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Arte

Retratos de mis vecinos /
Osvaldo Aguirre

La Boca también
como Objet trouvé
/
Rafael Cipollini

Dos caras de la misma moneda /
Xil Buffone

Imagen y Deseo / Diana Aisenberg

ARCO 2002 / Rodrigo Alonso



Inéditos

Toques y Tos / Juan Desiderio

Libro de los seres intermedios /
Sonia Scarabelli

Tatuada para siempre
(segunda entrega) /
Fernanda Laguna


 



Reseñas

OVNIpersia / ná Kar Eliff-ce
Romina Freschi
Washington Cucurto

La musa inclemente /
Juan Gustavo Cobo Borda
Carlos Batilana

El cántaro / Beatriz Vallejos,
Beatriz Vignoli

Taiga / Andi Nachon
David Wapner

VOX virtual Nº 10. Abril 2002 - Bahía Blanca, Buenos Aires, Argentina.
Editores: Gustavo López - Sebastián Morfes -Marcelo Díaz - Sergio Raimondi.
Diseño de portada: Christian Díaz. Email: voxvirtual@yahoo.com.ar. Números anteriores: www.revistavox.org.ar
suscripción gratuita:
voxvirtual-alta@eListas.net

 

 

 

Inéditos

 

Toques y Tos / Juan Desiderio






TOS


¿Podar el fresno?
¿Las ramas de Einstein?
Martilleo sobre
la parte podrida
de la casa. Tomo
en jardines de avenida
y el azar es vuelo
por cielos de capot.


Suerte de ser
mitad cuerpo
y una parte de la reja
¿O es la pasión
con la que evito
ser un souvenir
en la fiesta?


Una botella con adrenalina
hundiéndose en mares
de aceite.








En 1968 me cansé de diseñar galaxias
en un cuaderno forrado con telarañas
y le pedí a mamá un par de anteojos inútiles.
Entonces, me animé a contarle a una cieguita,
lo que veía en la superficie.

 

 





18 horas en Luro. Llueve.
las vecinas atan
pañuelos de la cabeza
se asoman a verla.


La bautizamos, entonces
con el nombre de Alicia,
que sostiene un paraguas
con manos de oración.


Sobre un lomo de burro
dispara sus ojos
hacia la noche.


Nadie se anima a decirle
que está por morir
en esa curva.










El antiguo man
lee un suplemento deportivo
en inglés.
No entiendo, de reojo,
cuando con voz
entusiasmada
dice
“look, vieja
calá this page”
mostrándome la foto
de un futbolista en trance.







Manhattan era un pueblo
lleno de arañas
que despertaban a los huéspedes
picándoles las piernas.


“Todo huésped es un rengo”
gritaban los chicos
de Manhattan.


Por la noche, boxeaba
y entregaba mis rodillas
a la risa del público.


“Ave rapaz” decían
con voz natural
y manos agitadas.


La gente me tiraba humo
de cigarro cubano.
Fui un boxeador
con fisuras en el pecho.



 

TOQUES




La atmósfera es neutra.
Hablo con una voz que hay en mí,
sin darme cuenta de donde viene
ni quién es, ni qué quiere.


La voz, no es suave
ni hermosa, y me acompaña
cuando salgo a pasear
con mi saco largo de hombre bomba.

 

 

 




Pica a cada rato
la avispa del mal.
Una voz, me alerta
y si no la escucho,
me cura igual.









La carne humana
gomosa, húmeda,
de sabor dulce,
es el carozo de un ser.


Estos gigantes
de imán y plasma,
se aburren, y crecen
cada vez más lento.

Se están marchitando.







Perros ladran
a favor del viento,
viento que pronto
nos va a enloquecer.

 

Juan Desiderio: nació en Buenos Aires en 1963. Publicó Barrio Trucho (Ediciones Trompa de Falopo, 1990). La Zanjita fue editado por Ediciones Trompa de Falopo en 1996.

 

[Índice] [Principio del Poema]

 

 

 

 

Libro de los seres intermedios / Sonia Scarabelli



I

todo es arrullo ardiendo
que se amamanta y se devora majestuoso
verde es el fondo de la hoguera.


Y nuestro reino en la vigilia se deshoja.

        Amelia Biagioni
Las estaciones de Van Gogh


II


ils se nourrissent d’une nourriture
invisible à l’homme

Dictionnaire de Théologie

I

Cuando sopla el viento se golpean
los frágiles tallos de la caña,
cortados y pulidos por el hombre
y dispuestos a la súplica del aire,


siempre actúan un poco reservados,
como dando un paso atrás frente al bullicio,
esperando la hora de la noche
para tocar su música modesta


donde el ojo no alcanza.






Sube la tarde en signos invisibles
y la vaga frontera
acoge del instante
sus verdades remotas
que asaltan la mirada:
cruza un vuelo de piedra en el insecto
y en el brillo del élitro el vestigio
del ala endurecida



III

de esa altura de setiembre
que el animal más acechante
fuera la golondrina,
columpiada tigresa del aire
acercando el estío.



IV




Pero la hoja que cruje
y se resquebraja en música de muerte
tiene también su imperio
donde inmola su breve momento de apariencia
al corazón sonoro.



V



Mujeres de dorados pies pequeños
bajan descalzas a la playa
con la tormenta:
por la curva de sus arcos
alzados sobre la suavidad,
como livianos instrumentos
de pisar el aire,
pasa desnuda
la música del viento.



VI



El caudaloso,
el fabuloso río,
nace en la fuente clara
de la noche;
semilla de otro mundo,
la luz,
pone a nadar en él
sus peces de colores.




VII



Hogueras verdes,
fresco de la llama,


primaverales músicos del viento
contra el azul pulido
de la atmósfera:


ninguno de estos árboles
necesitó elaborar
una mitología
o una metafísica
para llegar
a la idea de Dios.



VIII



Ni ninguna de las aves


- dulces prodigios
del día quinto -


interrogó jamás
por su destino


- don del ser
danzantes en otra gravedad:


simplemente
aceptaron.



IX



Aguzado el ojo
en una porción de cielo,
aquello que debe ser el alma
se deja seducir a veces
por la instantánea contemplación
de lo vacío


hasta que una pequeña voz
le advierte
que allí no hay canto.

 

Sonia Scarabelli: nacio en 1968 en Rosario , Santa Fe , Argentina . Los textos editados en este número forman parte del libro El reino que en la vigilia se deshoja o el libro de los seres intermedios.

[Índice] [Principio del Poema]

 

 

 

Tatuada para siempre / Fernanda Laguna (Segunda entrega)

 

