\\\ proyecto LUX/// VOX virtual 6


Inéditos

Arte

Reseñas

 

Delfina Muschietti
Olivos

El rumor de las abejas

Muschietti x Marcelo Díaz

Lucía Bianco
Del mundo real

¿De qué cuernos se forma la pelusa?

Bianco x Sergio Raimondi

Miguel Angel Petrecca
Poemas

Mitologías
Petrecca x Mario Ortiz

 

Pintura ni dibujo
Muestra individual de Ana Casanova
Por Marina De Caro

Esa porteña Stalker
más la marmita caníbal

Por Rafael Cippolini

El Convaleciente / Auguste Rodin
por Claudia Groesman

 

Los gauchos de esta pampa / Carlos Monestés
Por Omar Chauvié

La vida afuera / Pablo Makovsky
Por Osvaldo Aguirre

Discursos vivos / Laura Calvo
Por Marina Yuzczuck


Opinión

Apuntes sobre música ambiental
Por Fabián Casas.


Recomendados

Como moverse en la telaraña
por Antonio Alzamendi

 


VOX virtual Nº 6, Diciembre 2001, Bahía Blanca, Buenos Aires, Argentina. Email:voxvirtual@yahoo.com.ar
Editores: Gustavo López - Marcelo Díaz - Sergio Raimondi - Sebastián Morfes.
Bajas y suscripciones en www.revista.org.ar

 

 

Inéditos

 

Delfina Muschietti

Olivos


ha llegado el viento
aunque este otoño
será más cálido,
dicen las noticias:
un cielo pálido
raspa viejas heridas
las nuevas a la espera
se abren frescas
vívidas.

¿se beberá el dolor
aquí
sin esa boca
en el color fuerte
de la Santa Rita
cayendo sin pausa
sobre los tapiales
de Olivos
y Entre Ríos
y la Villa Recchi
y aquella esquina
con el muro doblado
en glicinas
de la Roma de Pasolini,
florecida
siempre más allá
de cada puntual primavera?

en el instante del sueño
el ojo fuera de foco
sobre las espaldas
en el agua del río
la luz puntillista del atardecer
en San Antonio:

"hace quince días apenas
no la conocía"

como Sylvia Plath
recién casada
a quien Sue Weller visitó en Londres
y encontró "deambulando por la casa
con la cara arrasada en lágrimas"
Mariela la chica de 15 años que vino
de Entre Ríos a trabajar con la familia
y yo encontré a las 9 de la mañana
la mano en la esponja llena de
CIF y lavandina
lavando el baño
con la cara arrasada en lágrimas
yo misma cuando bajaba
los escalones del hall del edificio
sobre la calle Maipú
y encontré a mi hermana
que venía a visitarme ella
me vio herida saliendo
con la cara arrasada en lágrimas
hablándome a ciegas
con cierto temblor compasivo
supo enseguida todo el cuadro:

el dolor final de no haber
nacido para eso

 

 

 

a Pancho Ramírez*
in memoriam

obra en silencio
Thánatos
calla articula
el corte
no habla
repite
su cabecita
la sangre que resbala
por el mosaico brillante
de la Villa Recchi
cuando desborda la santa rita
rojo bermellón contra el muro
que da a la vereda
simétricas
la Via Aurelia
la calle Alberdi
el espejo de vidrio
reluce
en la cueva
el retrato
suspendido en el aire
otra vez el cuello limpio
de la Delfi se ofrece
al filo del degüello
el revés de la historia
hay que salvarlo
enamorado hombre
resiste
cegado perdido
tales fuerzas oscuras
sin Ramírez sin salva
la entrega
cuelga la foto
estampita provinciana
captura sobre el río San Antonio
en el aura de la mirada en penumbras
un detalle
sobre el original

* Pancho Ramírez, caudillo de Entre Ríos que hacia 1850 murió en manos del enemigo cuando, batiéndose en retirada, decide regresar a salvar a la Delfina, su amada y compañera de batallas.

 

 

 

ha dicho Stephen Melville
que la promesa corre siempre
el riesgo de ser una amenaza
cuando queda jaula
en cuatro palabras
molido
velocísimo
el azúcar del amor
si la promesa ha devenido
corte sin respiro
el dolor en el pecho
sólo si puede ver
se calma
hilo velado de la telaraña
cómo habrá de terminar
lo que ahora aparece
aporía
no way
la tarde de otoño
así también eterna
sin agosto a la vista
puro declinar la hora
no se vislumbra
una transparencia
futura
enfermo quizá
sorpresivamente nuts, pazzo, foule
suddenly insane, malato, malade
cadavere sconosciuto
cuando los pájaros cantan
desconocido este caso
amenazante de la promesa
detenida
a medio andar
en pleno brillo
letras doradas flash
de la marquesina
repentinamente
spente

 

 

 

miniaturas

 

I

dos amigas sentadas en la galería que mira al sudeste conversan en el calor de diciembre, sube al juego verde y bordó de los mosaicos del piso en plano inclinado el perfil de sus voces: reviven las cosas que el año les trajo (ella no podía tragar y ella no se atrevía a decir)- contra el tapial hacia la izquierda el laurel blanco algo enfermo al que le cuesta florecer su pétalo ya casi transparente- hacia el fondo el esplendor de luna del jazmín que ha sido plantado unos meses atrás y rebosa perfumado: ese aire incansable de la noche de verano

 

II

la mano de la hija de 15 lánguida y firme sobre la falda la palma semi hacia arriba sigue a contraluz el movimiento en ondas que tiene el vestido sobre el pecho, cae en una dos tres vueltas de tela finísima casi tul casi azúcar impalpable contra la silueta apenas iluminada del borde de la piel de los dedos: abajo, en el contorno de la cintura hacia el extremo donde la figura se corta se delínea a contra luz opaca sobre un fondo oscurecido la mano de algún amigo que la sostiene, desde lejos el aire de las venus helénicas

 

III

él había traído a casa de la calle un marco de retrato oval color borravino oscuro con relieve de hojas y florcitas doradas: un precioso kitsch del azar sería el contorno ideal para el abrazo de la foto la luz perfecta que caería sobre esa miniatura en blanco y negro

 

IV

en la playa el hijo de 13 observa atentamente al bebé de 2 que juega en la carpa vecina y sonríe plácido a la madre y sus no sin berrinches y mientras la mañana transcurre suave entre el rumor del mar y la gente el hijo piensa en el perro labrador con el que jugaba pacíficamente en el jardín de Andrés, un amigo de su padre y dice: "Habría que tener bebés así: bebés-labradores, siempre"

 

V

"¿ya está todo florecido ahí?" dice con su voz sanadora mientras avanza septiembre y me obliga a alzar los ojos del campo minado del dolor crecido imprevistamente en el aire del cielo, trae menta y alcanfor paño tibio con olor a Vickvaporub sobre el pecho herido y cansado como antes

 

