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Inéditos
Los poemas de mara
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Exteriores El portafolio
caníbal La corneta
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Arte Tandil se mueve Bahía Blanca fue
Blanco
horizonte
El
conejo / Martín Rodriguez La
curva del eco / |
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VOX virtual Nº 9. Marzo 2002 - Bahía Blanca, Buenos
Aires, Argentina. |
Inéditos Cielorraso y compañía De
El Padre del Suenio (segunda
parte de Conurbano Sur) De
Cielorraso y Compañía
VII 3. Ariel Williams naciò en Trelew el 14 de marzo de
1967. Es licenciado en letras, egresado de la U.B.A, y trabaja de docente
secundario y universitario en la Universidad Nacional de la Patagonia. Tiene
un solo libro editado, Viaje al anverso.
Su segundo libro, Conurbano Sur,
será publicado en breve por Revuelto Magallanes. Vive en Puerto Madryn y es
integrante del grupo literario "Verbo Copihue". [Índice]
[Principio del poema] Lenguayo / Mario Ortiz En
último tercio del siglo XIX surgieron diversos intentos de formulación de un
lenguaje artificial que pudiese ser hablado en todo el mundo, una aventura
que hubiese dado buen tema para algún cuento de Borges. Los más conocidos de
esos lenguajes son el volapuk,
y el que alcanzó una mayor difusión, el esperanto,
al punto tal de que para 1950 había asociaciones de esperantistas instaladas
en casi todos los países. Las intenciones últimas de semejante empresa habría
que rastrearlas, posiblemente más que en un intento filantrópico de
comunicación global "before Babel", en la fase expansiva
colonialista del capitalismo europeo: se sabe que todo imperialismo político
requiere y conlleva un imperialismo lingüístico, y así lo entendió Nebrija
cuando en 1492 ofrece a los Reyes Católicos la primer gramática castellana, y
primera también de una lengua europea moderna. (Casi cinco siglos después el
Generalísimo Francisco Franco Bahamonde y Salgado prohibe el uso del catalán)
Pero el
esfuerzo de los esperantistas fue inútil, fundamentalmente porque la lengua
universal ya existe desde hace rato - el inglés, obviamente, o el americano
para ser más concretos - , impuesta por el mayor imperio de la historia de la
humanidad: la Lengua Uno del Pensamiento Uno que expresa los principios
vencedores de la democracia mercadotécnica. Se sabe
que el esperanto era una especie gran batido lingüístico en el que se
mezclaban proporciones más o menos iguales de raíces y flexiones gramaticales
de las principales lenguas europeas. Y una buena parte de los textos de
Williams están escritos en una especie de seudo esperanto con una fuerte base
argentina, de ese lenguaje argentino que escribía el personaje semianalfabeto
de César Bruto. “Don´t lívida ma cuerpalma” El inglés
“don´t” junto a al posesivo francés “ma”, un adjetivo
castellano, y una palabra compuesta o conglomerado de sustantivos
“cuerpo/alma” que produce un destello al unir los dos términos
que tradicionalmente Occidente consideró antagónicos. Podríamos
seguir con la lista, y en el poema VII encontramos “dentro lo yuyo”
(con “s” elidida propia del habla coloquial); un verso más arriba
“nun moscatto” verosímilmente italianizante, y algunos versos más
abajo “yo no quisí”, alteración propia del habla infantil que no
reconoce los verbos irregulares. Por si faltaba algo, en el poema VI del
libro “Cielorraso y Compañía” encontramos “juntad” y
“encontraréis”. Desde
un punto de vista ideológico quizá podría pensarse que Williams apela a un
terrorismo lingüístico que pone en crisis la pretendida universalidad de una
Lengua Uno, y lo hace por vía de la parodia con un esperanto trucho. Pero en
realidad hay otra lectura que también me gusta hacer, y es la de que Williams
está haciendo una de las cosas más altas que puede hacer un poeta, y es la de
inventarse un lenguaje propio, intransferible e irreductible, a su vez, a
toda lectura ideológica. En tal sentido, aunque los poemas de “Un
viajero” pertenecientes a su libro “Lomasombra” no están
escritos en este lenguaje propio, sin embargo de algún modo lo está
tematizando allí donde hay “un graffiti en el fondo de una lata / que
dice ‘lenguayo’” (poema 6) donde el lenguaje se vuelve
carne del espíritu santo y puede caminar sobre el limo con pies de sílaba. [Índice] [Principio del comentario] Tatuada para siempre El gran baile Estoy
en Comodor, sola, por comer, escuchando música, escuchando musas. La pista
está llena, todos bailan y en las mesas todos comen pollo. Menú Pusieron
una musa morochita arriba del parlante que baila suavemente. Gasas... es una
odalisca que estudió en alguna academia de danzas. Se nota, no se mueve con
naturalidad y está un poco desorientada con la música porque es un poco
cortada. Me
trajeron la cervecita. Medio litrito para mí solita. La odalisca baja, se
droga y vuelve al parlante. Hoy por la mañana mientras compraba productos en
el barrio del once un vendedor me ofreció papel glasé metalizado y me pareció
precioso, un paquete compacto de brillos espejados. El muchacho me comentó
que servía para la falopa. “¡Se vende muy bien!”, agregó la dueña
del local entusiasmada. “Ah... sí... la próxima vez lo compro”,
le dije. La
odalisca ya no sabe lo que hace, pasó de las danzas árabes a mover los brazos
en lo alto balanceándolos de derecha a izquierda, y de izquierda a derecha.
Agacharse, tomarse de las rodillas (siguiendo la onda de vaivén) mostrando la
bombacha blanca. Un chico se le acerca y le pone plata en el taco, pero como
ella ni lo ve, se le cae al piso. El chico levanta la plata y se la lleva.
Música soul para el alma, música expresiva y sensual que conecta a la gente. Entra
una parejita de muchachos con remeras negras de Iron Maiden, pelo largo con
rulitos y van directo a la pista. El más alto le saca la campera de cuero a
su amigo y bailan muy cerca seduciéndose. Charlan un poco y ríen bastante. Se
miran constantemente, se deslizan detrás de una pared girando en un abrazo de
boxeadores y los pierdo de vista. Pasan cinco minutos y no veo nada
interesante. Medio litro en un vaso de plástico no es nada. ¡Qué increíble!