Una noche en la cárcel

Como no tenía nada me llevaron a la cárcel y pasé allí tres horas entre mujeres asesinas que me acosaban constantemente. Me manoseaban, me chupaban las orejas, se me acercaban amigables y cuando yo les sonreía se reían y se decían “Es una tontita”. Yo no quería llorar. Quería demostrarles que yo también había intentado escaparme sin pagar, con premeditación y consciencia de que lo que estaba haciendo no era bueno, pero que igual no me importaba. Las celdas estaban comunicadas por pasadizos secretos que habían hecho las convictas por debajo de las camas. La cárcel era un gran telo y en el poco tiempo que estuve allí conocí historias de amor increíbles. La más conocida se trataba de una pareja de muchachas que hace diez años son las amantes preferidas de la comisaria Báez. Esta las somete a prácticas sexuales sadomasoquistas pero con armas de verdad, y como las chicas son prisioneras tienen que aceptar una y otra vez. Hay dos bandos: unas que dicen que a las muchachas les gusta la relación y otras que dicen que no, que las chicas sufren mucho. La verdad es que ninguna de las convictas vio a las dos esclavas pero los domingos a las cinco de la tarde, la hora del ángelus, retumban por toda la penitenciaría gemidos de gozo mezclados con gritos y llanto. Sonidos de cadenas contra el piso y tiros.
A la hora de haber llegado a la cárcel me empecé a hacer de algunas amigas, que me decían que no me fuera, que me quedase, que siempre había lugar para una más. Yo les dije que no, que ya había hablado con mi amiga Margarita y que venía para la cárcel a pagar la fianza. “¡Quedáte, quedáte!”, repetían todas juntas, “así escuchás el concierto sadomasoquista”.
Los dos bandos estaban enemistados y me pidieron a mí, como era nueva, que diera mi opinión. Me sentaron en la cucheta alta y todas se sentaron a escucharme. Desde la cucheta podía ver todas las caritas de las muchachas, algunas asomándose por las jaulas, otras, como no les daba el ángulo del pasillo, miraban a través de espejitos, otras fumaban con pipas y otras tenían tatuajes con corazones y espinas de rosas clavadas (amores no correspondidos seguramente).
Yo pregunté si no había venido la televisión y todas dijeron que no. Luego me dijeron que me quedaban dos preguntas nada más y que si no lograba convencer a los dos bandos para que coincidieran y se reconciliaran me iban a violar todas juntas. “Bueno”, dije yo, “a ver”, y miré el reloj. Faltaba una hora y media para que llegara Margarita. A la comisaria no la podía llamar porque obviamente sospecharía que estábamos hablando de ella. Me imaginé cómo sería que me violaran todas esas señoritas y señoras (algunas parecían muchachotes físico-culturistas). Pensé en qué habría hecho Lirio Violetsky en este caso. Quizá enfrentarlas a todas adelantándose y diciéndoles que primero la violen y que después ella les iba a decir lo que tenían que hacer, así por lo menos se aseguraría que de la violación saldría con vida. Me pareció una excelente idea y se las dije. Todas me miraron y comenzaron a avanzar hacia mí y yo grité diciendo que no, que ya sabía la solución. Marcando un círculo en el piso con sal gruesa que traía en la cartera dejé a una convicta adentro y grité “¡Qué les parece!”. Miré el reloj y faltaba una hora y quince. Pensé en todo lo que me podría pasar y cerrando los ojos comencé a hablar. Les dije que no se peleen, que piensen en el amor, que a mí me gustaría que me violen, pero de a poco, que aceptaba la violación pero si era con amor y que para eso me tenían que prometer que se iban a olvidar del tema de las esclavas y la comisaría. En ese momento se me ocurrió y grité: “¡Es una grabación!”. Me paré en la cucheta y arranqué un grabadorcito que estaba conectado a los altoparlantes de la cárcel y jugándome el todo por el todo apreté el play y comenzaron a sonar como coros de ángeles y gloria, llantos y suspiros, jadeos, tiros, cadenas, frases que evidentemente estaban preparadas. “Sí, sí, dale, tocame ahí’”. Parecía tan obvio que ninguna de las convictas se había dado cuenta.
Se pusieron como locas, algunas lloraban (las que pensaban que era una historia de amor), las otras estaban enojadísimas porque la comisaria las había engañado durante años y había logrado hacer que se enemistaran entre ellas. Las más forzudas arrancaron algunos barrotes de las jaulas y comenzaron a golpearlos con otros haciendo un sonido ensordecedor. Yo me senté sin gloria en la cama. Nadie ni me miraba. Antes de solucionarles el problema por los menos me tenían ganas, pero ahroa estaban tan enojadas y tristes que no me prestaban atención. De repente, en otro rapto de inspiración, volví a subirme a la cucheta y puse un cassette que tenía en el bolsillo y comenzó a sonar. “Blue Sabana Song”, de los Erasure. Todas dejaron caer los palos y las botellas vacías al piso. Las enojadas les secaban las lágrimas a las tristes y se besaban y a mí también me besaron. Algunas me violaron y yo disfruté mucho. Otras me pidieron que yo las cogiera y me dieron elementos extraños hechos por ellas mismas, algunos, unas especies de abanicos gigantes al croché que yo tenía que mover. Otros como fuelles de cuero, cosidos con hilos de caja de pizza cortados a cuchillo. Estos me gustaban más y me daban menos trabajo, aparte podía verlas ya que con los abanicos no veía casi nada. Faltaban cuarenta minutos para que llegue Margarita y a mí me gustaba bastante la cárcel, aparte que ya conocía la mayoría de los pasadizos.
Con respecto a la comisaría se ve que ese día tenía franco porque no apareció. Me hubiera encantado haber estado ese domingo, a la hora del ángelus, cuando la comisaria prendiera el cassette y escuchara Erasure y todas volvieran a coger felices. “La libertad del corazón es un poder que hay que explotar” –pensé–. “Qué lindo sería el mundo si la gente liberara sus corazones y no viera todo tan feo”.
Por ejemplo, muchas de las convictas no eran malas, habían sido víctimas del hambre, de la ambición, del miedo, de la televisión. Muchas habrían pensado que robar las haría más felices. Una me dijo que había robado un banco y con la plata iba a llevar a sus hijos y a su marido a vivir a la costa y que no iba a volver a robar nunca más. Pero la agarraron dos policías con la masa en las manos, llevaba tres millones de pesos en la bolsa de las compras. La derivaron al juzgado donde la declararon culpable y de allí la transportaron en un camión oscuro al penal de mujeres peligrosas.
Me sentí un poco triste, a mí me quedaban veinte minutos de prisionera e iba a salir en libertad. Yo lo tenía todo y quería, de alguna manera, llevar en mi corazón todos los rostros de las chicas que estaban ahí para recordarlas cada vez que recordara que soy libre. Y entonces vino la tatuadora y me acostó en la cama. Yo me abrí la camisa mostrando mi pecho y le señalé... “aquí, aquí quiero el tatuaje, y quiero que sea una jaula con un corazón adentro. Un corazón rojo y la jaula también roja como la sangre. Mi corazón preso de sí mismo.”
La diosa tatuadora con sus brazotes me pasó un trapo mojado para higienizar la zona y después cargó el cartucho con tinta roja y en diez minutos se terminó. Le pagué con una práctica sexual que me pidió ella y que es secreta y que nunca olvidaré. Lo único que puedo contar es que sentí algo muy especial. ¿Me había enamorado? No.
Tocaron el timbre y la recepcionista llevó a Margarita a través de puertas y puertas a la administración. Depositó la fianza en el pequeño banco de la prisión y me buscó. No la abracé porque tenía el tatuaje recién hecho y me dolía un poco. Nos tomamos de la mano como grandes amigas, afuera nos esperaba Lirio en el auto. Le mostré a Lirio el tatuaje y le gustó mucho. Arrancamos y me sentí muy feliz. Lirio dijo: “¡Vamos a bailar!, yo dije: “dale”, y Margarita dijo “¡sí, yo puedo escribir también!”. Lirio abrió la puerta del auto y al bajar noté que era una princesa y Margarita otra. Yo me saqué la camisa y mostré a todos mi tatuaje y recordé a mi tatuadora. Creo que un poco me había conquistado con su práctica secreta.
A los tatuadores no les gustó el tatuaje. Me dijeron que no era muy precisa la línea y a mí eso me molestó un poco porque “Tatuadora” no tenía medios sofisticados y lo que había hecho en mi pecho era algo único y en sólo diez minutos. Aparte, de donde miraras, el tatuaje se veía en la posición correcta. Yo lo veía al derecho y los demás también.

 

***

 

Han pasado 15 años y me he reecontrado con Tatuadora porque le dieron libertad condicionada y puede salir de la cárcel los fines de semana. La comisaria Báez se retiró y vive en el campo. Mira el atardecer cuando no hace frío en una reposera de mimbre, blanca y triste. Yo ya tengo 43 años y tatuadora 51. Yo con tres hijos (dos nenes y una nena) y tatuadora una nena preciosa que concibió con un empleado de limpieza de la cárcel. El día que nos encontramos lo primero que me pidió fue ver el tatuaje que me había hecho hace tantos años. A diferencia de otros tatuajes éste seguía exactamente igual, borroneado. Era aún el original, tal cual sus manos lo habían dibujado. Ella sonrió y dijo “qué bello”. Yo sonreí.

·         ¿Puedo pedirte un favor?

·         Sí, claro.

·         Me gustaría que me tatuaras también a mí el corazón enjaulado.

