más. En efecto, la promesa se cumple,
entregando esa sensación de círculo cerrado predecible en
el comienzo. También es cierto que una vez contada la historia
del origen de la amistad, algunas de sus aventuras, insertos otros personajes,
desarrollado el episodio y los motivos (de carácter y de destino)
que 'explican' la separación del final, esa acción escueta
adquiere espesor. En cualquier caso, llegamos al punto final con la respiración
agitada por la carrera emprendida en busca de esa promesa y de ese sentido.
Sí, por un lado se trata de un mecanismo muy efectivo de narración,
pero dejarlo ahí sería quedarnos en el nivel de la anécdota.
Está luego la primera parte del Apéndice que es el curso
accidentado de un monólogo de Máximo Disfrute, escuchado
por un doctor de lo que probablemente sea una clínica de rehabilitación.
Han pasado muchos años y la narración es una asociación
(una divagación, como reza el título) de hechos diversos
que van desde algunas de las 'hazañas' en sus comienzos delictivos,
hasta el incendio final de la moto al frente de la pensión donde
vive su madre, motivo directo por el que se encuentra recluido. Ahora
el cuento se muestra motivado por la necesidad terapéutica de contar,
incluso en contra de la misma voz, que en principio se resiste a avanzar:
"¿Por qué me pregunta sobre el mismo tema? (
)
Ya se lo dije, sí, sí, exacto" (87). Otras formas de
testimonio, distantes del asunto clínico, son las esgrimidas en
la segunda parte del Apéndice. Primero está el gordo Noriega,
que en el tono de la declaración policial, o incluso de una entrevista
televisiva, cuenta cómo fue que volvió a ver a Máximo
Disfrute, al cabo de muchos años, hablando con la impostura del
rehabilitado en un programa; por último, y tal vez la pieza más
preciosa del libro, los apuntes escritos para su hijo en un cuadernito
Gloria, donde Nancy Costa, conocida en la banda de Boedo como Pan Dulce,
registra justo el episodio (no podría ser otro) de Máximo
rehabilitado en televisión.
En términos formales, la voluntad de contar reúne y estructura
la saga del Bosque Pulenta, además imbricada por los lazos tendidos
entre los relatos: Máximo, en su divagación, también
refiere momentos de su infancia en la casa de Andrés; el gordo
Noriega llama de inmediato a este último para decirle que prenda
la tele; Nancy Costa está casada con Chumpitaz, tal como lo predijo
Andrés en su relato de cuando vio a Máximo por última
vez al salir por la puerta trasera de un taxi (también habría
de predecir, con la garganta cerrada por la tristeza, la muerte del Tano
Fuzzaro en un accidente de moto, sin duda consumado para el momento que
corresponde al Apéndice). Pero además, tal voluntad resulta
definitiva en la construcción de la experiencia del desencanto.
La esposa del gordo Noriega lo resume con una claridad descorazonadora:
"Con mis amigas nunca nos dejamos de ver desde que íbamos
a la escuela, dice mi mujer, mientras prende un cigarrillo y se deja caer
en el sillón. No tengo nada para decirle. Pero ustedes, desde que
yo te conozco, cada vez se ven menos, remata. Tiene razón. Nos
fuimos desperdigando de una manera silenciosa. Quisiera poder recordar
cuál fue el momento en que estuvimos todos juntos por última
vez. No puedo. Pero veo a la tarántula contra el vidrio, moviéndose
lentamente, casi consciente de que inspira terror" (94). Si se recupera
esta afirmación respecto del primer párrafo, se ve que la
separación de los dos amigos, por la que corrimos desesperados
en el primer cuento, cobra un valor que supera el artificio narrativo.
La imagen, en abstracto menos efectiva que la lectura completa de la saga,
es esta: la voluntad de contar está dispuesta para narrar la incomunicación,
las islas, en que ha resultado la banda de Boedo, la soledad de cada uno.