Sin maníes me pega más y más... Pienso un ratito en María Moreno, después en
L. Y después me saca de mis pensamientos altamente sensuales una música muy
mística de tambores y guitarras distorsionadas. Detengo mi mirada en la
odalisca y está tirada sobre el parlante fumando un cigarro, un pucho como
diría Cecilia. Pienso en Cecilia, pienso en la playa, en Brasil, en la gente
maravillosa de ese país tan caluroso, sofocante. Me sumerjo en recuerdos muy
vistosos: mucho rojo, marrón, verde, amarillo, rosa y blanco. Esmeraldas,
lentejuelas, azulejos, máscaras africanas. Veo una playa que se acerca.
Haciendo foco distingo gente al sol, microbikinis y zungas de lycra de
variados colores. Los veo moverse al ritmo de la música de Comodor, recuerdos
musicalizados por dj Amor. En el
primer sorbo de cerveza pensé que era demasiado una cerveza de cuatro pesos y
ahora que me queda apenas un tercio de vasito, me parece tan poca, tan
poquitita, un sorbito. La música de tambores continúa. En la pista la gente
está en cuatro patos. Un chico y una chica cogen como si nada, nadie los mira
y a mí me parece increíble. Veo estupefacta como él le mete la pija y se la
saca (con preservativo). Los demás hacen la posición del gato y ahora están
todos en ronda gateando. Encorvan sus espaldas y las arquean intentando tocar
con el ombligo el piso, avanzan dos pasos y vuelven a encorvarse. Luego giran
y avanzan en sentido contrario. Giran majestuosos y se dirigen hacia el
centro. Allí se toman de las manos y quedan arrodillados, levantan las manos
bruscamente. Se elongan y vuelven a bajar. Las levantan nuevamente y se tiran
hacia atrás. Ahora acostados giran sobre el piso con los pies apuntados hacia
el centro, haciéndose cosquillitas. La escena es preciosa. Por la puerta que
conduce a la pista entran cinco hombres-gato siamés que bailan un minué espectacular.
¡Qué
felicidad! La odalisca ni mira, se recostó sobre el parlante dejando caer su
cabeza por el costado y ahora comenzó a babearse. La bola disco está girando
y la música se hizo playera, una buena mezcla de Marley con the Ventures. Los
danzarines se incorporan rápidamente y bailan como si fuera una tarantela,
giran y aplauden, cambian de pareja, se besan y vuelven a cambiar. La
parejita que cogía ya acabó y el muchacho se acerca a tirar el preservativo
anudado en el cenicero alto que está contra la pared del restaurante. Los
comensales se besan en la boca pasándose arvejas con la lengua. En todas las
mesas hay parejas de enamorados que se dan de comer grandes pedazos de pollo
y trocitos de panceta que toman con sus dedos. Canta una musa con su guitarra
acompañada por un coro de niños. En mi
mesa no hay nadie. En mi mesa estoy yo con un fondito de cerveza, con este
cuaderno, un paquete de cigarrillos, una tarjeta de invitación a una cena
gratis, cuatro tenedores (tres sin uso), cuatro servilletas (dos sin uso), un
cenicero, una velita que titila alegremente, mi mochila en una de las cuatro
sillas (en otra me encuentro yo) y recientemente me acompaña una picadita
compuesta por una crema blanca coronando a cinco o seis tostadas con
petalitos encima. Mi silla es un sillón Un joven apuesto está sentado en una mesa cercana a
la mía y a pesar de que está solo a mí no me atrae, aparte pareciera que
esperara a alguien, ¿una chica quizá? Sí, evidentemente espera a la odalisca,
pero ella me parece que no tiene muchas ganas de cenar. Le trajeron una
almohada y se acomodó en el parlante. Le trajeron otro parlante para que
pueda acostarse y puso un cartel: “No molestar por favor”. ¿Qué
pasa con mi pollo que no llega? Me fumé tres Pavón, “Cecilia, Cecilia,
Cecilia”. Veo aparecer por detrás de la pared al tecladista de Adicta
ex San Martín Vampire. Rubio, bailando con los ojos cerrados, de la mano con
cuatro chicas. Las chicas lo tocan y yo también, con la mirada. Con mis
ojazos entrecerrados disparo dos manos largas, muy largas, que lo acarician
suavemente, sobre todo en el pelo que es lo que más me gusta de él. Las otras
cuatro lo empujan hacia la pared de donde habían salido y yo con mis manos
largas intento retenerlo. Entrecierro más los ojos para ver si tengo más
brazo adentro, pero no, no logro llegar a él y pierdo contacto. Ahora
subió a las bateas dj Rogelio, un dj traído especialmente desde Caracas y con
Rogelio llegó mi pollo. Cuarto de pollo, pechuga con pata. Está tan tierno
que no necesito usar cuchillo, se deshace apenas lo pincho, es casi una
crema. Del pollo me tocó la parte que trae el huesito de la buena suerte, lo
limpio bien con la servilleta y con el cuchillo lo raspo un poco. Como no tengo
con quién tirarlo me engancho una de las extremidades del huesito con la
zapatilla y yo agarro de la otra. Mis tres deseos son: divertirme sola o
acompañada, divertirme y sentirme linda, y divertirme en general. Los de la
zapatilla son: divertirse conmigo (tres veces). La zapatilla presiona el
hueso contra el piso y yo tiro con fuerza en sentido contrario. Levanto mi
mano, abro los ojos y me quedo un rato contemplando el misterio de la
fortuna. Veo
aparecer en la herida del hueso (que se sacrificó por mi buena suerte) otra
época. Un jardín lleno de estrellas verdes que forman claramente el
ascendente de mi signo del zodíaco, dos anillos con forma de corazón
entrelazados sosteniendo a una pálida rosa y a un rollito de papel que dice:
“augurio del amor afortunado, cortés y coqueto”. La prueba del borracho En el
baño todo es limpio. La canastita de la empleada está llena de monedas y
billetes de dos pesos. La señora ha cortado papel y toallitas y con ellas ha
hecho fabulosos origamis. A todos nos dan ganas de poner plata y yo pongo,
poseída por la visión de la pulcritud, todas las monedas que traje, un peso
con ochenta y cinco centavos (más o menos). La prueba del borracho: ir al
baño. Prueba resumida: fui, saludé a los cocineros con la mano y un hola. Me besé
con una chica creyendo que la conocía, me besé con otras creyendo que me
conocían, y con otra en la boca porque me confundí. No cerré la puerta del
toilette. Se me cayó el origami al inodoro antes de secarme y se me mojó un
poquito el pantalón. Pasé por delante de la mesa donde comían los mozos, y a
pesar de que me sentía levemente inclinada hacia la derecha pude coordinar
todos los movimientos: las piernas que caminaban con las manos que saludaban
y mi boca que decía “hola, la estoy pasando muy bien”. Saludaron todos casi a la vez y yo seguí. Atravesé
la pista imperceptiblemente rozando la pared con mi mano. Vi la silla, me
senté. No vi mi pollo y me di cuenta que era la mesa del hombre solo, que
seguramente había ido al baño también. Me levanté rígida y vi mi silla y
sentándome con distinción me desplomé sobre el respaldo. No se si aprobé la
prueba, pero al menos la completé. Beso a mi cuaderno que fielmente me esperó abierto.