·         Pero yo no sé tatuar.

·         Yo te voy a ir enseñando.

Se quitó la camisa. Ya no tenía los bíceps ni los tríceps de antes, pero estaba igualmente preciosa. Yo tomé las agujas, mucho más sofisticadas que las que había usado conmigo y comencé a darle pinchacitos que teñían su piel morena de rojo. Ella me decía “ahora para acá, ahora para allá”, y me iba señalando la zona y yo seguía con la aguja su dedo. Me decía cuándo higienizar todo y cuándo parar, cuándo seguir. El dibujo estaba quedando ¡tan bien! e igualito al mío. De pronto, como una aparición, el corazón enjaulado empezó a latir con el mismo ritmo que el de ella y me sorprendí. Ella me dijo que era el mismo corazón, que había estudiado mucho acerca de corazones en la cárcel y que había descubierto que esto del tatuaje en el pecho sirve para sincronizar el corazón interior con el exterior y que hace muy bien. Al terminar ella se incorporó y fue una gran visión. Recordé lo de la paga y me estremecí toda. “Se lo digo”, pensé, y antes de decir nada ella comenzó a pagarme. ¡Qué generosa era Tatuadora! Me pagó mucho más de lo que yo le había pagado en la cárcel. Me hizo nuevas prácticas, que también había aprendido minuciosamente en la cárcel todos estos años. Yo volví a sentir cómo se acomodaban los deseos y sus satisfacciones. Era algo molecular, los glóbulos marchaban sincronizados sin chocarse en un ritmo parejo a través de las venas. Mi piel se humectaba debido a “algo de la práctica secreta”. M tatuaje brillaba como un sol y proyectaba manchones de luz en las paredes de mi cuarto. Hacía años que yo no tenía relaciones sexuales y como sentí que aún lo hacía muy bien, quise volver a repetir la experiencia muchas veces para seguir mejorando.
Ella no fuma, pero yo sólo un poquito, porque a mi edad tengo que cuidarme. Quedamos en silencio un rato, mirando por el ventanal de mi departamento los picos de los edificios y las copas llenas de hojitas de los árboles. Es la primavera y nos florece el corazón con pétalos de sonrisas. Mis hijos son muy lindos y han salido a visitar a sus respectivos padres. Mi tristeza es un palomo en el cable de la calle pero hoy ha venido con otra palomita. Nos asomamos con Tatuadora por el balcón y tiramos pimpollos de migas de pan sobre las cabezas de la gente que pasa y se llena de palomas la vereda. Mi palomo baja también (a pesar de que le hemos ofrecido miguitas en el balcón) dejándose caer con la cabecita apuntando hacia la vereda y los ojos cerrados. Palomo Blanco, como lo llama Lirio, nos saluda cabeceando. Sentimos una lluvia que nos cae sobre la cabeza y es la vecina del noveno que salió a regar sus plantas.

 

Fernanda Laguna: Nació en 1974, es poeta y plástica. Coordina las actividades de la galería , centro cultural y editorial Belleza y Felicidad donde ha editado gran cantidad de plaquetas de poesía y narrativa que pueden solicitarse en bellezayfelicidad@hotmail.com.

 

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Arte

 

La Boca también como Objet trouvé / Rafael Cipollini

Alfredo Prior / Pinturas
Museo Quinquela Martín
Buenos Aires, Abril del 2002
.

"No me den un río ni un amanecer; denme pinceles, óleos, y el embrujo
espiritual de un genio de pulpa”.
J.M.W. Turner (1775 – 1850)

Dos históricos maestros, cual Rómulo y Remo en la rivera, se disputan el firmamento pictórico del frondoso recetario formal que algunos académicos denominaron la Escuela de La Boca. En ambos vértices, confundidos con sus estilos, reaparecen así los nombres de Quinquela y Victorica. Ahora bien ¿qué tiene que ver Alfredo Prior con ellos? ¿Esta reunión textual obedece a que este último expone en algunas de las salas del Museo del primero?
Sí, por supuesto. Pero no.
Ha sido seducido por Victorica desde aún antes de saberse él mismo pintor. Se sintió ya entonces fascinado por su eclecticismo, por su deriva, por la casi absoluta sorpresa ante cada cuadro.
Con Quinquela fue diferente: del estilo del fundador de la Orden del Tornillo le interesó su manera de transformar un motivo previo (su disponibilidad visual: unos barcos, unos puentes, algunas nubes y muchos trabajadores portuarios) en una técnica (la antología de remedios y desenlaces que su destreza compiló a modo de resoluciones instrumentales).
Prior sabe que, para convertirse en un flaneûr de La Boca basta con pensar en las síntesis formales de Quinquela, así como que cada lienzo de Victorica agiganta su mito plagado de discreción y misterio.
Pero ¿qué hubiese sucedido si uno y otro, obliterando y mezclando su tiempo histórico, hubiesen sucumbido al desafío del conceptualismo?
Prior juega a la sospecha de que ambos nunca dudaron que la pintura fuese Cosa mentale. Y en su ensayo sabe que la cualidad mental proviene de los elementos de trabajo, de los trucos de cada artista.
Parafraseando a Mallarmé: el mundo existe para ser parte de un gran cuadro.
Y ese cuadro mental, ya no librado a las aboliciones del azar, es un inmenso puzzle posconceptual.
Posconceptual: esto es, producto del cansancio y la superación de la eterna fatiga de las propuestas neoconceptuales.
¿Y qué se supone que hace Prior con un puzzle posconceptual? Pues nada menos que una muestra al modo de una Antología Personal, convirtiendo su trayectoria como pintor en un Museo de sí mismo.
Y en ese Museo, como ya sospechan, no faltará su cada vez más atorbellinano Topos Uranos, que alcanza en una y otra oportunidad la más absoluta abstracción. Y menos aún su numerosa fauna de pequeños animalitos y criaturas de fábula, sus infaltables osos, las ciudades transfiguradas, los paraísos e infiernos orientales, las visitas intempestivas a los grandes mitos occidentales, las bambalinas de todo la Historia del Arte por la cual Prior se desplaza como un Fantasma de la Ópera en la era de Orlan.
Pero no conforme con esto y citándose otra vez ha inventado un curador que no es sino otro de
sus heterónimos, como en su momento lo fueron aquellos otros de su muestra
®.

Y este heterónimo, para complicar más la Cosa Mentale, ha terminado por llamarse, ni más ni menos que Alfredo Prior.
Ahora bien ¿en qué se diferencia el curador Alfredo Prior (su heterónimo) del pintor Alfredo Prior (él mismo)?
Pues en que el curador, a diferencia del pintor, se propuso ser un Frankenstein compuesto por los que a ambos Prior más les interesa de Quinquela y Victorica.
Es decir: una zambullida en el Misterio.
Y la mirada final, la mirada de estos Quinquela y Victorica mentales determinará la Antología definitiva.
La que nunca abolirá el azar.

Otoño de 2002

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Dos caras de la misma moneda / Xil Buffone

Muestra de arte mapuche
Fundación Proa
Buenos Aires, Abril 2002.

 

En el mismo suelo, en un mismo momento histórico convivieron dos culturas trágicamente antagónicas.

La Argentina de altos contrastes de mediados de siglo XIX se muestra en la Fundación Proa de Bs As a través de dos exhibiciones simultáneas: el cosmos indígena y el cono urbano en un límite filoso.

 

Hijos del viento - Platas y tejidos mapuches

La Luna después de una gran disputa con el Sol derramó sus lágrimas, las que de tan ardientes se convirtieron en plata. Aquella vez los indígenas recibieron los dones y los cuidaron a través de las fabulosas formas de su platería.
La joyería mapuche nació con espíritu propio y mágico, fusionando rápidamente diferentes tradiciones –desde el “tupu” quechua hasta las medallas españolas- conformando un lenguaje sumamente original, un estilo de excelencia donde círculos y rectángulos se concatenan en cascada vertical que remata en campanillas, flores o cruces.
Todo es símbolo y reflejo. Aros, casquetes, gargantillas, collares, pinches, cadenas y prendedores se superponían tapándose unos a otros alcanzando total climax en su conjunto, destellando música y abundancia.
La plata luce espléndida en placas gruesas y planas, pesa sobre los ropajes azul noche de las esposas del cacique.
Según las crónicas, las indias avanzaban impactantes gesticulando en exceso, ostentando el honor de estar bañadas por el misterio luminoso de ser luna.