Los recuerdos pierden su aura romántica o ritual y acaban en una
experiencia frustrante, como si se hablara para nadie, como si el sentido
primario del relato (que está originado en la presencia de otro,
en el cuerpo de un interlocutor) hubiera sido truncado por el simple sucederse
del tiempo. El lenguaje, donde están reunidos los nombres, la jerga
('pulenta' es un elemento de cohesión del cuento y sus personajes,
por ejemplo) que identificó a la generación de Boedo, la
música, los hábitos, quedan dichos para nadie, y al final
los narradores, al menos los tres primeros, se encuentran en el mismo
fondo de baúl que Máximo Disfrute. El salto de los años
que hay entre el Apéndice y el primer cuento es equivalente al
vacío inexplicable que queda para cada uno de ellos. Como el relato,
están quebrados y dispersos en el territorio oscuro, sin coordenadas,
de la falta de sentido.
La belleza del texto de Nancy Acosta reside en la perspectiva alternativa
que ofrece frente a ese sinsentido:
Por eso quiero que
leas esto que te voy a decir con mucho cuidado: Tu madre dice que todas
las personas tendrían que poner sobre el papel sus pensamientos.
Y que estos pensamientos deben salir de las cosas que le sucedieron
en la vida. Tu madre dice que cada persona tendría que construir,
al final de su vida, su propio pensamiento y vivir en él. Que
esto es más necesario que casa y comida. Te pongo un ejemplo:
si yo no hubiera ejercido este vicio de escribir y sacar pensamiento,
me hubiera quedado con la mente en blanco cuando lo vi a Máximo
en la tele. Como quedaron muchos. Pero no, yo le dije a la gorda Fantasía
que se tranquilizara - es decir, tomé las riendas de la situación
- y que no se puede vivir con el pasado a cuestas. Que Máximo
ya había hecho lo que tenía que hacer cuando fue necesario.
Y que sobre lo que no se puede hablar, mejor quedarse musa. ¿Estamos?
(97)
No sabe, no quiere
saber, que esta posibilidad sólo está dada para ella, porque
su relato está fundado en el diálogo con su hija (esa extraña
función concedida por Casas a las mujeres como personajes que transmiten
historias, que pueden comunicarse entre ellas frente al frecuente estupor
del narrador que las escucha divertido pero con extrañeza y como
sentado en una frontera). El contraste sólo agranda la soledad
de los otros, y en esa belleza última queda expresado lo que no
puede ser la voluntad de contar manifestada en las demás narraciones,
la magnitud de la falta de sentido. Luego el libro sólo puede cerrarse
sobre el silencio del interrogante final.
A su vez, "Ocio" y "Los veteranos del pánico",
publicados con anterioridad, le imprimen un valor literario no convencional
a la narración desde la idea misma de la voluntad de contar. Muy
pronto, en una de las conversaciones con los amigos de Roli en el bar
el 'Astral', se revelan las viejas intenciones literarias del personaje:
"-¿Vos escribís? - me preguntó el Dragón.
-A veces- dije. Y no mentí. Empecé a escribir a eso de los
quince años. En ese entonces leía a Ernesto Sótano
con pasión. Ahora me parece una mierda. Antes de irme de viaje
mandé unos poemas a un concurso de la facultad y me los publicaron
en un libro colectivo. Esos poemas me parecen más mierda que los
que escribe Sótano. Todavía no conseguí juntar toda
la edición para hundirlos en el medio del océano. Desde
la muerte de mi vieja, hasta esa noche en el 'Astral', no había
vuelto a escribir una sola línea" (22). Esto no permite afirmar
de inmediato que las narraciones leídas por nosotros sean la consecución
definitiva de aquellas intenciones. Hay, más bien, una voluntad
de enunciarlas y hablar sobre ellas. Esto es importante porque define
una noción de literatura no convencional, una especie de estética
menor que es la única posible para contar el desencanto. No hay
interés en sublimar la memoria de la experiencia frustrada, perdida,
y tanto los personajes como las voces narrativas nunca son redimidos del
fango. Por eso, no sólo se cuenta el desencanto en el nivel de
la anécdota sino también en el de la experiencia de la escritura.