VII

la caída a pique en el amor de los detalles: regresa en ese hombre la línea que sigue al posarse uno sobre otro los labios y al fumar el toque de los dedos cuando quita el cigarrillo de la boca: vuelve en ese otro el recorte los ojos de lámina acerada hasta el fondo de lago melancólico en silencio sobre el río al atardecer de regreso a Buenos Aires- y en el último eslabón ahora el gesto íntimo de esta voz en el teléfono anuda brillante acariciador hace contacto con el sonido de la voz de aquel primero superpuestos veloces en mí prendida en los ecos de una constelación perfecta

 

VIII

imposible el cielo, los árboles, el arco finísmo de lilas y color grana de la santa rita sobre la fuente de azulejos moros azules: aliento romano en la transparencia del aire y el vivo color verde de las ramas, a pesar del otoño

 

IX

son transparencias de luz que se cruzan en el cielo del parque de Olivos y aquel brillante de enero en la Plaza de Montevideo tras los pájaros y el rumor del agua en la fuente cuando se perdió el verano en la niebla blanca que cubría su cabeza y se ve nítida en la foto, sentado en el banco con leve irritación crecida en los ojos

 

X

todas las estrellas del hemisferio Sur hacen arco sobre el fondo de pasto iluminado cae el jugo de limón picante en las brasas, el olor a leña quemada cuando se prende el fuego en Entre Ríos: esa noche se volvía para mí verano en pleno julio un recorte del aliento alado del calor me acompaña

 

 

Delfina Muschietti nació en Villaguay, Entre Ríos, en 1953. Es poeta, crítica, traductora y Profesora de Teoría y Análisis Literario en la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado tres libros de poesía: Los pasos de Zoe,1993 ; EL rojo Uccello, 1996; Enero, 1999. Prepara la edición de su próximo libro de poesía: Olivos, para Libros del Rojas. Ha publicado ensayos de crítica sobre Oliverio Girondo, Alfonsina Storni, Juan L.Ortiz, Alejandra Pizarnik y la poesía argentina de los 80´ y 90´. Recopiló y prologó las Obras Completas de Alfonsina Storni (Buenos Aires, Losada, 1999). Obtuvo en el 2000 la Beca de la Fundación Antorchas para las Artes, para escribir el libro de ensayos sobre poesía argentina contemporánea, Más de una lengua (ensayos sobre poesía argentina contemporánea) (en preparación).

 

[Índice] [Principio del poema]

 

 

El rumor de las abejas
Sobre un puñado de poemas de OLIVOS, de Delfina Muschietti

por Marcelo Díaz

Hay una quinceañera que de lejos tiene el aire de las venus helénicas; hay una voz que, como antes, trae menta y alcanfor; hay una noche de julio que se vuelve verano y un jazmín que entrega, incansable, el perfume de una noche similar. Hay Olivos, Entre Ríos, Buenos Aires, Plaza Montevideo, Villa Rechi. Y un verso que modula, bajo una luz siempre serena y clara, el regreso de detalles, gestos mínimos, recortes. No data, funde: luces, colores, voces, perfumes, lenguajes, se pliegan en la transparencia del poema. El espacio donde ese juego de ecos se da es el dolor, un dolor tenue pero persistente, que parece estar allí para diluirse sin desaparecer nunca del todo. Un dolor que el lenguaje a la vez erige y apacigua; porque los que parecieran ser cuadros de una historia personal, acaban siendo cruces de recuerdos, historia, literatura. Cada escena deviene múltiples escenas; porque dice lo que dice y además más y otra cosa. Palabra que sana.

Hay una voz, entonces, que liga y establece simetrías; una voz como ese viento de otoño que esparce en el poema asonancias lejanas, rebotes y respuestas, reiteraciones, paralelismos, y atrae hacia sí, habiendo nombrado el dolor, una memoria personal, otra histórica, otra literaria, una memoria de los sentidos, una memoria, sedimentada en gestos mínimos, de la especie. Y en el movimiento con que las atrae, lima sus contornos, difumina sus límites, las entremezcla como esas "transparencias de luz que se cruzan" en el cielo del parque de Olivos, en aquel otro de enero en la Plaza de Montevideo.

Nombrar es una de las tareas a las que se entrega esa voz: nombra ciudades, plazas, calles; nombra el dolor. La otra es murmurar, construir un ritmo que suavice, un rumor que ilumine, construya la transparencia. Murmura, digo, con un eco etimológico del término, aplicado al sonido que producen las abejas en su desplazamiento. Murmura, escribo, y pienso en estos versos de Yves Bonnefoy: "es la transparencia lo que vale, / en frases que han de ser como un rumor de abejas, como un agua clara."

 

[Índice] [Principio del comentario]

 

 

Lucía Bianco

Del mundo real


Uno introduce

Encontré en la calle
diminuta intriga,
cualquier alma discreta
hubiese investigado.

 


Cosa rara, que no conozco

Medida, catalogada, estudiada
por otros, no por mí.
Cosa con peso y tinte precisos
mímesis oculta a estos ojos.

No adivino

Hay reglas de 30 cm.
de 40, de 1 metro de madera
reglas milimetradas, escuadras,
escalímetros.

Igual como no veo = no veo

Hay compases con agujas
con clavos como ejes
compases giratorios
para el mar, para la lluvia.

Cosa rara que no conozco me anda cerca

Hay ballestitas que miden
las estrellas, astrolabios,
hay un número de magnitud
para cada intensidad de brillo.

Cosa seria, eso me temo

Hay idiomas enteros como cuerpos
hay miradas distintas
para cada dialecto,
se inventaron o salieron las palabras.

Salieron inventadas que junto por el suelo
(no me alcanza para decir ).

Cosa rara que no veo = no puedo

Hay esferas armilares, celestes
marítimas, terrestres,
se abren como huevos y adentro
un mapa convexo que número
tras número tras número
marca del recorrido de una ameba.

El pleno despiste de una ameba sonámbula.

 

 

Ejercicio nº 1
Numerar los ejercicios
( los anteriores , excluir posteriores )

Otro ejercicio que nos dieron fue
hacer que la hoja sea verde :
sin pintura , yuyos,
ni gafas .
Sin movernos
ni viento .
Sin creer en nada ,
ni en meditaciones .

No pude.

 

 

Las ventanas
tienen vocación
para el pestañeo.
Así desde que titilaban a velas o farol.
Un rato
descansaron.
Nada de latirse,
jugaron al que aguanta más sin.

Mucha luz de foco
luz de a foco,
light , light , light
fuoco.

Ayer
a casa trajeron
el t.v.
que pagamos a cuotas,
anoche
la ventana
, como es natural ,
le hizo guiños
al edificio de enfrente.
Se gustan.
Ya sabemos, lo inevitable
de mirarse tantas noches
seguidas
en silencio.

De repente

nace               el latido

cambiá           latido

el canal           latido

pero             partido

sin                 latido

desenchufar   el latido
                                fuoco.

 

 

Descalzarem

 

V

Supongamos un cuerpo
el tuyo
equipado con un poro solamente
.
y no lo suficientemente grande
como para generar universos , estambres
lagrimeos extraños pero bien educados
no
solo un punto de asfixia de tu cuero
.
Compacto
ahora vivo
transitorio
ora muerto,
así tantos martirios
de incomunicación.