La colección de Eduardo P. Pereda reúne adornos originales femeninos de plata y de chaquiras (cuentas), textiles (ponchos y fajas) y piezas rituales.

 

Un país en transición

Christiano Junior- Fotografías(1867-1883)
Fundación Proa
Buenos Aires, Abril 2002.

 

El portugués José Christiano de Freitas Henriques Junior (1832- 1902) fue uno de los fotógrafos más importantes del siglo XIX en la Argentina. Trabajó diez años en Bs As retratando a la sociedad porteña y al nacer de una nueva nación. Por su estudio de Florida al 200 desfilaron notorios como Sarmiento, Mansilla, Luis Sáenz Peña o Adolfo Alsina y también los seres anónimos: naranjeros, canillitas, el vendedor de aves y peces, el niño muerto, el violinista manco, la pareja de novios.
En 1879 se embarcó en un vasto y ambicioso proyecto: el “Album de vistas y costumbres de la República Argentina desde el Atlántico a los Andes”. Inició una gira artística de cuatro años por las provincias de Santa Fe, Córdoba, Mendoza, San Luis, San Juan, Santiago del Estero, Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy.
Es curioso como todas las personas permanecen inmóviles ante la lente, posan estáticos simulando hacer su trabajo: levantando edificios los albañiles, cargando bolsas los del puerto, lavando la ropa las mujeres o trazando las nuevas rutas los hombres apostados en los campamentos del ferrocarril. Todos los personajes del siglo XIX miran fijo a cámara, se quedan tiesos para aparecer en el album del progreso.

La exhibición presenta 71 tomas incluidas en el libro “Un país en transición” recientemente editado por la Fundación Antorchas.

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Retratos de mis vecinos / Osvaldo Aguirre

 

Carlos Darío Albornoz nació en 1956 en Tucumán y reside en Yerba Buena, en esa provincia, donde trabaja como fotógrafo. Ha realizado exposiciones en distintos puntos del país y del extranjero y desarrollado investigaciones fotográficas en temas de arqueología y antropología del norte del país. Cursó estudios de conservación fotográfica en el Archivo Nacional de Fotografía de Francia y en el Atelier de Restauration et Conservation de Photographies, en París. En 1999, integró un grupo de siete fotógrafos argentinos que recibió de Francisco Da Costa, fotógrafo y conservador brasileño, el conocimiento y la técnica del daguerrotipo. Un año después abrió en su ciudad el primer y hasta ahora único taller de daguerrotipos de la Argentina. En noviembre del año pasado expuso trabajos en un simposio de la Daguerrean Society, realizado en la ciudad de Kansas, y varios de sus daguerrotipos serán publicados en un libro del crítico Lyle Rexer que anuncia la editorial neoyorquina Abrams.

 

-¿Cómo te planteaste trabajar con daguerrotipos? ¿Cómo aparece esta decisión en tu trabajo con la fotografía?

-En primer lugar como respuesta al anhelo de conseguir imágenes con una fuerte carga de unicidad. No porque fuera un modo de desnaturalizar a la fotografía, que esencialmente permite su reproducción al número infinito, sino como respuesta a la captación del acto fotográfico como hecho histórico con su correspondiente carga temporal. El daguerrotipo responde a esa inquietud naturalmente. Lo mismo se podría conseguir con solamente no copiar más de una vez un negativo, pero de algún modo a eso lo siento como antinatural en su esencia morfológica.
El otro aspecto tiene que ver con la posibilidad de comenzar y terminar con el proceso de obtención de una imagen de principio a fin. Es un modo de tener una cuota de poder sobre el resultado de la fotografía. El hecho de pasar horas puliendo, luego plateando, sensibilizando y por último exponiendo la placa durante un tiempo bastante largo, es un modo de educar mi personalidad de apuro, mi ansiedad por obtener resultados rápidos, lo que la naturaleza del daguerrotipo impide y por lo tanto me permite sofrenarme y pensar seriamente todo el proceso y la imagen final. Por último, yo trabajo con varios procesos fotográficos antiguos, como goma bicromatada, cianotipo, kallitipo, papel salado, etc., lo que me permitió educar mi percepción del tiempo. O sea, estos procesos necesitan como el daguerrotipo mucho tiempo de trabajo (la goma a veces hasta siete u ocho días de trabajo), lo que en cierto modo es bajarse de un auto que va a 100 kilómetros por hora y subir a un caballo que puede ir a 10 o 15 kilómetros por hora como máximo.

-¿El daguerrotipo implica una estética diferente al hecho fotográfico? En ese caso, ¿cómo la describirías?

-Si, puesto que el acto fotográfico implica varios actores: el fotógrafo, el objeto (persona o cosa) fotografiado, la luz, el tiempo. En el daguerrotipo cambia sobre todo el tiempo. Se pasa de exposiciones de milésimas o centésimas de segundo a varios segundos o minutos de exposición para obtener la imagen. Esto, de hecho cambia muchas cosas. Desaparece la instantánea. Otra, no se tienen 36 fotogramas en la cámara sino uno y esto hace que yo reflexione mucho más sobre lo que deseo como imagen final (esto es a título personal). Otra, cuando se trata de fotografiar personas, se requiere de una muy buena comunicación con el modelo. Pero creo que sobre todas las cosas se trata de los tiempos de exposición y el tipo de luz que se puede utilizar, ya que se necesita de una luz con gran contenido de UV, luz del sol, lo que implica que se puede trabajar en las horas en que los médicos de piel dicen que uno no se debe exponer al sol o en su defecto utilizar una lámpara de UV para serigrafía.
El hecho de obtener pequeñas imágenes en un espejo de plata, que requieren de una luz puntual en un ángulo tangente a la placa y de poca luz ambiente para que uno no se refleje en el espejo, más la carga de unicidad, la circunstancia de revivir una técnica antigua, hacen que estas imágenes tengan una fuerte carga externa aparte de la imagen misma. O sea, no se puede separar la imagen del objeto y eso en cierto modo te intimida y te hace sentir dueño único de tiempo y espacio histórico.

-¿Qué tipo de imágenes has registrado con daguerrotipos?

-He tomado naturalezas muertas, edificios de mi ciudad, pero sobre todo siento como más importante los retratos de mis vecinos del barrio. Siento que la identidad está ahí, en el barrio y en esas personas que son desconocidas para el mundo, pero que me han adoptado a mí como su par, como su vecino y eso me llena de orgullo. Por lo tanto, haberlos retratado me ha parecido la forma de devolverles el favor de su reconocimiento, con mi reconocimiento y forma de hacerlos conocer a la gente y dejarlos impresos en mis daguerrotipos.

-¿Qué perspectiva ves para el trabajo con daguerrotipos?

-Me parece que ante la perspectiva de un fuerte cambio en el modo de registrar imágenes con la aparición de la digitalización, esta es una alternativa creativa que permite al fotógrafo incidir mucho más en la obtención de sus imágenes, por las razones que expuse. Por lo tanto creo que es fundamental reconocer y no perder estos conocimientos. En la técnica, un nuevo procedimiento es asesino del anterior, a tal punto que pronto se pierde de la memoria de sus actores. Recuperar técnicas antiguas en la fotografía tiene estas implicancias de nuevos desarrollos. Ante la facilidad que permitirá la digitalización, queda tiempo suficiente para recorrer los caminos de las viejas técnicas fotográficas que no implican al daguerrotipo exclusivamente, sino incluso hasta el blanco y negro tradicional.
Respecto al libro el editor es LYLE REXER; no tengo idea de cuándo sale puesto que esas negociaciones las llevó a cabo Frittegotto,. Lo que si tuve oportunidad en noviembre de 2001, fue de exponer en el Simposio de la Daguerrean Society mis daguerrotipos. Esta sociedad, es la entidad madre a nivel mundial que reúne a los coleccionistas de daguerrotipos (sobre todo antiguos), que en esta oportunidad abrieron espacios para los daguerrotipistas contemporáneos. Esta reunión se realizò en Kansas City los primeros días de noviembre del año pasado. Miguel Angel Cuarterolo es un miembro de esa Sociedad si es que necesitás más información sobre el tema.