Miro a los cigarrillos y pienso en el postre . “Los cigarrillos
después” me digo. ·
Otro puchito linda?- Me dice una
voz que proviene de mis adentros ·
Bueno... si me lo prendés
– Le contesto ·
Cómo no, dulce ·
Pero después el panquequito ·
Sí, y después el baile ·
Bueno, me parece bien. Un pucho sin cerveza va a ser demaciado seco. ¿Y si
le pido al mozo un poquito más de cerveza para acompañar al cigarrillo? Me
acerco a la barra: ·
Me darías un poquito de cerveza,
o agua o cerveza? Es que no traje mucha plata, bueno y ... El mozo no me responde y me da medio vaso de cerveza
tirada. ¡Perfecto! Me siento, enciendo el cuarto y último tabaco y pienso
“Cada ser humano es una posibilidad de hacerse un amigo, un novio o
novia, un colega”. El dueño del
bar-restaurante-discoteque Me parece que el dueño del bar es el que va de mesa
en mesa, con su trago rojo con pajita, charlando y palmeando en la espalda a
los muchachos, saludando desde lejos con la mano como diciendo pare. Morocho,
robusto, de patillas crecidas, camisa y pantalón negro. Sí, es él. Habla en
señas con los mozos, gesticula, está atento a todo. ¿Será él el que me dio
esta tarjeta de invitación para cenar gratis? Quizá me reconozca y venga a
saludarme también. Casi. Pasa a pocos centímetros de mi mesa, me mira, lo
miro y sigue de largo hacia la barra. De repente me empieza a correr un
escalofrío por todo el cuerpo. No puedo frenar el temblor de mis heladas
manos que intentan tomar la tarjeta . Al lograrlo veo que la tarjeta
cena-gratis dice claramente agosto y hoy es 24 de septiembre. Pienso en la
escena que hace breves instantes viví: el dueño del bar no me reconoce.
Pienso “tarjeta vencida, dueño de bar que no me conoce”. ¿De
dónde saqué esta invitación? Comienzo a mirar para todos lados a ver si
reconozco a alguien que me la podría haber llegado a dar hace un mes. Quizás
algún sub dueño o un relaciones públicas. Descarto a todos, uno por uno hasta
que recuerdo: la odalisca dormida y drogada que está arriba del parlante. Sí, cuando fue la pasada de música de Agencia de
Viajes, me acuerdo que una chica se me acercó mientras yo bailaba con mi
grupo de amigos y me susurró en el oído un zumbido, algo así cómo
“vení”. Yo fui detrás de ella a una salita muy pequeña dónde
había un proyector de diapositivas con una diapo fija hecha de radiografía
celeste quemada y pintada a pincel gestual. Celeste el fondo (la
radiografía), marrón (lo quemado), naranja y violeta (las pinceladas). La odalisca, que esa noche no estaba vestida como
tal, volvió a susurrarme algo así como “Podemos charlar si
querés” y yo le dije “¿De qué?”. No insistió más. Sacó una
tarjeta del bolsillo de su campera, garabateó detrás CENA-GRATIS e hizo una
firma que no especificaba nada. Nos despedimos y yo me fui a bailar con mis
amigos guardando la tarjeta en mi jean. Miro la tarjeta y sí, CENA-GRATIS y un mamarracho
que no especifica nada. Fernanda Laguna: es poeta y plástica: Nació en 1974. [Índice] [Orilla de la laguna] ¡Vaga beduino! Como
hija del sol Aquel
lugar que olía a tierra Se
escucha pie de guerra Quiero
guardarte en una cajita Ojos de
miel y tierra Lejanos por entre las montañas Algo
rozó mi sueño. Debe de ser la lluvia Como
las dos estrellas Un
alarido de vela Parto
de aquí Hay
muchas luces Mara Rosenfeld nació en Capital Federal en 1978. Vivió durante
largas temporadas en Israel. Tiene muchos poemas inéditos. [Índice] [Principio
del poema] Los
poemas de Mara / Roberta Iannamico Bueno,
lo que yo veo de los poemas de Mara es que son muy suaves, muy seductores,
románticos. Algunos son como suspiros. Hablan del amor, del placer y del
dolor del amor. Y también de la soledad, vivida de un modo luminoso o
melancólico, suave, placentero, lujoso, como una reina o una enamorada. Esa
suavidad seductora embellece a la tristeza y a la alegría la vuelve luz,
ceremonia. De repente todo se oscurece, dos caminos mentirosos, infinitas puertas,
caminos oscuros y caminos blancos. Pero hay dos dioses que vigilan. Dioses
enamorados. Brillantes, nocturnos, inocentes. Dos estrellas que alumbran el
camino del amor, que salva, aunque no todas sean rosas. La
suavidad del amor : una sombra que roza un sueño. La tristeza del amor, la
tristeza máxima: “ya soy triste y sin acción, una marioneta”. El
que empieza diciendo “Se enreda con sal...” es perfecto. Es el
poema de un momento mágico de amor, de deseo, de seducción. El juego del
amor, la ceremonia del amor, sufrir de amor feliz: “se esconde y
brilla”, “lagrimea con el roce y roba sonrisas”. Es fuerte
ese poema callejero (camino para atrás) con suspiro, algo oscuro, miedo, un
hombre, bajada de ojos: seducción. El poema de la maraquita me encanta. Tiene
mucha gracia, mucha picardía. También la pasión del amor, casi de película:
oriente, peligro, pasiones y odios, furia, escape, alcohol mucho alcohol,
miel y tierra, ojos, hombre, animal, bello amante, beso. En el medio de la
guerra, del desastre, los dos dioses propician el milagro: suspirar y amar,
esconderse para amar. Partir es partirse, dejar una parte en el otro, un
parto. Me gusta cuando dice “dos, sobre un mar celeste.” [Índice][Principio del comentario] Reseñas Desde
la granja /
Santiago Llach El conejo / Martín Rodriguez, Hay una frase que
escribió hace unos años Francisco Madariaga: “yo grabé el orden
bárbaro”. Lo que hacen las palabras, en efecto, es configurar una
relación con el Estado. El conejo
se procura la historia de un conejo doméstico, que “un día
apareció” pero no espontáneo, se aclara dos versos más abajo, sino
fruto de una transa en el mercado. Un conejo comprado, entonces, que se hace