Así como Andrés tiende a diferenciarse, en sus aspiraciones
literarias, de los escritores primerizos con quienes conversa en las reuniones
del 'Astral', y a las que asiste por invitación de Roli, sus relatos
parecen suspendidos en un estado previo, un registro menor de una historia
que no alcanza a "madurar" como literatura: ese es el texto
que se nos ofrece. Ni el texto ni el personaje están rodeados con
el aura de lo literario. Es cierto que hay una sensibilidad estética,
revelada sobre todo en los episodios en que cuenta sus lecturas, por ejemplo
de Céline: "Como no podía dormirme, agarré a
Céline y lo terminé de un saque. Era increíble que
alguien pudiera escribir así. Quería saber quién
era: si había tenido mujer e hijos, hermanos, perros, cuánto
había tardado en escribir su primer libro, en fin, todo; quería
saber todo sobre ese hijo de puta" (34); o también en la escritura
de los poemas sueltos que quedan rodando por ahí entre muchos otros
documentos. Pero esta sensibilidad es reconocida como un aspecto más
del personaje. Explica, tal vez, la hipercorrección del texto,
pero no lo lanza al lugar del libro terminado: hay una voluntad de contar
que no es equivalente a una voluntad de obra de arte. Esto es así
porque la experiencia de la escritura, en la que se basa tal voluntad
de contar, sin más mérito que ella misma, proviene de su
naturaleza profunda, es decir, se origina en el mismo lugar donde se origina
su pánico vital o su ocio irremediable: en "Veteranos del
pánico", el descubrimiento vital de la certeza de la muerte,
se transmuta rápido en una primera voluntad de escritura: "En
algún momento, - y sobre todo cuando ya no estaba en edad de lustrar
las piernas de mamá- pasé a escribir para poder dormir.
Escribía relatos que se me ocurrían escuchando las cosas
que decían mis tías en la cocina. Después voy a hablar
de mis tías" (78). Casi enseguida: "Mi terapeuta me había
aconsejado que escribiera sobre mis orígenes, para ver si de ese
modo podía volver a funcionar. Atenti: Yo no tengo imaginación.
Escribí unos poemas y una novelita bonsái sobre situaciones
y gente que conozco" (79). Se ata la posibilidad de la escritura
a la naturaleza de algún modo averiada del personaje y se despliega
a la vez un sentido inmediato (equivalente al gesto de lustrar las piernas
de la mamá), íntimo pero no elevado, del acto de contar
y la voluntad de hacerlo. Revestirlo con cualquier aura sería poner
en un nivel distinto el material del relato y la perspectiva que lo organizar.
La experiencia de ficción en la narrativa de Fabián Casas,
al postular la voluntad de contar en estos términos, construye
una experiencia desencantada de la ficción: no sólo habla
del fracaso de su generación, sino que lo vuelve experiencia en
su escritura.
Por eso se aspira a la construcción de una obra que no es una obra
maestra . Esta postulación de la narrativa de Fabián Casas,
que resulta de la voluntad de contar puesta en relación con la
médula temática del desencanto, señala su lugar en
la literatura argentina contemporánea a partir de una lectura de
la tradición que la contiene. El primer artículo del libro
Ensayos Bonsai, que en el 2007 completó los géneros
tocados por Casas en sus libros, asume este problema. El ensayito se llama
"Tarde en la noche, viendo a Cortázar". Por un lado reconoce
el fantasma, nunca desterrado, de la lectura de Rayuela, que pasa,
a través de los años y las múltiples revisiones,
del asombro juvenil a la desconfianza de la madurez. Sin embargo, el centro
del planteamiento está dirigido a explorar el problema del compromiso
de la literatura en la actualidad que a él le corresponde: para
Casas el asunto está en haber superado a Cortázar a favor
de la lúdica estética, autocontenida, impuesta a partir
de Aira: "Sí, sí, digo, mientras empino el quinto whisky,
Cortázar tiene razón. Quiero que vuelva. Que volvamos a
tener escritores como él: certeros, comprometidos, hermosos, siempre
jóvenes, cultos, generosos, bocones. No esta vulgar indiferencia,
esta pasión por la banalidad, esta ficcionalización con
todos los tics de la peor TV de la tarde, los talk shows de Moria, y toda
esa mierda (
) Aira le hizo mucho mal a la literatura, la partió
en dos, antes y después de él. De Operación Masacre
a Operación Já já" (13). No sólo
está, para Casas, el gesto de enfrentar las sombras gigantes de
la tradición argentina del siglo XX (el mismo Cortázar,
Borges, Arlt) sino la de problematizar la solución propuesta por
Aira para enfrentar esas sombras. Deslegitimar cualquier posibilidad de
compromiso de la literatura, situarla en un lugar donde quiere restársele
sentido a la ideología que la sostiene, vaciar de contenido político
las diversas posibilidades de tratamiento de la realidad, tiene el valor
frívolo de la moda, el carácter artificial y malsano de
la fórmula fácil o el lugar común.