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Imagen y Deseo / Diana Aisenberg

 

Lele de Troya es un restorán, que en sí mismo es como un cuadro. Está pintado.Tiene zonas de colores, las paredes las mesas las sillas todo del mismo color. La zona roja, la amarilla, la violeta. Para donde mires, te encontrás con un color.
Arriba, al fondo, mas allá de los colores dice "espacio de arte" -señala una chapa esmaltada- y es ahí donde se encuentran pegadas a la pared blanca las 17 fotos de Marcelo de la Fuente, artista y curador de la Casona de Olivera, en el Parque Avellaneda. El espacio de arte Lele de Troya está coordinado por la artista Ana Gallardo, también curadora. Rescato este fenómeno que crece sin parar. Los artistas argentinos pareciera, hemos decidido ocupar los espacios que otros no ocuparon, para constituir así nuestra obra, y nuestro lugar de artistas.
La obra de Marcelo es una invitación, un deseo, la idea de una noche. Bienvenidos y habitación 18 son los textos que abren y cierran el recorrido. Mi vida es privada es mía y quizás sea la tuya. Carteles, neón, hotel alojamiento, pasillos larguísimos y mucho rojo. Solo, podrías intentar imaginarte un acto sexual, un encuentro que jamas aconteció. Me acuerdo de happy together, esa película que hizo bum. El lenguaje de las luces, los guiños y las tentaciones.
La stidicam que se acerca hace foco en la palabra caja, se detiene en una mujer sentada frente a un plato de arroz moldeado. Comida china y cama redonda. Ella está sola. Una ausencia infinita. La onda setentista de un hotel fuera de moda. Aquí, en este hotel, en esta noche, nada está mas lejos que el cuerpo. Nada sucedió ni va suceder.

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Arco 2002 / Rodrigo Alonso

 

Resguardada por estrictas medidas de seguridad, y en medio de un insistente clima de confusión provocado por el pasaje de la peseta al euro (¡cuánto tienen que aprender de la Argentina!), la ciudad de Madrid volvió a albergar a una de las ferias de arte contemporáneo más importantes del mundo: ARCO 2002.
Generosa en sus dimensiones y súper-eficiente en su organización, ARCO constituye sin lugar a dudas una de las propuestas más serias y prestigiosas en su género. Las casi trescientas galerías participantes de este año, entre expositoras e invitadas, atestiguan la magnitud del proyecto.
Sin embargo, a pesar de su envergadura, son pocas las figuras rutilantes del arte contemporáneo representadas en la feria. Por algún motivo ignoto pero seguramente de gran peso, las grandes galerías del mundo no llegan a tierras madrileñas con sus artistas. Las norteamericanas fueron menos de quince y las británicas -por mencionar un mercado líder del arte contemporáneo muy próximo geográficamente a España- apenas cinco. En cambio, es apreciable el número de galerías de Latinoamérica, si bien muchas de ellas participan de la feria por invitaciones especiales.
A diferencia de otras ferias comerciales, ARCO reserva un gran espacio a galerías no comerciales y a propuestas alternativas, que ingresan al evento invitados por curadores de prestigio internacional. De igual manera, uno de sus mayores aciertos lo constituyen las Mesas de Debates que reúnen a los curadores, críticos y teóricos más destacados del circuito artístico contemporáneo, propiciando, al mismo tiempo, un intercambio fluido entre éstos y los artistas expositores.
Las galerías y los artistas invitados aportan un aire de diversidad a una exposición que, por momentos, se torna muy monótona. Aún cuando las galerías expositoras son bastante permeables a los nuevos medios, lo cierto es que, en definitiva, los que mejor se venden son los tradicionales y los stands se pueblan de pinturas, esculturas y grabados, que no siempre portan la marca de lo contemporáneo.
En los espacios de las galerías invitadas (Cutting Edge) y de los artistas invitados por algunas de éstas para presentar proyectos especiales (Project Rooms), el triunfo de los “nuevos medios”, y en particular del video, es, por momentos, excesivo.
Destacan el video “Els Segadors” de Coco Fusco, una aguda mirada sobre la particular posición del pueblo vasco dentro de España y el registro de la performance “Duplex” de Gustavo Artigas, en la que el artista más otras quince personas parecidas a él cuestionan las identidades nacionales del arte en un delirante discurso sobre las personalidades múltiples.
También participan de esta sección, dos niños mimados del arte español: la estrella gay Carles Congost con un video que ironiza su propia obra, y Santiago Sierra, un madrileño radicado en México que paga a personas para realizar acciones entre absurdas y siniestras, supuestamente señalando -pero definitivamente poniendo en práctica- al sistema capitalista de explotación social.
No obstante, uno de los más destacados en la sección Project Rooms fue, a mi juicio, Marcel Dzama, un artista canadiense que presentó unos dibujos coloreados a la acuarela con personajes y situaciones enigmáticas, que evidencian su doble inspiración en la caricatura y la estética surrealista.
En cuanto a las galerías invitadas para la sección Cutting Edge, son muy pocas las que presentan a artistas interesantes y prácticamente una la que, además, se preocupa por transformar el espacio concedido por la feria, produciendo un quiebre en la homogénea sucesión de stands de paredes blancas. Me refiero a la galería M&M Proyectos, de Puerto Rico, cuya sala fue convertida en un espacio abigarrado de fotografías, impresos, volantes, objetos, etc, con una estética similar a la local “Belleza y Felicidad”, donde no se presentaban obras sino más bien documentación de acciones, información sobre eventos, producciones independientes de artistas, etc.
Del resto de las galerías, algunas decepcionaron particularmente, como la mexicana Kurimanzutto o la brasilera Brito Cimino, que suelen alcanzar importantes niveles de calidad pero que en esta oportunidad no lo consiguieron. En cambio, la Galería Botello de Puerto Rico, presenta unas máquinas de Arnaldo Morales y objetos con documentación fotográfica de una performance de Ana Rosa Rivera-Marrero en un espacio particularmente cuidado.
Entre las restantes, sólo se destacan algunos artistas individuales. El más sobresaliente, a mi parecer, fue el noruego Mikkel McAlinden, que presentó una excepcional instalación fotográfica con una partida de naipes registrada desde diferentes puntos de vista, en un trompe l’oeil postmoderno de inquietantes reminiscencias barrocas.
Como todos los años, uno de los espacios más importantes de la feria estuvo dedicado a un país invitado, en este caso, Australia. Catorce galerías representaron el arte contemporáneo de ese país, aunque fue Roslyn Oxley9 la que se llevó las palmas al tener entre sus artistas a la estrella internacional Tracy Moffat. Otra galería destacada fue Darren Knight, que presentó la obra de Ricky Swallow, una serie de calaveras en polietileno con el diseño de las computadoras Mac, cuya imagen resultó una de las más publicitadas.
En cuanto a las galerías expositoras, es poco lo que puede decirse a nivel general. Como en toda feria, las calidades no siempre son parejas, y es posible encontrar obras de los artistas más destacados conviviendo con otras decididamente impresentables.
Algunas situaciones llamaban particularmente la atención. Por ejemplo, la contigüidad de las galerías Luis Adelantado -de Valencia- y Gmurzynska -de Alemania- la primera presentando obras de marcado tono feminista u homosexual, la segunda con una delicada selección de obras de Malevich, Moholy-Nagy, Gris y Miró. Desde las salas de Gmurzynska, era imposible no ver los pequeños dibujos de Malevich con una serie de desnudos masculinos de fondo en posiciones un tanto comprometidas... Donatello entre las fieras! hubiera dicho algún crítico de arte algunos años atrás.
Un par de esculturas de Rebecca Horn se habrían paso en el pequeñísimo stand de la Galerie de France. Muy cerca, las fotografías de Andrés Serrano no tenían problemas para atraer a la gente desde un espacio minúsculo, ya que las imágenes de un Elvis semi-desnudo y un sacerdote negro desteñido a nadie pasaron desapercibidas.
Como era de esperar, había una sobredosis de artistas españoles. En ocasiones, ese exceso se hacía demasiado evidente: tal era el caso de Antoni Tapies, Julio González o Antonio Saura que se repetían hasta el hartazgo. Lo más lamentable, era que muchas galerías internacionales con importantes artistas en su cartera, decidieran mostrar también a artistas españoles. Sólo por dar un ejemplo, la legendaria galería Art of this Century, representante de Louis Bourgeois, Anish Kapoor o Robert Rauschenberg, entre otros, exponía en cambio a Eduardo Chillida, Jaume Plensa, Miquel Navarro y Manolo Valdés.
Argentina tuvo una importante presencia en la feria, de la mano de las galerías Ruth Benzacar, Luisa Pedrouzo, Arte x Arte y Del Infinito, si bien el espacio de esta última parecía un poco acotado para los artistas que presentaba.
Quizás sea ésta una de las últimas gestas nacionales en este foco de atracción internacional, uno de los tantos últimos episodios del sueño de una indiscriminada inserción en el mundo. Lo cierto es que ARCO sigue brillando y que nos va a ser difícil no observarla, aunque sea en la lejanía, por lo menos mientras nuestras esperanzas permanezcan acorraladas.