 

VI

Esto es una amenaza.
Si quiere no me mate responda la siguiente
¿De qué cuernos se forma la pelusa?

 

VII

Parece es insistir lo necesario:
¿De dónde y de qué se constituye la pelusa?
Apelotono
la saco del ombligo
del sócalo
desalojo
responda o me suicido,
el tacto así en la lengua como en el dedo
                                                           Amén.

 

 

Para que A. elija la correcta

La felicidad es:
Yo que me

      • hago de cuerpo chiquito
      • desnudo de algunos milímetros
      • minimizo


Todo mi ser una bola
que anda otra vez
en el vientre materno

        • bien antes de que exista el mundo
        • bien tren – tren
        • vientre bien
        • bien , tres bien.

Lo único que me ocupa
es un desmayo continuo
por esa música
que llega desde afuera

        • como ningún antecedente del sonido
        • entre cosquilla y luz pero con sombra
        • la voz que imita un eco de cordófono percudido

El tibio líquido que es mi casa
alimenta dos certezas:

1- No voy a nacer nunca porque no

              • debo
              • necesito
              • quiero


2- La cara de mi madre , que es igual a la mía , está

o   cantando

o   cantando

o   cantando


Respuesta correcta: estoy cantando .

 

 

Bibliografía : Manual de producción de pollos parrilleros
Pág. 23 – Iluminación artificial

"Deben evitarse las lámparas oscilantes
que causan situaciones
de nerviosidad
y pánico entre los pollos"

Desean volver al huevo
y no tienen Edipo ,
debe de ser difícil
El útero de calcio
tan biodegradable tan

no tener qué extrañar
saca de quicio

 

 

Descripción

Así como más cosas
en una
solamente.
No invisible pero poco cierta,
poco punto entre baldozas
y menos que menos
brillantico .

Verticalidad : carece
Oscilación : nula

 

 

Lucía Bianco nació en 1979. Vive en Bahía Blanca y Punta Alta. Editó algunos poemas en forma de plaqueta. Es artista plástica y participó de la Beca de la Fundación Antorchas para la producción y análisis de poesía coordinada por Arturo Carrera y Daniel García Helder.

 

[Índice] [Principio del poema]

 

 

¿De qué cuernos se forma la pelusa?
Notas sobre la poesía de Lucía Bianco

por Sergio Raimondi

 

A la experimentación que supone la investigación científica, la investigación poética le suma la presencia impudorosa de un yo, la posibilidad de variar o combinar los criterios de trabajo en la duración misma del proceso y, finalmente, la conciencia del lenguaje no ya como instrumento sino como parte misma del experimento, del hecho estudiado en sí. Los poemas de Lucía Bianco ponen de manifiesto una realidad (de la que son parte) inevitablemente subjetiva en la que fugas y aporías no son excepción sino regla: lo que cuenta es el ángulo de percepción, y el ángulo no es, ni fue, ni será único; hay una pluralidad de acercamientos, tantos como seres y objetos como seres habitan el mundo, y aventurar el conocimiento en esa heterogeneidad fundamental no cuenta en cierto modo sino como, justamente, aventura y conocimiento de la aventura: los poemas son tentativas en la forma de ejercicios, bocetos, cuadros comparativos, opciones.

Enumero algunas de las tácticas que sostienen estos “estudios”: a) armado de un registro de lengua que combina a un mismo nivel, y entre otros matices, una variante científica y otra coloquial (“Las gotas de agua son globulillos / que en patota / hacen las suyas”); b) yuxtaposición de proposiciones lógicas con proposiciones empíricas y de otro orden o, en su defecto, con la presentación de proposiciones cuyo lenguaje mina cualquier posiblidad lógica (“No todos los bichos / se mueren en bolita” o “Como todo es abono / hoy te vuelve la cuna”); c) si una frase como organismo cerrado responde a un orbe en el que el conocimiento puede ostentar la ilusión de totalidad, la impugnación a esa ambición adquiere en estos poemas, por lo menos, dos formas: o la sintaxis se interrumpe (“Salieron inventadas que junto por el suelo (no me alcanza para decir)”) o, si se mantiene la ilusión de completud, se lo hace en forma descentrada con respecto a la semántica (“Hoy me regalaron pequineses / en moños de colores / y eso vibraba que era un calambre”); d) el sistema de puntuación se desplaza y resignifica desde otro sistema, más propio de la pintura (“, cuchillitos made in ,”); e) fisuras constantes de las frases hechas, de modo de imposibilitar la suposición de que, aún en su extrema inconclusividad y precariedad, el lenguaje sea confiable (“ama del coso”, “bulgarmente”, no entrevista sino “entra vista”, no “síndrome” sino “sin drome” o el bien, tre bien que es o “bien tren - tren” o “vientre bien” o, en la mayor aproximación posible, “bien, tres bien”).

Digamos sin paradoja: la poesía es una instancia exacta y precisa de conocimiento por su misma capacidad para incorporar el azar y la vaguedad. Quien se pregunta por cómo se verán las cosas según el lenguaje de las manos (de una tal Mora, ya que todo aquí se instiga desde lo particular), se mete en problemas, el menor de los cuales consiste en que dar cuenta de esa experiencia implica en un punto hacer la pregunta (y el poema) con las manos. Lucía no se distrae, acude a materiales gráficos, los yuxtapone a los versos y extiende así sus herramientas: hay poemas con rayas, o mapas, o partituras, o fotografías. El desafío tiene su buena dosis de riesgo, lo cual no dice mucho; sí que ese riesgo tenga su buena dosis de justificación.

[Índice] [Principio del comentario]

 

 

Miguel Angel Petrecca

Poemas

 

Con el pelo largo metido
en gorros de lycra y sus cuerpos
preadolescentes se paran
mis alumnas en el borde; se tiran
al oir el silbato salpicando
a los que duermen cerca
del agua: que el sol evapore
rápido la gota indeseada, dejándoles
la piel seca otra vez
antes de que despierten. El verano
lleva hasta las últimas consecuencias
todo. Ahí pasan
volando bajo los helicópteros
sobre las mujeres desnudas en
la terraza del solarium. Una abeja
muerta flota entre dos andariveles.
Debajo del agua abren los ojos
mis alumnas a una luz
opaca, como de vidrio
grueso de damajuana. Los voyeurs
en poses aparentemente
desinteresadas rondan
la clase de natación: al tirarse
de cabeza una alumna
perdió la malla: el pezón
inmaduro apareció
como un destello: ves
por un segundo como ese
valen la pena las horas
de espera: los voyeurs
con ojos hasta en la nuca
tienen siempre la primicia.