Y la narrativa de Fabián Casas no quiere incurrir en este tipo
de desarraigo literario, en esta forma contemporánea de esteticismo.
Ahora es cuando Adorno y Lukács estarían de acuerdo. Este
mismo ensayo alcanza a decir: "Yo asiento. Habla [Cortázar]
de la urgencia de escribir mientras el mundo tiene que cambiar drásticamente.
No hay pasión por la indiferencia: hay ingenuidad y nobleza"
(12). Estas palabras anticipan la formulación más detenida,
desarrollada hacia la mitad del libro de ensayos bonsái. He ahí
la importancia del artículo titulado "Andrés Caicedo:
el atravesado", donde no sólo indaga la narrativa del escritor
colombiano, sino que traslada las conclusiones al plano de la narrativa
argentina contemporánea que le atañe a él de forma
directa. Por un lado saca en limpio el valor de 'la lírica de la
urgencia' que, en la escritura de Caicedo, se traduce en capacidad de
contagio. ¿Contagio de qué? De fuerza vital y adolescente,
de rabia por efecto de la violencia respirando en la nuca, de necesidad
de tocar fondo y de sobrevivir, de la pena metafísica de estar
vivo en estas condiciones. Luego se establecen matices. La urgencia de
Caicedo tiene la seriedad que ya antes había usado Arlt. "Pero
no tienen humor, Cucurto y Alejandro López (ése con La
asesina de lady Di), le inyectan a la nueva literatura argentina el
humor que neutraliza la seriedad que se estaba convirtiendo en un lugar
común. Y también van en la dirección opuesta de la
obra perfecta. En este sentido son caicedianos" (131).
La experiencia del desencanto en la ficción de Fabián Casas
pone de manifiesto, por un lado, esa necesidad de contagio. El fracaso
y la desconfianza en el sentido de la realidad (como realización
auténtica o elevada del ser humano), nos son transmitidos por las
estrategias del relato y de la escritura misma. Por supuesto, a diferencia
de Caicedo, la urgencia no se traduce ahora en un descuido de los terminados
de la prosa (es cierto que el escritor argentino no tiene el cupo limitado
de los veinticinco años de existencia que, por decisión
propia, tenía el autor caleño, potencial suicida desde muy
joven). Tal vez eso no signifique que haya lugar para el 'meditado adjetivo
borgeano', pero sí hay una depuración del lenguaje coloquial,
de Boedo, incorporado a la escritura. Si, como Caicedo, Casas dice "así
hablo yo, y es poesía", no es un habla puesta en su primera
versión o en una versión de borrador: los bordes, que no
aspiran a nada distinto a la chatura de lo ordinario, en todo caso han
sido limpiados, corregidos . El contagio ocurre por una asimilación
y confianza en la lengua coloquial que, de forma contradictoria, elabora
la imagen de la incomunicación y las soledades del grupo de personajes
y voces que transitan la narración. El humor es un matiz que transforma
la seriedad antes vigente de la convención literaria, pero que
no desdice la pretensión metafísica (o más exactamente
de fatalidad metafísica).
Por eso, más que evadir la pregunta acerca de cómo tratar
la realidad, la experiencia del desencanto en Fabián Casas responde
a las exigencias definidas por la ficción, según la define
(previamente a Aira pero aparecido en libro hasta después) otro
de los próximos inmortales, al menos en la eternidad previsible
en este principio de siglo: "La ficción no es, por tanto,
una reivindicación de lo falso. Aun aquéllas ficciones que
incorporan lo falso de un modo deliberado (
), no lo hacen para confundir
al lector, sino para señalar el carácter doble de la ficción
que mezcla, de un modo inevitable, lo empírico y lo imaginario.