doméstico y, acorralado, es objeto y testigo del funcionamiento de una
familia. Su jardín, su bosque, su orden bárbaro, él los trae ahí para
entablar regateos mudos con esa familia que mira y lo mira. Lo único que anuncia en
el primer verso la aparición repetida del conejo, sin decirlo, es su
desaparición inexorable: es el destino rápido de los conejos domésticos, que
aunque traigan su orden bárbaro grabado en el corazón y en la memoria,
desisten de esa vida módica. La conclusión es escéptica: “mínimo
confort y mínima aventura”. Quizá la forma circular del poema exigía un
final, que en la poesía, ejercicio concentrado de la persuasión, debe ser
triste. Pero lo que ha quedado
son escenas. “Nosotros detrás del acrílico reímos”. El conejo ofrece
su vida para la risa de la familia. La muerte, banal y sentida, es también el
rito por el cual la vida de la familia es narrada. La impiedad insolente de
la familia siempre acalla a la poesía-conejo, pura letra sin voz, y le da el
destino de un ritual secreto; pero la poesía-conejo, como una revolución que
a su paso sofoca otras revoluciones, empeñada en tatuar sus obsesiones, habla
sólo de la familia y hasta lleva paz a su guerra. El poema presenta una
forma inhabitual en la obra de MR. Tanto agua
negra y natatorio
como los inéditos lampiño y vapor son series extensas y compactas de
poemas breves, que frecuentan tonos y temas emparentados y de aire familiar
pero que de ningún modo narran, como ocurre en El conejo, una historia unitaria. El formato trae
reminiscencias literarias: el cruce de las viejas fábulas animales con las
variaciones en torno a un ser vivo que intentaron desde Williams hasta, más
cerca, Iannamico. La estructura delimita también una moderada experimentación
técnica (fragmentos de citas, cambios del punto de vista, versos largos y
prositas) que MR tampoco frecuenta en el resto de sus obras. Pero estas novedades
formales no ocluyen el intento persistente de enhebrar una lírica forjada en
la afirmación, certera y a veces escamoteada, de una sensibilidad subjetiva.
Alguien que escribe, y que confía en la fuerza de las imágenes convocadas por
los sonidos; en este caso, la imagen vivaz de un conejo. ¿Qué contiene la
cabeza del conejo, asustado pero también espejado por lo que ve? “Guardamos
en la memoria imágenes de cacería”. La violencia vivida del
corte en el balbuceo, la aparición de la madre y del padre, se ven apaciguada
por los diálogos que sus textos entablan con las mujeres. En agua negra, la abuela que “miraba la
tele” y la nena que levantaba su vestido, en natatorio, sus primas poetas “verónica marina
lucía”, “parientas de agua” que siembran una “semilla
de separación”, y también la que pide minuto en la violación y la
señorita que “viene a la rastra” y que dice: “¿me harías
eso a mí?”. El conejo,
como una oleada que repone el balbuceo cortado, recoge también un murmullo
siempre presente: un murmullo multiplicado que disuelve a la madre en muchas,
y lo hace murmullo de las madres, “las alicias + 1”, diría Jean
Lewinski. Ese rumor, no exento de violencia pero portador de una palabra que
restablece, es también un diálogo literario donde resuenan, tal vez, las
voces de Diana Bellessi (evidente en ese “conejo más grande que se come
al chico de un bocado”, escrito ya en Tributo
del mudo: “Devora / la hormiga grande / a la chica”) y
de Alicia Genovese (¿no remite, por ejemplo, “al borde del lago se mira
el rostro de miles de años” al “río que mana elemental” de El borde es un río?). Aunque el padre y la
madre no aparecen tanto como en los libros nombrados, el filamento agitado de
lo doméstico vira con analogías que no temen aludir a la experiencia
política. La poesía, con su retórica demorada y su aliento de otro orden,
sagrado tal vez (sagrado, acá, como lo que imparte la memoria del pueblo), se
arma una percepción propia, asediada por la realidad pero persistente en su
sesgo sensible. Sin embargo, dibuja, otra vez, escenas. La guerra que libran
los diálogos con el padre y con la madre son el flujo de la sangre que cocina
lentamente, en la serie de lo que ahora son recuerdos infantiles, una
conciencia política. La familia en armas: la guerra familiar no es en MR un
desgarro interior, sino una especie de armada conjunta de los vínculos
filiales; la poesía no es la zona donde se entablan pactos ni donde se
plantean estrategias, sino las líneas puras donde puede ofrecerse la mirada
comprensiva de una historia masticada largo tiempo, donde la guerra biológica
no se padece, se adquiere: “el hijo anfibio / que sobrevivió / cuando
todo esto era el mar”. [Índice] [Principio de la reseña] La curva del eco / Reynaldo Jiménez. Insertar
la palabra y desmentirla hasta el tuétano, parece ser la mecánica, la
política de Reynaldo Jiménez en La curva
del eco, texto cuyo propósito pareciera ser el de desmalezar el
núcleo de la palabra en funcionamiento. Pero hablar de propósitos tal vez no
sea muy adecuado, ya que nada estaría inscripto de antemano. La curva del eco muestra un desdecir de
la frase devenida verso y vuelta frase, en un doble movimiento de
regreso-salida-regreso al punto de partida. Sin embargo, lo que gobierna a La curva del eco es el sentido del fade, es decir, una manera sigilosa de
retirar el sonido y despojarlo de atributos hasta hacerlo pura
circunspección. Y también, de la misma manera, regresarlo, hacerlo
evolucionar: de la nada completa, discoidal, al ruido posible, al entramado
fijo y deslizante como si las palabras armaran un arco voltaico fantasma que
reverbera. La
escritura se dirige así hacia el silencio, del que se sale en oleadas de