 

 

 

 

Cambiaste las cerraduras pero
se te olvidó tirar estas llaves
perdidas en un cajón, duplicados
anacrónicos, sin uso de las llaves
de todos los días, pensados
para el momento en que nos sacarían
de un apuro doméstico, como
a un arquero suplente le toca
entrar en una final, esperan
acostumbrándose a ese eterno
segundo lugar, tan cerca
de la simple inutilidad. Llaves que
mientras das vuelta el cajón, ponés
en un costado, junto a las cosas
cuyo destino inmediato oscila
del tacho de basura a la posible
reivindicación, ese pantalón
de hace dos años con la etiqueta
del negocio colgando: un estreno
quizás postergado esperando
esta oportunidad, como si
lo hubieses comprado pensando
en un regalo
para alguien que aún no conocías.

 

 

 

 

Recuperar en forma de mitología
fabulosa las cosas comunes
y corrientes que nos rodearon en
esa época: un hermano
y un perro, o el chico (uno mismo)
cuya gesta seguimos exagerando
en memorias cada vez más
fantasiosas. Ahora
me veo en miniatura reflejado
en el espejo del picaporte que
mi mano hace girar: el jardín
como antes, a ambos lados de
un camino torcido; pisando
por la parte tupida, busco
hundida en el pasto como una piedra
esa tortuga que dejamos
atrás al mudarnos. Ermitaña
nos rechazaba sin dudar, metida
en su caparazón como una vieja
en su cueva. Su plan:
deshacerse de nosotros, escondida
el día de la mudanza pensaba
que quedaría sola en la casa
como un robinson en su isla: con
apenas un hojita
de lechuga o en su defecto
pasto sobreviviría
olvidándonos lentamente
como su peor pesadilla.

 

 

 

 

La muerte de sucesivas
mascotas en la infancia nos preparó
para la visita terrible al dormitorio
de la abuela, un cementerio
de animales favoritos en el jardín
de esa casa, junto a la pared
medianera los enterramos
uno al lado del otro en una hilera
sin nombres, un perro
al lado de otro perro, al lado
de otro perro o gato, casi
una fosa común. Una mascota
moribunda, veterana compartía
sus últimos días con un cachorro
nuevo, traído
para desviar nuestra atención
de la muerte próxima o consolarnos
de antemano. Los reemplazábamos
por otro en seguida, con la idea
de que eran en el fondo todos
el mismo animal, como un pequeño
dios familiar reencarnado
sucesivamente en perro, en gato, en perro.

 

 

 

 

I

Como la muerte súbita
por un gol de carambola, el campeonato
perdido sobre la hora, nos quedamos
sin nafta a pocos kilómetros
de la meta, el auto
comenzó a sacudirse y paramos
en la banquina. Hacer dedo
con una mano en el bolsillo
y un pulgar de la otra señalando
en una amplia dirección.

 

IV

De a poco están desarmando
mi auto, una cantera
de repuestos para los autos
destartalados del lugar, como cuervos
sobre una carcaza, queda
cada vez más la carrocería
hueca, el esqueleto. Ahora
hago pan y queso sobre el riel
con el tren que se acerca.
La carrocería celeste incendiada
por el sol se llena de hormigas
que encuentran miguitas de alfajor
entre los asientos. Cada tanto
un chico se sienta al volante
e imita el ruido del motor. Mi auto
abandonado en la banquina se convierte
en un mojón, una referencia
para los baquianos que orientan
a los viajeros: "pasando
un taunus celeste, doscientos
metros, doblá".

 

V

Autos que quedaron
como un acordeón, o volcados
a diez metros de la banquina
después de intentar, imagino
esquivar una vaca que aparece
a la vuelta de una curva: chatarra
prodigiosa de los accidentes
dejada a modo de advertencia
a ambos lados del camino.

 

Miguel Angel Petrecca nació en Buenos Aires en 1979. Es estudiante de Letras en la UBA y obtuvo una mención en el concurso Diario de Poesía / VOX.

[Índice] [Principio del poema]

 

 

Mitologías
Acerca de la poesía de Miguel Angel Petrecca.

por Mario Ortiz

 

Hay cuatro versos en los que Petrecca explicita el programa poético de estos textos: "Recuperar en forma de mitología / fabulosa las cosas comunes / y corrientes que nos rodearon en / esa época..." El poeta es entonces como ese voyeur que espera el momento erótico en que aparece lo que estaba oculto: el tesoro de un pezón adolescente, que en un punto puede equipararse a unas llaves en desuso guardadas en un cajón. La mirada poética es también la de un arqueólogo (otra especie de voyeur) que estudia y evalúa las ruinas de lo cotidiano, pero también el proceso mismo de destrucción.

Mirada, y también memoria, una de las funciones más arcaicas atribuidas a la poesía, recuperar en forma de mitología determinados hechos, sólo que aquí no pertenecientes a una comunidad, sino más bien de un mundo privado, muchas veces ligado a la infancia. Este es el programa; el instrumento es un lenguaje despojado y preciso que tiene la alta virtud de reponer el objeto recuperado ante nuestra mirada de lector (quien, nuevamente, es otra especie de voyeur en busca de destellos).

 

[Índice] [Principio del comentario]

 

 

Reseñas

 


Los gauchos de esta pampa / Monestés, Carlos
Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2001

Una estética del repulgue / Omar Chauvié

Vívidas escenas, casi novelescas.

Si dijéramos poemas de gauchos (el titulo no pretende esconder esa caracterización), o poemas de hombres solitarios en la inmensidad de la tierra, contemplados bajo el cristal de la parodia, pensaríamos que estamos ante una escena conocida en la literatura argentina. Pero, hay algo más.

El de Monestés es un buen libro de gauchos, aunque, mejor, diremos que es un libro de campesinos o de paisanos - si la diferenciación pudiera establecerse como pertinente-, pensando, a partir de esta distinción menor, en un grupo social no tan específico ni de ubicación temporal tan definida. Entonces, un libro de campesinos, que reproduce con un decir poético particular, escenas de la vida de la pampa no tan lejanas en el tiempo , pero a su vez impregnadas del matiz legendario que le da el recuerdo de los poetas gauchescos: ¿Cuándo sucede todo esto? ¿Qué tan lejano es este pasado apartadísimo de nosotros y por qué tan próximo a la vez?

Este tipo social arquetípico, con una tradición fuerte en la cultura argentina, sigue presentando en el texto de Monestés aristas que suscitan interés. Es esta una vuelta a la literatura gauchesca , pero desde un plano local, desde una inserción en lo cotidiano y lo desmesurado a la vez, inserción en lo real y lo deliberadamente ficcional y jocoso, a través de la fantasía de paisanos que se convierten en tornados, de roperos que conversan, de gauchos en sillas ratonas, o dispuestos a ser enterrados en un cementerio privado.

Se apoya el retorno a ese género en un registro oral donde se intenta que los gauchos hablen como los gauchos, y que, aún, la voz narradora adopte dicho registro. Otro camino de retorno es la vitalización de lo político, casi en el tono del final del texto hernandiano ("acuerdensé a qué bando pertenecen"); esta vindicación no está reñida con lo cómico, aquí hay humor, pero no hay despolitización a través del humor, no hay parodia como burla de los hombres simples. Son campesinos, que desde su trabajo y su contemplación del mundo, parecen a la espera de la acción (política).