(
) No es una claudicación ante tal o cual ética de
la verdad, sino la búsqueda de una un poco menos rudimentaria"
(Saer El concepto de ficción, 12). La generación
de escritores de la década de los noventa, espantada por la exigencia
que imponía la historia reciente de la argentina, al tiempo que
la tradición literaria coronada a partir de los sesenta y setenta
en el mismísimo canon occidental, debe enfrentarse al problema
de responder o no al compromiso político inherente a la escritura
literaria (incluso la lúdica airana es una respuesta y de esa manera
una versión de compromiso político basado en la indiferencia).
La narrativa de Fabián Casas construye su literatura en la base
de esta disyuntiva. Por un lado, la experiencia del desencanto reúne
la necesidad de indagar la deriva histórica de su generación,
el fracaso casi natural del individuo urbano promedio de la Buenos Aires
de los últimos años, además desahuciado de grandes
causas ideológicas. Pero también imprime tal experiencia
como forma, como relato, incorporándolo a la tradición literaria
bajo la impostura de la obra de arte imperfecta. Apostar en la cifra del
desencanto la singularidad de las variaciones temáticas y sus relaciones,
así como la motivación de la escritura, el sentido profundo
del acto de contar algo, es lo que acerca a este escritor a su generación
literaria, al tiempo que lo particulariza. De ahí que el párrafo
final del ensayo bonsái inmediatamente antes tratado, sirve también
al cierre de este artículo: "Libros todos que no se plantean
representar a un país. Que lo representan más bien como
una fatalidad. Que no están escritos con la antena de las modas.
Y que crecen, al igual que la buena literatura, con la contingencia de
las matas de pasto en los intersticios de las paredes viejas" (132).
Casas nació en Boedo en 1965 y su narrativa, que es el resultado
de una lectura visceral de su generación histórica y literaria,
hoy se proyecta hacia adelante con la fuerza de lo que está fuertemente
comprometido consigo mismo, aunque se trate de un compromiso basado en
el desencanto, o como lo sugiere en el párrafo anterior, amarrado
a la fatalidad.
(1) Como el Borges o Bioy Casares
que, personajes incorporados por el texto literario, arman sus coartadas
narrativas en el marco de la ficción (inventan un libro que contiene
tal información o una librería misteriosa que validan la
anécdota), es decir, que la realidad importa en tanto que realidad
artística, construida dentro del relato y no por fuera de él.
(2) El que completa la afirmación es otro personaje, en "Asterix,
el encargado": "Como yo no hacía nada, y el gato tampoco,
nos volvimos íntimos amigos" (Los Lemmings, 53).
(3) Y que son la comprobación de otra frase que no es de aquí:
"Cuando uno se pone grande lo que antes hacía con los amigos
está prohibido por la Ley".
(4) "Hay que decir que en la novela, después de Joyce, la
forma 'obra maestra' se ha convertido en un género que tiene sus
convenciones y sus fórmulas y sus líneas temáticas
tan definidas y estereotipadas como las que se encuentran, por ejemplo,
en la novela policial (
.) La relación con Dante, el flujo
esotérico, el viaje iniciático, la parodia del héroe
trágico, la desmesura estilística, la combinación
de técnicas narrativas, la biografía de un santo, la unidad
de tiempo, la unidad de lugar. La estructura firme de un día en
la vida de del héroe, busca contener la deriva de los materiales"
(Piglia Formas Breves, 95)
(5) Creo que esto puede ocurrir sobre todo porque para Casas la imagen
lírica tiene una importancia que no es muy evidente en la literatura
de Caicedo, y esa imagen no admite imprecisiones.
Bibliografía
Casas, Fabián. Ensayos bonsái. Buenos Aires, Emecé
editores, 2007.
__________.Los Lemmings y otros. Buenos Aires, Santiago Arcos Editor,
2005.
__________. Ocio seguido por Veteranos del pánico. Buenos
Aires, Santiago Arcos Editor, 2005.
Piglia, Ricardo. Formas breves. Barcelona, Anagrama, 2000.
__________. Ocio seguido por Veteranos del pánico. Buenos Aires,
Santiago Arcos Editor, 2005.
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