interferencias, irrupciones, bordeando con mucho el perímetro del poema. La
índole del eco, entonces, supone la eventualidad de poner en escena ese fade que lo instituye. Se trata de
propagar una frase o un grito sobre el desplazamiento de la masa de aire,
hacia ese vacío de aire con cierto sentido de finitud, aunque también de
renuevo, en los distintos planos de repitencia que sobrevive a toda
resonancia. Así se lee en “Bazar en el retablo”, uno de los
extensos poemas del libro, “un segundo después se achica el tiempo/ me
empino hasta su borde para escucharlo/ y me rasca de su abollado fondo/ de
continuo perderse y de estar cierto”. Esa resonancia antimimética de
los poemas de Jiménez sucede entre los remanentes de un mismo pliegue
infinito, donde la búsqueda del centro de atención del poema se desintegra a
medida que avanza, revira, transcurre hacia adelante. No es que Jiménez
trabaje montado en la mecánica de la dispersión, sino que los poemas de La curva del eco interesan el sustento
informe que los amplifica. En ese sentido, el constructivismo verbal de esos
textos se vuelve horizontal, se desentiende de cualquier énfasis meramente
poético, y atrofia cualquier impacto de cristalización. Cambio de centro y
confianza en la superposición que no conduce a una irrelevante polisemia,
porque no hay tal cosa. En el libro de Reynaldo Jiménez las imágenes cargan
sentido por sí mismo, no reproducen otra cosa que la forma que las contienen.
Es un arco de sal movido por Lezama, pero en fotograma. No estamos frente a
un poeta de la proliferación (aunque a simple lectura eso pareciera), sino de
la dilación. Jiménez intenta retrasar la salida de las palabras con el objeto
de evaluarlas a medida que suceden, y establecer con ello un ritmo por orden
de aparición. Se percibe entonces la sensación de permanente suspensión de la
lengua, como si el texto y sus voces acordaran un pacto temporal, en ralentí.
La curva del eco, entonces, afianza
cierto camino de ascensión de la poética de Jiménez, aunque se trata de una
elevación hacia los márgenes, como la superficie de un estanque aún no
conmovido por cualquier otra presencia que no fuese un litigio templado. El camino
emprendido desde Tatuajes hasta
Musgo, aún inédito (pasando por Eléctrico y despojo, Las
miniaturas, Ruido incidental/El
té, 600 puertas y La curva del eco) es el de un escritor que
encontró su lenguaje. Sus textos muestran cómo se puede inscribir una
escritura por fuera de los acontecimientos que la menguan, haciendo oídos
sordos a cualquier aspiración normativa de la lengua. Por eso, La curva del eco se incluye en una
familia poética alejada del sentido de frontera que tanto disgusta a nuestro
autor, e instala una heráldica (“un código de segundo grado”,
diría Nicolás Rosa) que pone al día la figura del secreto y a la par lo
transforma. [Índice] [Principio
de la reseña] Arte Pasado
el revuelo que generaron las obras exhibidas en el tradicional
salón de Arte Sacro del 2001, el Museo Municipal de Arte de Tandil continúa con la excelente política de exposiciones y gestiones
culturales impulsada por su nuevo Director Cristian Segura. Arrancó
la temporada con una muestra cojonuda, como diría un gallego amigo.
“Sortilegio” reúne a artistas de distintas vertientes como Sergio
Avelo, Fabián Burgos, el platense Mario Chierico y la singular Karina el Azem
entre otros, con la finalidad de reformular los supuestos sobre abstracción y
figuración. Dice Segura al respecto de esta pluralidad: “Las obras
abarcan una perspectiva disímil y representativa sobre las producciones no
narrativas actuales argentinas, y pretende dar cuenta de una curiosa
contaminación o coincidencia estética con los artistas precursores de
nuestras formas de abstracción, en especial del arte concreto en los años ‘40.” La
muestra, que sigue su viaje hacia Mar del Plata, es otro ejemplo de cómo
paulatinamente la producción artística contemporánea al cuidado de buenos
ojos se proyecta por nuevos y calificados circuitos de circulación. La
curadora de la muestra Patricia Rizzo escribió para el catálogo esto: Sortilegio en Tandil / Patricia Rizzo "Abstracción puede describirse como la capacidad de
convertir las formas de la experiencia no comprendidas en expresiones de
significado alegórico, como consecuencia de la cualidad fundamentalmente
irracional de la creación artística" Dividir
la producción de arte actual entre figuración y abstracción o entre obras
narrativas y no representativas es un concepto perimido. Por otro lado, ¿qué
es abstracción? Una tendencia artística que se caracteriza porque en la
pintura, en la escultura, o bajo cualquier soporte, "no hay nada
representado". Según esta lectura, existirían dos tipos diferentes de
obras de arte: las que tienen una lectura tomando como referencia el mundo de
nuestra experiencia sensorial, y las que no. Sin
embargo, siempre parece haber
algo representado, aún si remite al fragmento más subjetivo del imaginario
del artista. Por otro lado, el que una forma artística actúe en forma
"representativa" o no, depende a menudo del contexto en el cual es
observada y de los conocimientos previos con los cuales el espectador se
aproxima a ella. Y si bien se puede afirmar que ciertas producciones no hacen
referencia a ninguna realidad,
no se puede trazar una división muy clara entre arte narrativo y no
narrativo. Aún
así, todavía es posible encontrar características y analogías que se suceden
en manifestaciones muy distintas que se encuadran en propuestas que pueden
definirse dentro de un concepto de abstracción.