Además, como todo texto de la pampa, maneja la proporción del espacio, la doble dimensión de la llanura, pero la unidimensionalidad de la línea es creadora de peligro en el llano: el lazo, el horizonte, las riendas; la pampa es el universo del espacio, pero aquí lo peligroso son las líneas "Si no se apura, el horizonte le corta la cabeza de un tajo a Irineo"

Este, más que como un grupo de poemas conceptuales, se manifiesta como breve novela ritmada por una pluralidad de voces y de personajes: en cada tirada de versos se perfilan un ejemplar y un arquetipo. Llamativamente, esta comedia humana rural se nos presenta como un mundo de hombres grandes; son paisanos viejos en su mayoría, no hay niños en este universo, la excepción es algún recién nacido, que no es más que una excusa para la reflexión. Tenemos la impresión de contemplar la vida de hombres crecidos, cansados y resignados al devenir de la pampa.

 

Clima de trabajo

El libro es la oportunidad de toparse con "gauchos" en plena tarea, en un peculiar mundo de trabajo, de actividades que van de lo habitual a lo inverosímil ( de los que juntan leña para el fuego, a los repulgueadores de empanadas), y contemplarlos en la alternancia entre el trabajo y la reflexión; esta variación, este salto continuo, da lugar a la sentencia y al consejo como estructuras recurrentes, y convierte al poemario en un paródico manual, útil para el hombre de la pampa, en el que se observa el modo de actuar de los individuos, su modo de trabajar. A partir de estas características, las sentencias, que son un rasgo típico de las culturas tradicionales, aparecen en distintas variantes: como expresiones reiterativas o redundantes "Y lo que hay que hacer, hay que hacer dice Nicanor" , otras, con el tono altisonante del saber establecido: "la ignorancia es la que hace sufrir". Pero, también se perfila, siguiendo la matriz de la sentencia, el consejo: "se te va la soledad si escuchás el ruido de los huesos". Ciertamente, los consejos le dan dimensión al libro, a través de esta noción también proveniente de cultura tradicional -un saber acendrado que se transmite oralmente-, se ordena el libro con recomendaciones para trabajar, para el amor, para calmar los dolores del cuerpo, para no sufrir.

 

Las tareas y la palabra.

Una obra vasta , comedia humana de la llanura, en la que se mezclan los personajes. Una fábrica de empanadas en medio de la Pampa, donde el repulgue es la tarea principal, el detalle que cierra el objeto, así como la obsesión en el tratamiento de la palabra cierra el objeto poético.

En este mundo de trabajo, puede percibirse que el texto está elaborado al filo del movimiento de las manos, un elemento generador: el inicio del poemario está hecho desde las manos, el repulgue de la empanada, la huella de los digitales en los objetos trabajados, los instrumentos habituales penden de las manos ("el rebenque le cuelga del puño"), y aún, aparecen condiciones más explícitas para ellas ("con la mano en la cintura como pa´taparse un dolor"). Pero, fundamentalmente, se escribe con la mano, y estos hombres están determinados por la escritura, porque hay una reflexión permanentemente sobre la poesía; porque todos los gauchos leen, todos los gauchos escriben, y en esa actividad se distinguen "A la primera de cambio dejo de escribir", "Se ha pegado un lenguaje a la almohadilla del tintero/ el lenguaje tintinea, tira de la rienda y se enreda al palenque"

En esa vida del llano, puede observarse que las cosas suceden y los hombres aceptan, las cosas son y los hombres las reciben, esta constante es un factor unitivo del conjunto: "cuando uno no sabe dice: ‘todo puede ser’" ,"La realidad es"," Melitón no sabe que hacer con su destino", "porque el destino de la pampa es que hay que correr y correr"; de allí, la aceptación resignada de las cosas "y no es que use el rebenque para pegar/ lo usa porque lo usa nomás","y enderezó p´al galpón/solamente a ver el tractor, por verlo nomás". Este es otro elemento generador del libro, porque se repiten expresiones similares, porque es un sentimiento generalizado que sobrevuela los textos.

Un texto construido sobre el reservorio anecdótico de la vida de campo, donde alternan las historias conocidas de la fabulación rural -el gaucho que le corre con su caballo a la topadora-, da a conocer su particular intención novelística.

 

Tres poemas de Los gauchos de esta pampa / Carlos Monestés

 

Don Jeremías se puso a meditar sobre el destino de los poetas

Acongojado por el destino de los poetas
el gaucho Jeremías piensa que hay que remover las cenizas del jogón
para empezar de nuevo,
siempre remover y empezar de nuevo con un nuevo fuego
y quemar a los pobres, sí, quemarlos
y se anima entonces Jeremías
a empezar a pensar que ya pasó la época de César.
Sus huesos siguen en Bronville.
¿Cómo estarán?, sí lo están, del que dijo:
"Hay golpes en la vida tan fuertes, yo no sé" que es una simpleza
pero "abren zanjas oscuras en el lomo más fuerte"
no es ninguna simpleza.
Jeremías se imagina el lomo de la pampa zanjeado
por tantas entradas y salidas del sol, aquí y allá y acullá
depende de dónde se la mire
y piensa que son zanjas más dolorosas y profundas que los surcos del arar
que sólo sirven para comer y tener, la cornucopia le llaman que derrama monedas de oro
y Don Jeremías sólo precisa que el viento le tope la cara
y cuando el bicho se desboca sólo le murmura al oído
"zaino, zaino".

Lo cierto es que el gaucho Jimerías
se enreda con los lazos, las boleadoras, y los tientos.
Piden
que sea él quien dome el becerro de oro.
¿Adónde lo habrá llevado la pasión de domar?
si el lazo está en el Martín Fierro
las boleadoras en los indios
y el talero en los fortines.
Pero el gaucho tiene "que hacer frente a su infortunio", siempre domar.
Domar no es almibarado
como alguna poesía del caribe
porque no hay amor en la doma, ni efluvios
sólo alguien que escapa y otro que tira del cabestro.
El animal corre a la cueva y atrás el huracán
de tal manera que no se puede encerrar los pájaros en la pajarera del amor.
Estamos acá -piensa Jeremías-
un cuero detrás de otro y una estaca detrás de otra.
Y espera Jeremías, eso sí, que el viento levante los churquis
para que se entretenga la mirada nomás
para después apagar la mirada porque la tierra cayó como palada
que tiran al jogón para apagar cenizas.