 

 

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Reseñas

 

 

Todo orden no tiene explicación / David Wapner

Taiga / Andi Nachon;
ediciones Suscripción,
Buenos Aires, 2000.

Cuando en 1990 Andi Nachon publicó su primer libro de poemas, Siam, se
la suponía cercana al grupo de poetas jóvenes, que por aquellos días
encaró en Buenos Aires su traducción o versión a grosso modo del realismo sucio
norteamericano, echando mano a su vez a las reservas de poetas de
generaciones anteriores como Wallace Stevens y buscando aliento en
paradigmas locales como los hermanos Lamborghini y Joaquín Giannuzi.
Pero en Taiga, su último libro, aparecido en diciembre del 2000, poco o
nada quedan de aquellos poemas angostos, acelerados, de versos cortos,
llenos de gestos punk y yeites generacionales, salvo una mención de pasada a una
botella de cerveza de marca guiness: Taiga es una epístola de la poeta a
sí misma, o de alguien a sí mismo, desplegada en versos irregulares,
lánguidos, trabajados, sin espinas a la vista. Del rocanrol del siglo
pasado al, por momentos, dolor, de este monólogo interior hablado a un
alter silencioso, hubieron de pasar diez años, durante los cuales algo
importante habrá pasado en el crecimiento --si se me permite tal
expresión ambigua-- de Nachon, pero no puedo dar fe, porque no leí Warzsawa, su
libro de 1996. Pero Varsovia reaparece en castellano, entre otras imágenes,
fragmentos, alusiones, o sensaciones de países, o ciudades, calles, casas,
"traslados" o personas del mundo, en el viaje no iniciático de Taiga: un viaje por
segunda vez, que ve, y muestra, los resabios de paisajes ya recorridos de un mundo
exterior, o interior, o intermedio. Es en este último plano en donde se desarrolla
el texto del libro, una suerte de pasillo poroso, permeable, en donde se filtran,
y se mezclan, elementos de uno y otro lado, y que posibilita, incluso, la re-escritura de otros
textos, o ideas que aparecen como fantasmas, que se intuyen, pero no
pueden ser aprehendidas: "un río que es un mar". Un río que es un mar, un mar
que es un río: ¿qué es qué? ¿En qué orden? Una de las ideas centrales de
Taiga es la dificultad de comprender un orden, cualquier orden, un
sistema, cualquier sistema que, por el contrario, puede ser perfectamente
descrito. En un poema se describe la vivisección de las retinas de un
hamster, al estilo de los experimentos "científicos" del siglo XIX y buena
parte del XX, y que se repetían en las clases de "ciencia" en las
escuelas: aquí el corazón, acá los intestinos, y esos son los ojos. Pero ninguno
de aquellos despojos explicaba por qué vivía el conejo, o sapo: "--Lo
siento, hámster." La otra idea, subsidiaria de la que acabamos de describir, es
la posibilidad de que tales sistemas, u órdenes, pueden ser alterados, aún
cuando su sentido último no puede ser comprendido. Cualquier perturbación y
sus consecuencias pueden ser independientes del significado de aquello
que altera: cualquier alteración a un orden o sistema es gratuita y arbitraria
si no se dota al evento de un significado que, paradójicamente, puede
ser arbitrario. En el poema "Surf", dice Nachon: "/(...) ¿Buscaste la
irrupción/ del desorden del sistema para quemar tus ojos viendo nada?
No hay tempestad... ". Andi Nachon cree que la sola idea de alteración
contiene en sí la capacidad de alterar, y eso es así: algunos se vuelven locos
con ese sólo principio. De todos modos, creo el conjunto, dividido en
secciones o capítulos, presenta una alteración real: para mí, Taiga termina en la
última línea de "Mariscos en Calipso". El bloque que viene, "Dentro", y
que en los hechos cierra el volumen, parece pertenecer a otra colección de
poemas, aunque contenga el poema Taiga. Como muchas veces nos ocurre,
Andi Nachon sucumbió a la tentación de alterar lo logrado y cerrado. De
este modo, y al mismo tiempo, anula y potencia sus planteos.

 

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Agotadora cantinela / Carlos Battilana

La musa inclemente / Juan Gustavo Cobo Borda,
Barcelona, Tusquets, 2001.

 

Juan Gustavo Cobo Borda (Bogotá, 1948) es poeta y ensayista. Entre sus títulos de poesía se encuentran, entre otros, Consejos para sobrevivir (1974) y Todos los poetas son santos (1987); en el campo de la crítica ha trabajado sobre autores como Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez, y también se puede recordar la realización de una controvertida Antología de la poesía hispanoamericana (1985).

La musa inclemente se divide en cuatro partes. La primera de ellas, la única interesante del conjunto, centra su contenido en Grecia. El pasado que se yergue en el paisaje, el sol que alumbra las ruinas y los templos antiguos, se confunden con un presente lúgubre, en un cruce temporal que es al mismo tiempo una reflexión sobre la decadencia. El pasado luminoso regresa incesantemente, y su vigencia es tan definitiva que la fuerza de lo nuevo es absorbida por la contemplación de parajes y monumentos que remiten, inevitablemente, a días pretéritos. La convivencia de una imagen viva del presente y las relaciones que el sujeto poético establece con la antigüedad produce un efecto casi melancólico, donde el futuro no tiene lugar ni sentido (“Del mismo modo/que las sobrecogedoras montañas de Delfos/se remansan luego/en las playas dulces de Itea/es necesario abrir tumbas/y hollar cementerios”).
Las siguientes partes del libro recurren al tema amoroso. La pasión, la decepción, el acto sexual, el furor de los amantes son los tópicos que recorren los textos. Sin embargo, asistimos casi azorados a una colección de lugares comunes, versos ya transitados por la poesía amorosa y una escritura que se presenta ingenua e inexperta. Insólitas rimas que nada aportan a una acústica sugerente, un cierto afán pedagógico que empobrece el sentido y una trillada reflexión sobre el amor, son los desaciertos más reiterados de los poemas (“La dictadura del amor/te exalta y te humilla./Te brinda/su esplendor y su fastidio./Su voracidad justa y necesaria./El terror de su pérdida/y la incertidumbre que todo lo roe.”). Como si se tratara de esos textos que aleccionan al lector por la moraleja que dejan, pero en los que advertimos, rápidamente, un sentido del que la literatura se retrae por su carácter unívoco, el poema que da título al libro recurre a la repetición del mismo verso al comienzo de cada estrofa: ”Aprendí contigo/que todo acto/ se torna irrisorio/ sobre el telón de la distancia/ /Aprendí contigo/que cualquier ímpetu/naufraga/ante las atareadas murallas/de lo razonable/ /Aprendí contigo (…)”. Esa agotadora cantinela, obviamente, no permite ningún resquicio al lector en la construcción de la significación.
Si hay estilo en estos poemas, es el de un aprendizaje sin pudor, aquel aprendizaje trajinado en los textos que los poetas esconden en los cajones de sus escritorios, y frente a los cuales sonríen por la impericia de lo escrito hace ya mucho tiempo. El efecto de lectura que producen estos poemas es el del tedio. No asistimos a un trabajo cuyo tema sea el de la inexperiencia, o un trabajo poético con los materiales que la inexperiencia segrega; ni siquiera consiste en una reflexión acerca de la disonancia que produce, a veces, el encuentro entre la auténtica intensidad de los sentimientos y la escritura de un poeta que recién comienza su obra, lo que volvería interesante el asunto. No. Es la publicación de poemas casi adolescentes, como si se trataran de textos enviados, furtivamente, a una novia o a una amante en edad escolar; pero también en el sentido de que adolecen, padecen de impericia. Un fragmento a modo de ejemplo: “Marcado/por la humedad de tu entraña/por fin te veo/mujer despiadada/que me cela y me acompaña/en el pecho y en el ansia.”
Tal vez una de las formas de valorar la poesía sea equivalente a la de su necesidad, valorarla cuando la pregunta resulta frontal y contundente: ¿es necesario este libro de poemas? En el caso de La musa inclemente la respuesta resulta evidente: no.