Tanto en artistas que trabajan con propuestas ligadas a lo
ornamental, en aquellos que indagan en las posibilidades del diseño, en
variados lenguajes derivados del imaginario personal, en los diferentes
efectos logrados a través de los juegos ópticos, por formas geométricas (como
los que incursionan a través de poéticas individuales); aunque todos parecen
estar hoy muy lejos de las motivaciones utópicas propuestas por nuestras
llamadas "vanguardias". Los
artistas que producen actualmente obras no
narrativas responden a tendencias muy diversas. Muchos de ellos
han encontrado en los iniciadores referentes, y tienen una mirada de elevado
respeto hacia sus producciones, pero en la revisión de sus motivaciones en la
mayoría de los casos se trata de coincidencias estéticas, más que de una
corriente de pensamiento en analogía. De una
mirada sobre estas producciones actuales, surgió la idea de Sortilegio. Los móviles estéticos de los
artistas representados difieren casi completamente de los discursos
propuestos por los artistas precursores de nuestras formas de abstracción. Es
muy curiosa la comprobación de que formalmente
en algunos casos se ha llegado a resultados similares desde caminos
singularmente opuestos. Desde las búsquedas ligadas al rigor matemático hasta
la poética fascinación por las posibilidades en la indagación del color -en
otra ocasión que comprueba que los opuestos frecuentemente se tocan- pueden
observarse analogías estéticas. [Índice] [Principio
de la reseña] Bahía Blanca fue un happening / Rafael Cippolini
Si resulta fiable el calendario, el inigualable
desastre (como pide Blanchot, no me refiero sino a cierta dispersión violenta
de astros que enloquece al zodíaco) que fue génesis y matriz del film más
innovador de la vanguardia bahiablanquense de los desquiciados sesenta, tuvo
lugar en el verano de 1969, en un bar justo al lado de Colón 80, o sea, del
predio del actual Rectorado de la Universidad del Sur, así como también en
una ya casi legendaria peluquería de dos pisos, asimismo sobre la transitada
Colón, pero al lado del Arzobispado. El peluquero, Mario Pieri, hijo de
griegos, estuvo encantado del proyecto, que consistía en transformar su sitio
de trabajo en una demoníaca boite. No en otro espacio sucedió eso que logra
que la Misa Gnóstica de Aleister Crowley parezca en comparación la elección
de una tierna piñata para el Día del Niño en un Kindergarten. El
escenario elegido para el rodaje total fue la misma ciudad. Veinte actores
animaron el celuloide definitivo (fue filmada en 8 mm, blanco y negro). Veinte
actores irreconocibles: cada uno de ellos tuvo sobre su cabeza una capucha
negra, similar a la de los penitentes. Y, si es que había un tema, este fue
la irrupción de la turba de oscuros encapuchados por la tranquila ciudad
(mucha calle O´Higgins, mucha Chiclana). Su
director, Héctor Libertella, regresaba de una breve estadía en la casa de la
suegra de Jack Kerouac (a quien ella denominaba Jack Carolina) y de obtener
el mayor premio literario del momento (el Paidós, con $500.000 en efectivo)
por su novela El camino de los
hiperbóreos, acaso la única que se vendió como pan caliente en el
Di Tella. La
crónica del rodaje es implacable: consiste en una minuciosa narración de los
distintos estadios de negociación con la policía local, que no terminaba de
conceder permiso para su filmación (no es menor el dato que los militares aún
gobernaban el país). 45 etapas consecutivas. Estos
beatniks góticos deambulaban en procesión por distintas calles hasta
irrumpir, en medio de un sigilo por demás estruendoso, en las instalaciones
del Bar Llao – Llao. Por una
suerte de teletransportación muy de época, terminaban materializándose en la
citada peluquería, entregados al desenfreno de una bacanal más que temible.
Muchos ángulos de Eleusis a go – go, que sólo permanecen en el recuerdo
de los implicados, ya que el rollo correspondiente a estas últimas escenas se
veló y las fotos fijas que lo documentan son, por supuesto, abominables.
Alguien interpretó il Cardelino, triste
melodía si las hay. De hecho, nadie contuvo el llanto indiscernible bajo las
capuchas. En
total, 28 minutos de exabruptos. Se
proyectó por primera vez en la Biblioteca Rivadavia y casi de inmediato en la
Asociación de Empleados de Comercio. Los vítores se continuaron por semanas
en la euforia del píccolo mondo. Hecatombe.
El clima tan viciado de estéticas Tanto,
que Libertella decidió presentarla en el Primer Festival de Cine
Latinoamericano en Córdoba, ya en 1970. de
protesta y de recuperación étnico política de comunidades indígenas obligó a
Libertella a atrincherarse en su hotel y no escaparse de su habitación
durante días junto al borrador de su guión, que no era sino una variación de
la novela que había escrito durante el servicio militar, y que inmortalizaba
a hombres de metal que se horrorizaban ante la mera posibilidad de recibir
injertos de carne. La
única copia existente de este happening de acetato sigue en manos de su
camarógrafo, Buby Fitipaldi, esté donde esté. [Índice]
[Principio de la reseña] Las líneas dibujadas interpretan la
arquitectura / Claudia Groesman Las diagonales,
verticales y horizontales subvierten el espacio real produciendo líneas de
fuga que lo atraviesan y continúan más allá de lo perceptible. [Índice] [Principio de la reseña] Blanco horizonte / Marina de Caro Verónica Valli - Lucía Bianco Visibilidad y nuevas
fronteras se han abierto a nuestra mirada. La joven producción artística de
las provincias está ocupando un lugar en Buenos Aires. Una nueva ruta trazada
en la búsqueda de quienes en silencio y desde otros centros de producción
trabajan en la construcción de un lenguaje artístico propio y contemporáneo. Esta vez La Casona de
los Olivera recibe dos jóvenes artistas de Bahía Blanca El centro de
exposiciones de Parque Avellaneda, se inauguró una nueva temporada. Hasta el
14 de abril se podrán visitar las muestras de Ana Casanova, Ana Lozano,
Alejandra Olivari, Jimena Lazcano de Buenos Aires y Verónica Valli y Lucía
Bianco de Bahía Blanca. En la primer sala nos
recibe la obra de Lucía Bianco. Cortes de suelos y dibujos de órganos tomados
de los manuales escolares y libros de texto del secundario. Aquella
información que por más que intente darnos idea de verdad con su lógica
académica nunca deja de atraernos simplemente por su gráfica hipnótica. Puntos
rayas y colores en una composición abstracta, en capas geológicas. Es ahí
donde posa su mirada Lucía, la ciencia y sus diagramas ¿Cuánta información
nos legan? ¿Es información científica o sólo un diseño gráfico que nos
seduce?. ¿Es una representación de lugar o sólo bajo ese suelo descansan las
ilusiones que por el momento no han encontrado la salida?. Cartas que nunca
fueron enviadas en la cámara magmática de un supuesto volcán, hojas escritas
como repuestas latentes en un paisaje geológico. Según Lucía sólo un capricho
decorativo, pero mi ojo me dicta, más que un diseño, misterios bajo tierra En el segundo piso los
códigos secretos de Valeria Valli. Con un esquema que alude a una mística
particular de la artista, pinta retratos de amigos, conocidos y no tanto.