 

 

La fatalidad habita la pampa

Asigún los cuerpos tendría que ser
que se miran, se refriegan y se trasegan.
Asigún los cuerpos.
Asigún los cuerpos era el amor entre don Heraclio y doña Serena.
Nunca la exultación, nunca la exclamación ni la alternancia.
Decía Heraclio "si debajo del polvo no sale nadie".
Una protuberancia puede salir, o una piedrita que haga un bulto sobre el suelo.
Pero el polvo es lisito y cubre las aristas, los rasguños y el desgarrón
y si bien los ayes van y vienen
y algunos saltan por las heridas pocos saben qué hacer con ellos
¿qué mejor que un paisaje de polvo lunar con todos los ayes metidos en los cráteres?
Y si algún ay quiere salir el viento lunar lo vuelve a enterrar.
Así estaban haciendo disgresión los gauchos alrededor de la pava
sobre el origen de todos los ayes que no es otro que LA FATALIDÁ.
-La anestesia no es para los hombres -apunta Deolindo.
-Salir disparao tampoco -agrega El Redomao.
-Y menos que menos quedarse mirando las estrellas tercia Heraclio.
Siempre la discusión agarraba a los gauchos en el crepúsculo.
No se daban cuenta que no era el crepúsculo
era que tenía que darse la discusión nomás
porque en la pampa no deciden los seres humanos ni las pláticas de los seres
y tampoco los crepúsculos y los amaneceres
siempre a las cosas las agarra la fatalidá.
Los seres humanos están para decidir en la política.
Hasta con Dios se decide porque se lo acompaña al muy corajudo,
solamente en la pampa no se decide porque está la fatalidá
tampoco en el amor:
Asigún los cuerpos era el amor entre don Heraclio y doña Serena.
Las cosas son porque son
que es la mejor manera de que sean.
Es lo que yo siempre le digo a mis hijos: estén riunidos o solos
acuerdensé a qué bando pertenecen
acuerdensé de qué lado están.
El bando es también fatalidad.

 

 

El ropero

-Silencio dice el ropero.
Don Calixto busca y busca
las medallitas, las estampitas, y si hay, una escarapela.
La estampita está amarilla en las puntas,
la escarapela tiene oxidado el alfiler
y la medallita de cobre está intacta.
Una vez, cree Calixto, que la limpió con la franela de los lentes.
El
ropero dice: "Silencio" porque Calixto está buscando
y Josefa no tiene que escuchar.
Ella, ahora, está barriendo el patio de tierra y espantando a las palomas.
El ropero también está en el piso de tierra
y los tacos que le puso Calixto lo tienen nivelado.
Hace días que Calixto ordena cosas en el ropero, a
espaldas de Josefa.
Aprovecha a la mañana cuando ella sale a buscar agua
y se queda unos minutos más en la cama por indicación de ella.
La
indicación hay que cumplirla
para que no rezongue.
No puede tocarse la bufanda marrón que le ata al cuello por el frío.
No importa,
el ropero es cómplice de Calixto y deja que él le rebusque sin hacer crac-crac.
Antes pensaba que era de otras personas el ruido
los otros dueños que quedaron como espíritus,
Josefa, sobre todo, algo dijo cuando escuchaban crac-crac de noche.
Eso era al principio, bueno, no tan al principio.
Después no movieron más, el ropero, tenían miedo que quedara desnivelado
pero no hay muchas cosas en el ropero.
Ahora se está vaciando. Cada vez hay menos cosas
porque no se repone lo que se usa.
Antes, cuando le daban importancia a las cosas era distinto
ahora es cada vez más madera y menos ropero.
Y entre abrir el ropero y tomar mate mirando el crepúsculo.
¡Ni hablar! Ni hablar están con Doña Josefa 3 ó 4 horas
y cuando ella viene con la bufanda hay que meterse adentro.
Al final la bufanda
le quedó para las cuatro estaciones
y le va a quedar para siempre.
En las 3 ó 4 horas es dificil hallar las palabras
algunas se han perdido
pero hay que mirar para adelante -piensa Calixto-
y buscar, siempre buscar, la medallita, la estampita
y la escarapela, ¡que no se caiga el alfiler oxidado!

 

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La vida afuera / Makovsky, Pablo
Editorial Municipal de Rosario, Rosario, 2000

Lo propio, lo extraño / Osvaldo Aguirre

En 1977, un hombre llamado Pedro Rudenko, militante del Partido Socialista Uruguayo, llegó a la ciudad de Rosario desde Montevideo. Tenía la misión de encontrar al vicepresidente de esa organización, que había sido secuestrado por un grupo de tareas de la Triple A, y recuperarlo para la lucha política. Rudenko desapareció entre octubre y diciembre de 1981, sin que se supiera exactamente cuál fue su final y aparentemente sin cumplir con el objetivo de su viaje. En el intervalo redactó una serie de impresiones en un cuaderno. Esas notas constituyeron el borrador de los poemas de La vida afuera, según se indica en la noticia preliminar.

El libro se propone entonces como una especie de incursión de un pasaje de ficción en el relato de la historia. Es, dados las acontecimientos referidos, la huella de un enigma que no podrá ser aclarado. Con toda su carga de sugerencias, se trata de una línea lateral en el complejo recorrido que establecen los poemas. La importancia de la misión que debe cumplir Rudenko consiste en que ha exigido su desplazamiento físico, y esta circunstancia es la que determina el movimiento de su reflexión. Y a la vez lo que da origen a su escritura, como si hasta el momento hubiera estado contenido en una unidad donde el sujeto era una sola cosa con su ambiente y entonces no existiera la necesidad de compensar una pérdida, es decir, de escribir. "Tengo una misión y eso/ aligera el peso de ser extranjero", se dice en una de las escasas alusiones a lo que en principio sería el desencadenante de la acción. Pero aquí ya se formula el verdadero eje de la historia: no la misión en sí sino el peso de ser extranjero. En adelante, las referencias al objeto del viaje, a las circunstancias inmediatas de la vida de Rudenko (la militancia política) se vuelven esporádicas, accesorias.

El viaje, en la tradición literaria, es una metáfora de conocimiento. No en sentido turístico sino en tanto experiencia de revelación personal. Rudenko/Makovsky comienza por sentir la incomodidad que invade a quien debe vivir en un lugar que le resulta ajeno, donde la misma lengua se habla con un código distinto (véanse los poemas sobre argentinos). Lo particular consiste en que esa extrañeza no tiene límite visible y concierne, más que al alejamiento del país natal, a una característica constitutiva de las personas. "Desnudez absoluta" formula con extraordinaria claridad esa encrucijada. En la intimidad, el sujeto se observa a sí mismo y descubre algo que, siendo propio, siendo lo más propio, el ser mismo, se vuelve distante y ajeno ante su mirada: "el cuerpo... mirado en su obscenidad de cosa". Si el personaje desaparece más tarde sin dejar rastros, en un movimiento que prolonga al de su partida de Montevideo, es quizá porque ha descubierto una verdad que le resulta irreparable, que no podría solucionar aún cuando lo imposible pudiera ser cumplido y estuviera de regreso en el sitio donde sería capaz de reconocerse sin fisuras.