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El jardín nevado de Dios / Beatriz Vignoli

El cántaro (Poemas escogidos) / Beatriz Vallejos,
Ediciones en danza,
Buenos Aires, 2001.

Estos poemas de Beatriz Vallejos, elegidos por Javier Cófreces, permiten acceder a una parte, de otro modo imposible de conseguir, de la obra de la pequeña gran poeta santafesina. No hay carátula de separación entre los libros, que se indican solamente en el índice: el efecto es el de leer una obra nueva. Una delicadeza editorial permite ver el facsímil del manuscrito del único poema del libro que no había sido publicado antes. Quedan en una relativa oscuridad los poemas que el compilador no eligió. Ausencia que sólo podrá saldarse mediante una edición de las obras completas de esta sobreviviente de su generación, quien publica libros de poesía desde 1945. Nacida en la capital de la provincia en 1922, Beatriz Vallejos también es artista plástica. Ha mostrado sus obras en laca junto a las pinturas al óleo de Supisiche, los cromos de Gambartes, o los grabados de Mele Bruniard. Como en el caso de su coterráneo Hugo Padeletti, conviene señalar las similitudes profundas entre la poesía y la obra plástica de Beatriz Vallejos.
Los materiales de algunas de las esculturas de la poeta son sencillos pero sacros: incienso, hueso. En la tradición del antiguo arte de la alfarería (al que remite el título del libro, El cántaro, continuación alegórica de la metáfora acuática del alma), Vallejos les imprime a los materiales de su poesía una rotación ritual. El arranque puede ser una ocurrencia súbita (“Y el solitario árbol, entonces, ...”); pero al volver, verso a verso, sobre sí mismo, el poema se intensifica: “...o qué modo de mí, regresara/ también solo, a traer una imagen,/ a traer una imagen/ ¿que no era sin embargo así?”.
Esta primera persona del singular es casi objetiva: el mundo y el alma se encuentran en fusión en la experiencia poética donde radican estos versos. Tal experiencia es siempre gozosa en la poesía de Beatriz Vallejos. Se trata de una poesía extrañamente bendita, impulsada por una solitaria voluntad prometeica de bienaventuranza: busca la intemperie, a la vez que parece fundarse sobre un deber ético de felicidad. Acción y aventura, la poesía se propone borrar el límite entre lo sacro y lo profano, para lo cual no degrada lo alto, sino que consagra lo cotidiano. La nada, aquí, no es la noche triste del ser, sino un “mundo invisible” donde la simbólica flor supera y trasciende su condición efímera. “Allí donde nada pesa” (como escribe en el prólogo otra poeta, Celia Fontán) la nada, en palabras de Vallejos, se vive como “el jardín nevado de Dios”. Amplitud dichosa la de este mundo redimido de toda muerte y de la sujeción a toda necesidad, excepto una: la firme voluntad de forma que otorga al poema –en palabras de Celia– “una tersura casi vegetal”.

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Todo x 2

 

OVNIpersia / ná Kar Eliff-ce ,
Editorial Tsé - Tsé,
Buenos Aires 2002

Durante el mes de mayo se presentó en una micro rave el último libro de ná Kar Eliff-ce, OVNIpersia, entre disfraces y el fundamentalismo del chirimbolo rescatamos a Washington Cucurto y Romina Freschi para que nos acerquen sus lecturas, reflexiones y lo que quedó del movimiento residual de sus seseras.

 

¡Eu! / Washington Cucurto

Anotaciones sobre un nuevo estilo. El nacimiento del curepírocó. La influencia de Alberto Olmedo.