Pinturas sobre papel de pequeño formato nos obligan a acercarnos con un gesto
de curiosidad como si fuéramos a descubrir quienes son esas personas.
Identificados por números y diagramas básicos de líneas verticales de colores
que fueron intencionalmente elegidos Otros códigos de barras, no los que la
industria y el mercado nos han impuesto, esta vez no olvidan la cara sensible
de cada uno de nosotros, los colores que identifican nuestro humor, nuestro
estado del alma, Bahía Blanca no
descansa. Continuamente bienvenidos [Índice] [ Principio del artículo] Exteriores Distancia
y presente simultáneo. El escritor David Wapner desde Israel y el artista
plástico Luis Lidner desde Suiza, piensan el acá desde allá. Las noticias, es
de suponer, les llegan por diversos canales: CNN por un lado, cartas de
amigos por otro, editoriales en inglés y porteño, patria & the Argentine
people, atentado en Tel Aviv, cotización del Euro, dólar a 4 pesos, los que
se quedan y se van. Invitación al debate, a la polémica. Oportunidad de
pensarnos, decirnos y seguirla en los números siguientes. Escritos sobre la
enfermedad argentina: aquí van. El portafolio
caníbal /
Lux Lindner 1 Cuando vuelve la
democracia se pone de moda echarle la culpa de todo a los militares... ¡como
si fueran el ejército de otro país! No sé si en 1976 hay algún militar
dispuesto a defender la democracia; pero está claro que hay muchos civiles
interesados en estrangularla, caballeros de saco y corbata que no han pasado
por ningún tribunal y siguen caminando por la calle.Y en la época de Alfonsín
se vuelven plaga esas películas donde las mujeres son la conciencia moral de
la especie, como si hubiera muchos militares solteros. Hace un año veo a
Martínez de Hoz caminando por Florida con la esposa, como si nada. Entra al
cine a ver una película de Wim Wenders. Nadie en la calle parece darse por
enterado. ¡Eichmann en Jerusalén pero caminando por la calle! Por una casualidad yo
tengo las manos vacías (suelo andar con un portafolio negro) y no hay objeto
contundente a mano como para saludarlo. Y encima soy yo el que va a quedar
como un delincuente, porque la calle Florida no parece darse cuenta de que el
superminstro de la dictadura se pasea lo más campante, a la luz del día, en
medio del mundo que él, como pocos, ha contribuido a transformar en un
basurero sin esperanza. En lo personal puedo
decir que Martínez de Hoz ha destruído el mundo de mi infancia, es decir la
industria argentina donde he esperado conseguir un lugar razonable en una
sociedad animada de propósito, un trabajo en una fábrica, una esposa que me
conteste en mi idioma, etc. Desde entonces me la
tengo que pasar haciendo morisquetas absurdas para sobrevivir, como los
crotos de Lucerna que venden cuadernillos fotocopiados con la historia de su
vida. -Diez francos el
cuaderno sencillo! -Quince francos el
cuaderno con caramelos! Y si uno no cree en la
reencarnación quiere decir que esta payasada será toda mi eternidad, todo lo
que quede de mí por los siglos de los siglos amén. 2 La moda actual es
echarle la culpa de nuestras desgracias al Fondo Monetario Internacional y
otros organismos transatlánticos de siglas raras. Conviene aclarar algo; no
hay en ninguna parte de este mundo una asamblea de gordos con chaleco
brindando porque la Argentina se desintegra. No somos semejante botín como
para justificar una conspiración de terceros. De haber ido a la bifes con
Chile la habríamos pasado muy mal; y la economía del Brasil pronto nos va a
pasar por encima como una aplanadora. Solo somos un peligro para nosotros
mismos. Por supuesto que existen cosas como el imperialismo militar económico
y cultural, pero los centros de irradiación de estas energías operan a un nivel
tan estratosférico que excede nuestras posibilidades de influir sobre el
centro de emisión. A nuestro nivel, al nivel en el que es lícito preocuparse,
es decir lo que pasa en territorio argentino, opera esa cosmovisión
tanguero-delictivo-picaresca que de seguir en pleno vigor nos va a hacer
desaparecer con mucha mayor rapidez y efectividad que las calculadoras del
Fondo Monetario. Somos el lado de la
ecuación que es posible cambiar. Es una imbecilidad esperar que modifiquen su
manera de pensar los europeos o los americanos del norte; son y seguirán
siendo unos unos vampiros profesionales y con eso han construido su
"prosperidad". ¿Alguien esta sorprendido porque los testaferros de
la Revolucion Francesa, Aufklaerung, etc, vengan aquí sólo a manotear? ¿O
porque un hincha de San Lorenzo estrangule al proyecto del Misil Condor en la
cuna? Insisto en que vistos desde la Pampa no hay diferencias. Uno conserva
una especie de debilidad sentimental por Europa pero la manera en que los
europeos critican a los Estados Unidos puede compararse a una señora de 60
que critica a una chica de 20 porque lleva una vida disipada... pero ella a
los 20 llevaba esa vida, o todavía peor. Encontrar diferencias entre
distintos carteristas no va a hacer mucho por nuestro monedero. En palabras
de Jauretche "la cuestión no es cambiar de collar sino dejar de ser
perro". Pero antes de ser perros del FMI, somos perros de nuestros
políticos y de los tecnócratas que se pasean por Florida. 3 Si hay una ciencia que
hace falta en Argentina, es una Antropología de la Corrupción, investigar por