La obscenidad inherente al cuerpo queda al descubierto en el cadáver, que yace con "la piel descolorida/ y la carne ajena pegada a los huesos". El cadáver hace visible la situación del objeto puro: una cosa que es mirada pero no puede mirar y que resulta tanto más horrible porque es el signo de la vida perdida. El cadáver impone su lugar como elemento contrario de la belleza. No por una cuestión estética en el sentido convencional, sino porque la belleza, dice Makovsky, se decide en "una forma especial de mirar y de ser mirado, de acoger las miradas; una forma de cubrirse y protegerse con esas miradas, de hacer de las miradas extrañas algo propio". La dificultad consiste en que eso propio parece sustraerse casi por definición, parece definirse precisamente como propio y a la vez extraño, y entonces se abre el interrogante sobre cómo podría resolverse esa situación. En la formulación más pesimista, el hecho de vivir aparece como un equivalente del fracaso, en el sentido de algo que queda pendiente y al no realizarse vuelve un poco más irreal la realidad: mejor dicho, como propone un poema, "algo falta y esa falta le quita mundo al mundo". En otra hermosa vuelta de tuerca sobre este tópico, viene a la memoria el olor de una plantación de girasoles, percibido en la infancia, y cómo ese perfume "cristalizó una visión del pasado/ que no era exactamente un recuerdo y que Rudenko/ vivió como una expectativa".

Los poemas dan forma a un sentimiento de nostalgia tan fuerte que comienza por la propia infancia y se extiende a la historia de otros, pero porque los otros son de alguna manera familiares, porque están en el propio sujeto. El porvenir parece encontrarse en el pasado (según se desprende de las palabras de Cody, otro personaje de este mundo habitado por uruguayos) pero no del pasado tal como se lo conoció sino del pasado transformado por la experiencia de la pérdida. "La casa es el lugar al que uno vuelve cuando no tiene dónde ir", se dice en uno de los primeros poemas. El problema consiste en que ni siquiera se cuenta con ese espacio protector. Y más adelante: "la casa vuelve a ser un abrigo, remonta su espíritu de casa". En el camino Rudenko ha perdido su nombre en el silencio y ha disuelto los vínculos con su pasado sin haber encontrado nada a cambio. Esa casa debe ser ubicada entonces en otro orden. El fracaso de una vida, puede concluirse a partir de su caso, parece ser la condición del logro de una poesía. Si ciertas faltas afectan decisivamente al estatus de cosas existente, la ficción que se trama en los poemas de Makovsky, por el contrario, agrega experiencia y un mundo desconocido para el lector.

Pablo Makovsky nació en Paysandú, Uruguay, en 1963, y se radicó en la Argentina a los doce años. Actualmente vive en Rosario. Es periodista en el diario El Ciudadano, cantante y letrista del grupo La Mecedora y autor de cuentos que, por alguna razón incomprensible, permanecen inéditos.

 

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logoi zwntes (discursos vivos) / Calvo, Laura
Pixelia, San Carlos de Bariloche, 2000.

La necesidad de convertirnos en marineros / Marina Yuzczuck

 

 

El título está en griego, el libro es blanco. Del libro y los textos emana un halo de mesura y pulcritud, incluso cierta sensación de seriedad, tal vez, como si todo el conjunto estuviera proclamando con un aire de religiosidad que la poesía es, al menos en parte, el lenguaje sometido a esa medida que le impone la mano creadora al recortarlo del caos.

Los poemas del libro más reciente de Laura Calvo son estrictamente simétricos, estrictamente centrados en la página, prolijos, y esto no es un detalle menor. Nada parece estar fuera de lugar; del libro mismo se desprende una especie de voluntad de orden. Lo mismo se puede decir con respecto al lenguaje, mesurado, con las palabras como contenidas dentro de la oración, que nunca se desbordan. Discursos vivos, pero con un asomo de rigor mortis por momentos, excepto tal vez en la quinta parte, "Los pozos", donde parece que se cuelan unas voces algo rebeldes, algo descontroladas, un poco borrachas incluso, y por eso mismo bastante atractivas.

El libro se divide en seis partes. La primera, "Caracoles" –para mí, la más interesante, por misteriosa y esquiva- cuenta una historia de amor en la que lo mejor es la ausencia notoria de los amantes y de las emociones, una historia de amor contada con pedazos y huellas. Hay un "nosotros", pero nunca se sabe a quién alude; se deduce que hay cuerpos, pero queda la sensación de que los cuerpos no están, porque no están los elementos para armarlos; en todo caso, son cuerpos anónimos y fugitivos, casi invisibles. Las contadas menciones físicas, en realidad, no hacen más que resaltar esa ausencia. En este relato, lo que se pone en primer plano no es el amor ni los misteriosos protagonistas, sino los lugares y objetos por los que ellos van pasando y a los que por lo general se llega cuando los sujetos ya no están. Al leer los poemas uno tras otro, uno se encuentra de pronto persiguiendo no se sabe a quién, haciendo un poco de detective, y ese movimiento de fuga invita y obliga a seguir leyendo: "Y era verdad, era verdad/ no se trataba de no tener adónde ir/ El hombre que podía gastar/ la asignación de un mes en una cena/ había reservado también una habitación/ Me abrió y desapareció enseguida/ deslizándose de lado por una estrecha fisura". Y es así; hay un hombre y una mujer que se van deslizando constantemente por distintos escenarios y de los que casi nada se sabe, como amantes ocultos, tanto en los textos como en una habitación de hotel. A veces ese ocultamiento es llevado a tal punto que es como si una cámara hubiera quedado prendida cuando los actores ya se fueron, y registrara una escena vacía: "Y ahí quedó la mejor mesa/ con su mantel, sus servilletas/ Sin que sirvieran de nada a nadie". Cuando interviene la voz narradora para contar lo que le pasa, esa intervención, por discreta y medida, se vuelve extrañamente conmovedora, tal vez porque la voz suena desamparada en medio de tanto vacío y silencio: "Las mentiras no me causan la menor desazón/ La mentira era la siguiente:/ habían decidido quererme mucho/ Y era verdad, era verdad/ La locura es imaginar que Dios/ está pendiente de nosotros".

Sí, "Caracoles" está bueno, y como relato es bastante atípico; hay una historia breve, mínima, que se convierte en otra cosa gracias al procedimiento.

Este trabajo no parece mantenerse en el resto del libro. El extremo opuesto se encuentra tal vez en los poemas que están agrupados bajo el título "La palabra", en los que la autora se dedica a denunciar los estragos causados por una educación religiosa bastante represiva, católica en este caso, que determina, hasta el momento en que se produce una ruptura y se empieza a buscar otro camino, toda una manera de concebir el mundo, por ejemplo: "Nos enseñaron/ a vivir en el orden/ y/ nos amontonamos/ como pudimos/ Buscando dar/ significado a los patrones/ en lugar/ de estrellas dispersas/ creímos ver constelaciones/ Hasta que ya/ no pudimos soportarlo/ y averiguamos si es posible/ vaciarse por los ojos". Hay una especie de queja y lamento a la vez por el abandono prematuro y forzado de esa condición maravillada del niño que vive en una proximidad feliz con las cosas y el adulto cuya relación con el mundo está inevitablemente mediatizada por la palabra, por el apremio de pensar y nombrar, y por la angustia: "En el sitio donde el hombre se piensa/ un niño a tientas adivina/ Y todo el aire es una música vaga/ y toda lengua un vidrio/ de grietas infinitas".