OVNIpersia, libro de ná Kar-Elliff-ce, se publicó este año, el delirio editorial lo llevó a cabo una pequeña editorial independiente de nombre casi impronunciable (Tsé-Tsé). OVNIpersia al igual que Mar Paraguayo, del paranaense Wilson Bueno, no es un libro de lecturas primarias sino de reelecturas infinitas. Todo un mundo poético de desopilantes cauces lingüísticos se va desplegando a medida que la lectura avanza. Juegos de frases, despepites, atolondramientos memorables, mezclas, invenciones descaradas de palabras compuestas onda “aeronave”, “noctiarena”, “milhoja”. Un fuerte aire carnavalesco se siente en el lenguaje, una libertad sintáctica con pocos precedentes en la poesía argentina más seguidillas de imágenes y exclamaciones de otro mundo, o mejor dicho, del nuevo mundo ovnipérsico (¡Pero advíneme ahora, pluripersonal proteinouca!). Acá antes de que me olvide, antes de ahogarme en mi propio atolondramiento, voy a decir lo que considero más importante con la aparición de este libro: la tremenda desfachatez humorística-tragicoparódica en el tratamiento del lenguaje. OVNI, es un libro abierto, y nos trae un lenguaje en pleno movimiento, un barullo de fuga, un aletear de torcazas violadas en las islas del Tigre, y por lo tanto vitalidad. ná Kar escribió una poesía de absoluta libertad, donde todo está permitido, es un libro “olmediano” en varios aspectos. Más adelante explicaremos esto. Al terminar la primera lectura del libro lo primero que pensamos es, ¡esto es rebarroco, ché!. Pensamos en un tono experimental, pero ná Kar nos pinta la cara, pues enseguida aparece un sólido y casi consumado estilo poético, que echa por tierra nuestras prejuiciosas aspiraciones teóricas. No hay nada experimental en OVNI, sino todo lo contrario: se exhibe un nuevo lenguaje en ebullición, un mundo ovnipérsico.
Ahora bien, ¿dónde encasillar este libro, sería un neobarroco elefantásico? Una escritura que viene a concluir, de alguna forma, lo que empezó Sarduy? ¿Será acaso un newbarranco llevado al colmo de sus posibilidades? ¿Bajo que rótulo lo encerraría Salamín de mi Selva y el Clan-Puán? ¿Y si lo metemos en la bolsa del Cerrismo, actualizado con pizcas de humor, doblemente ingenioso y paródico? ¿Tal vez el Perlongher de Aguas Aéreas? Y delirando un poco más, no tendría OVNI su origen en los mosaicos fonéticos de Livro de ensaios-Galaxias de Haroldo de Campos, el Rey carioca de las aliteraciones y los rompimientos del significante etc, sino escuchen esto: “mesma e mesmirando ensimesma, enmimmermando filipendula de texto extetexto/ por isso escrevo rescrevo cravo no vazio os grifos desse texto os garfos/ as garras eda fabula so fica o finar da fabula o finir da fabula o/…” No señores, todo encasillamiento es pobre para OVNIpersia, todo parentesco con la literatura nacional es ridículo, pero no así con otra ramas del quehacer nacional. Ya veremos. La estética ovnipérsica se moviliza de un lado a otro y por momentos da la sensación de estar frente a una mega producción de pintura, cine, video, poesía, cómix, desfiles al estilo De Loof, y otros entretenimientos. Versos trabalengüísticos y como los trabalenguas, asonantes y musicales a su vez, sonoros, quizás acá esté uno de los puntos de OVNIpersia, ningún artificio, ningún mecanismo mas hermoso, bullicioso y vital que un trabalengua, pues en él, el lenguaje toma una forma vital, se mezcla, sólo tal vez el habla mestiza de una dominica puede acercársele, pero tampoco. No puedo olvidarme de este verso trabalengüístico: “El tren que atrae la lejanía de trazos de trajo al trepidar de tormentas y el trailer los témpanos triza”. Sin duda este libro desde su concepción argentina, tiene una proyección continental, y su lenguaje pinturero, a veces estridente, a veces asonante, pero siempre increíblemene caótico, como diría Sarduy, lo coloca en su concepción latinoamericanista. Como los buenos libros de poesía desbarranca a cada tanto, y acá cabría llamarlo barranco desopilante. Tal vez, ¿por qué no? Esta ostentación del lenguaje, este derroche de energías, este despepite de vivacidades estrafalarias, este culipandeo culinario, este trepidar en el trepar de titánicas tarántulas, ¿este cantar canchero en la cancha la marcha peronista? esta explosión de colores, nos lleva a otro arte, quizás el arte más perfecto de este siglo: la televisión.
Perlongher le pifiaba fiero cuando aseguraba que el neobarroso de estas orillas nacía primero con El Fiord de Osvaldo Lamborghini (l973), y La Partera canta, (l985), de Arturo Carrera, dos libros clave, si se quiere, para la historia de la literatura argentina. Se equivocó la paloma. Yo, modesta, cucurtescamente, me atrevería a decir que el verdadero surgimiento y explosión, fulgor, o cómo quieran llamarle del neobarroso rioplatense nace y llega a su máximo desarrollo como manifestación artística y no solamente literaria en la comicidad. El neobarroso es mucho más que una manifestación poética y pienso que sería interesante buscar sus fuentes en otros menesteres del sentir; por ejemplo en los sketch humorísticos de Alberto Olmedo. ¡Sería muy disparatado pensar que ahí nace el neobarroso? El descubrimiento de este new stile viene por el lado de la comicidad, de la parodia, del humor ácido y político, la complicidad con el público al romper las escenografías truchas, la exhaltación de la carencia, de lo truchamente vulgar, las interpretaciones de variado calibre que se desarrollaba en el alma de esos sketch de la década del 70 y el 80´. Ahí es donde este new stile, esta forma desenfadada del ser , explota para el mundo. El ser argentino en constante movimiento, como en el libro de ná Kar, no? No obstante no creo que OVNIpersia, sea un libro neobarroso, aunque tenga muchos condimentos que vienen de la televisión y la televisión le deba un montón a Olmedo. Lo que sí creo, es que este libro es el punto de estallido y de mayor tensión poética, de una nueva poesía argentina que se comenzó a escribir a partir de l995, por poetas nacidos a mediados de la década del 70 ( y que no pertenecen para nada a la generación del 90*). Y esto sí es un invento argentino al que yo le llamaría curepírocó. Leámos estos versos de OVNI: “Y qué va del mí si en mí cualquiera habla/ en mi cualquiera ordena y sin mí el que canta ordena…/ y de saber que el baile nos tiene/ que un pequeño baile nos troca/ y que no es representatura ni poemadomancia o grito demédium/ que esto no es prueba/ que es veniencia a la recorredura que conviene y se afianza y no condena/ que es el hueso hueco-de- aire en el cuerpo y la doble tracción a trip de ala/ la pequeña hacienda a doble voz y triple trino de risa/ y sin cuerpo". Sin duda que es una nueva forma de interpretar y escribir poesía, muy ligada a mucho de lo que hace Romina Freschi como Entremezcales, como Alga de G. Bejerman, algunos poemas de Lola Arias, y todo lo que pude leer de Manuel D´Onofrio. Todos estos poemas tienen un fuerte aire curepesco. Pero estaría bueno seguirlo con más tiempo y más ganas.

* Un par de veces me sorprendí cuando en varios ensayos de profesores y gente conocedora de poesía se mezclan las generaciones bajo el rótulo de poetas del 90. ¿Qué es lo que separa a una generación de otra? ¿Su temática, su fecha de nacimiento? Sí todo eso, y sobretodo su posición frente a la literatura, no creo que puedan ser de la misma generación un poeta como Daniel Durand y Martín Rodríguez, Juan Desiderio y Romina Freschi, sus diferencias saltan a la vista y sobretodo sus inquietudes, ya no se ve (como en la gran mayoría de los poetas que empezaron a escribir hacia fines de la década del 80 hasta mediados de los 90), una inquietud “sociológica”. Tanto Elliff, como muchos poetas nacidos en los 70, tienen otra interpretación muy distinta y yo diría que no son poetas del 90, sino del nuevo siglo.

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Ovnipersia / Romina E. Freschi

 

Capsulazona, nave regia, nave región. Nave, barco, lugar – casa que se traslada intacta (Nautilus) -casa que se transforma con cada toque (barco ebrio). 1
Ovnipersia es un lugar: una sinestesia (ovni – omni – persa – pérdida – inmensa), un espacio donde la historia (el tiempo como consensuamos conocer) es una impresión más que entra por los sentidos y en ellos se re-suelve. En sentido contrario entonces, ese espacio ovnipersia es un espacio de puro tiempo – un viaje – de los sentidos, lo sentido y el sentido ; ¡casi una infancia! ¡una eternidad!. La recuperación de la aventura pura, pre-histórica.
En la bitácora de este ovni (ya no sólo ebrio sino mucho más sofisticadamente alterado), el recuerdo como impresión es el único dato histórico. Recordar el recuerdo: ¡un récord! . Como única historia entonces el record es, a la vez, procedimiento – la grabación – y resultado – el registro registrado de un presente que se actualiza en cada impresión (la que imprime el escritor y la que se imprime en el lector)-. La palabra – máscara – contrae y expande las impresiones en el chart del poema. Presente vivido, grabado, escrito, leído y vuelto a vivir. Escritura-lectura re-cordadas. Presente vívido en el movimiento de la nave-cuerpo que viaja, y en el viaje, cambia.
Intentar recortar una cita de ovnipersia es la prueba más irrefutable de ello. Cada palabra frasecifra es un “presente” en sí misma, indelimitable, representándose a sí misma y al libro tan efímera como concluyentemente. Inolvidable en su accionar (motor del viaje, escenario no sólo móvil sino fluctuante) pero in-re-cordable en la cuerda de la historia y del lenguaje cuerdos.
Elijo entonces por puro gusto, por aceptar “el presente” como un canto cantado para mí en este momento, lectora-cántaro, golosa y gozosa de la ovnibilación recibida.

“Estamos en el rancho de cualquierparte
en el rancho de la bienquerida por el que cruza la estrella del mediodía.
su galería se inicia a la altura del eco seno:
estoy retirado al costado del mar y descanso (pero como quien dice “ahí me

/comen”)

y permite la costilla de la hora entrar a su sable de siesta:
no deja de temblar este hilo del que un habla cuelga.

Azulamarillo de la aguafiesta y del emerger a la espuma y al ovni de la ola:
salgo hacia donde cuelgan los trapos
sector de parición a pleno día brasa un canto que aplasta los cardos.
Vida solita entre el mar y la ropa disparada contra el suelo:
mi ranchera es mi germen de naviger,
fotografemas del espacio en sus paredes caseras
la vuelven el módulo de desconocimiento que orbita la arena.”

 

1 Roland Barthes Mitologías.

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