qué la traición es posible, deseable y no recibe castigo. Hace falta no sólo
en Argentina, claro, pero ya con desactivar la bomba en casa le habremos
hecho un lindo servicio a la ciudad. ¡Limpia tu aldea! Que términos como
"cometa" regresen al ámbito astronómico. O palabritas como
"pragmatismo”, ¡el nombre para la resignación infinita y la venta
del propio pueblo! Buchón!-
Botón!-Oreja!-Ortiba!-Ortibón!-Traga!- cuántas palabras hay ya en la escuela
sólo para descalificar al que quiere trabajar o tiene un ideal o quiere hacer
algo constructivo. Y son términos que funcionan. Puedo garantizar que
funcionan muy bien en las últimas decadas del siglo 20, indiferente a si se
está bajo un gobierno civil o militar. No hay en cambio
palabras de peso semejante para describir a un parásito, un estafador o un
delincuente. O las hay, pero sin tanta fuerza para descalificar; finalmente
resultan más suaves y hasta participan de una especie de simpatía, una piedad
final... la misma que está por retorcer el pescuezo de nuestro futuro. El
triunfo de esta jerga delictiva, hostil a cualquier tipo de ley, estructura
la mentalidad necesaria para un mundo donde ser honesto no es sexy y tener
impulsos constructivos es una chiquilinada, digna de una persona de cuarenta
años que no se ha enterado que los Reyes Magos son los padres. Parece que el
trabajo duro no conquista a las chicas de tapa. Y en un mundo secular sin
reencarnación lo que se está dispuesto a hacer por las chicas de tapa es casi
la medida de lo que valemos. Quien no percibe los valores del sistema se va a
encontrar con que nadie lo defiende en la víspera de una catástrofe. Y si al
principio se puede todavía tener escrúpulos (venidos vaya uno a saber de
dónde) el hombre es finalmente zoon politikon y debe bordarse a sí mismo en
el tejido de algún grupo social para no terminar en aislamiento. Así que
click, enter, ¡y a estafar! años de jarana y jarana. El tango ha sido la
banda de sonido de este festival de sonrisas torcidas, un edificio nefasto
construido con ladrillos de estupro, incesto y traición. Que lo desmonten
pieza por pieza y lo instalen en Holanda pero lejos de la costa, donde el
agua se lo trague pronto! 4 No escribí este texto
para que me aplaudan, sino para que aplaudan al que demuestre que estoy
equivocado. [Índice]
[Principio de la reseña] La corneta argentina / David Wapner
[Índice] [Principio
de la reseña] Por
G. L. Estos
son algunos de los materiales que nos llegaron: Revistas Reflejos Nº 9 – 2000/2001 Revista
del Departamento de Estudios Españoles y Latinoamericanos de la
Facultad de Humanidades de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Directora : Myrna Soloterorevsky
– msmyrna@mscc.huji.ac.il
En el sumario se destacan artículos
sobre Roberto Arlt y Gabriel García
Márquez. Rescatamos
un fragmento del
texto del paisano Arnoldo M. Kierszenbaum Acuerdo A mi hermano de Manhatan Guardo el destino Trilce Nº 8 Diciembre 2001 Esta
publicación chilena,
en cuyo consejo de redacción colaboran algunos poetas argentinos, dedicó el último número casi en su
totalidad a reflexionar desde distintos artículos sobre la obra de Juan
Gelman (incluye un
par de textos inéditos y bibliografía completa). Juguete Rabioso Nº 1 Octubre 2001 Realizada
por los alumnos del departamento
de Humanidades de la Universidad Nacional de la Patagonia - rev_jugueterabioso@yahoo.com.ar Critica Nº 90 Diciembre 2001 “La
cosmogonía” de Philip K. Dick por Enrique Serna y “¿para qué poemas?” por Raúl Dorra, entre
otros articulos y textos inéditos de Mario Vivero García, Daniel Mourel y
Reina María Rodríguez. Letra Internacional Nº 73 invierno 2001 – Esta
publicación del verdadero primer mundo tiene un collar de colaboradores peso
pesado que no se puede creer. Por ahí se encuentran artículos (especialmente
redactados para la revista) de Juan Goytisolo, Umberto Eco, Savater, Rosa
Pereda, George Steiner y el bahiense Mario Merlino (bueno, en verdad de
Coronel Pringles) entre otros marotes. En el último numero que recibimos se
puede leer “El fin de la Excepcionalidad” de Susan Sontag, una
destacada pensadora que ha vivido voluntariamente los horrores de la guerra
en Sarajevo pero que a la hora de puntualizar sobre el ataque a las torres
gemelas se despacha con esto: “La misma mentalidad que condenó a muerte
a Salman Rushdie pero no pudo matarlo, hace poco condenó a muerte a cerca de
seis mil personas, muchas de ellas extranjeras, en los Estados Unidos. Para
acabar con esta violencia, será necesaria la violencia. Dentro de las reglas
de la guerra, tenemos que actuar y no sólo culpabilizarnos, para que pueda
haber una posibilidad de prevenir masacres futuras”. Qué me contursi. Insula Nº 660 Esta
publicación que se edita desde hace 56 años está dedicada íntegramente a
autores españoles, aunque el más joven de los mencionados hizo el Jardín de
Infantes con Valle Inclán. Dirigida por Victor García de la Concha. Una
verdadera hendidura en la cultura española. Libros Timbal Ultravioleta / Rafael Vásquez En el Mar de su nombre / Maria Montserrat Beltrán Cansancio de lo escrito / Pablo Queralt El sacatrapos / Carlos Martín Eguía Natatorio / Martín Rodriguez Bitacora del Iluso / Osvaldo Sauma Enrique IV / William Shakespeare Cartas sin Cuerpo / Alfredo Trejos |
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