Lo que hay, después de la protesta, es un intento por encontrar otra mirada, o mejor dicho, una mirada propia, distinta de la impuesta, y por recuperar aquellas zonas del lenguaje proscriptas por la autoridad del mundo adulto. Calvo habla desde un "nosotros" asumiendo al parecer una voz generacional que denuncia y reclama ("Nos enseñaron a amar a Dios/ sobre todas las cosas/ y lo hicimos"), lo que la lleva irremediablemente a un terreno bastante trillado, tal vez porque está demasiado pendiente de querer hablar de esos grandes temas, como si hubiera cierta confianza en que el sólo hecho de nombrarlos garantiza la poesía. En ese punto el texto, entonces, se cierra en un registro que le impide moverse de ideas remanidas, aunque en algunos versos que rompen esa monotonía se permite sugerir algo interesante, sin cristalizarlo.

Más logradas parecen las secciones "Hermana menor", con poemas muy breves donde se juega con la sorpresa, y "Los pozos", en la que las imágenes se ponen a delirar, alejadas ya del discurso abstracto; de esta última se puede decir que funciona mejor, quizás, porque abandona la lógica más estricta que se mantiene en otros textos y responde a la propuesta formulada en estos versos: "Cambiemos nuestro estilo/ y convirtámonos en marineros".

 

 

Tres poemas de Discursos vivos / Laura Calvo

...

Hay un dicho obligado en ciertos casos:

Sal de ese simpático mozo y que te diviertas, chica

Así que allí estaba yo saliendo a pasitos cortos
del brazo de mi querida sombra

(la soledad no habría sido tan notoria
si alguien no hubiera empezado a llenarla
y la hubiese dejado a medias)


...

Nos fuimos sin comer
pero no sin pagar
Y cuando intento recordar ahora
e imaginar cómo era
sólo hay un mantel
con figuras concéntricas

...

(nota al pie de la historia)

Sería muy bueno pintarlo desnudo
pero nunca logramos que se desnudara del todo
Por mi parte yo estaba completamente desnuda
hablándole al Amor junto al inodoro. Después
me levanté, me eché encima un ropón
y ya casi al final el Amor confesó:

Soy inocente del delito, no sólo de éste
sino de todos

 

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Opinión

Apuntes sobre música ambiental.

Por Fabián Casas.

 

Un espectro recorre al guetto poético de Buenos Aires: el Vampiro de Dusseldorf. Criticado y alabado por muchos, este personaje virtual es un síntoma del estado de ánimo de la pequeña comunidad que lee y escribe poesía en la Reina del Plata. ¿Quién o quiénes están detrás de esta empresa con domicilio alemán y sin fines de lucro? Tal vez no sea tan importante encontrar al culpable para hacerlo escarmentar por sus improperios, como sí analizar qué función vino a ocupar entre los cuchicheos de los poetas.

Lo cierto es que el ambiente poético local ha creado su retórica y su farándula de mala muerte –ya que la torta para repartir es nimia- encontró a su cantor en este compadre de Drácula.

Entender a la crítica literaria como una máquina de guerra donde se dividen los gustos y se tratan de imponer los estilos personales, es algo antiquísimo. Recuerden que en la película de Stanley Kubrik, Odisea 2001, el primer mono protohumano que logra dominar un palo, lo utiliza para pegarle a los demás y sojuzgarlos. Levis Strauss –después retado por Derrida- teorizó también que la escritura es una forma de desigualdad social y de opresión. Notó que en las tribus salvajes, quien había aprendido a imitar la escritura del antropólogo, gozaba de cierta superioridad sobre sus pares. Mucho más moderno, el Vampiro cuenta con un mailing variado y por medio de la tecnología entra de prepo a las casas de los intelectuales para contarles las últimas novedades del ambiente poético. Por supuesto, no habla de estéticas ni disfruta de polémicas literarias centradas en los textos. El Vampiro sabe que eso ya no le importa a nadie. Buen lector de Heiddegger, descarta desde el vamos que a los seres humanos les importe pensar. Su función es la de metabolizar el odio y el resentimiento que, aún en medios tan amateurs como la poesía, se juntan en la rejilla de la pileta.

Así como el niño se constituye reflejándose en el otro, muchos poetas se construyen en su pubertad creadora imitando a unos y repudiando a otros. De esta manera, hay una poesía que tiene música y otra que no; hay una estética que es buena porque es seca, objetiva, y otra que es mala porque es barroca y juguetona. O viceversa. Lo raro es que muchos poetas ya maduros –aún cuando su trabajo no se resiente por esto- siguen pensando en voz baja que existe determinada forma de hacer poesía que es la verdadera, la que interroga al mundo de manera esencial.

Hay poetas que tienen la suerte –o la desgracia- de encontrar rápidamente cierto reconocimiento de público y crítica. Astutos y rápidos, logran también establecer los parámetros bajo los cuales quieren ser criticados y generan una retórica crítica que sólo consiste en repetirle lo bueno que son. Todo los días se levantan y, con el desayuno, leen el diario de Yrigoyen. Algo similar le debe pasar a Diego Maradona. Se sabe que quien no comulga en el Sidieguismo no puede hacer pogo con el Gran Jugador en su palco de la Bombonera.

Malas noticias: Como en la universidad, como en las oficinas, como en el jardín de infantes, hay facciones que se disputan un lugar en el centro de la escena peleando y negociando lo mucho o poco que se pueda repartir. El Vampiro trabaja con este excedente.


Hoy se podría decir que la poesía argentina goza de un boom bonzai –si, por ejemplo, lo comparamos con la fama instantánea que logran los actores de los reality shows. Esporádicamente los medios masivos y semimasivos, como las revistas de actualidad o los suplementos dominicales de los diarios, se ocupan de detallar la movida poética. Extasiados porque los poetas también existen, muestran las costumbres de las tribus de escribas y dan direcciones de los lugares donde se puede ir a comer algo mientras se escucha a algun bardo recitar sus versos. Por lo general, nunca, o casi nunca, se habla de lo que se escribe. El Vampiro tampoco lee poesía.


¿Cuál es el ambiente que permitió que el Vampiro saliera de su letargo de años y años bajo la oscuridad? Por un lado, tenemos una gran cosecha de los talleres literarios. Tenemos, también, un público que lee poesía y que, a la par, escribe versos. A diferencia de otras actividades, el público de los poetas son poetas o potenciales poetas. Asi que estamos todos entre amigos, pero no tanto.

Muchos de los buenos poetas jóvenes que están publicando, salieron de talleres dictados por poetas con obra y prestigio (aunque ya hay poetas muy noveles que, como la sopa intantánea, tienen su tallercito). Creo que esta proliferación de bardos produjo una gran cantidad de textos que están bien escritos. Es realmente muy difícil encontrar un poema que no esté bien escrito. Versos bien cortados, imágenes bien plantadas, cierto tono bien estudiado de los idiomas neutros de las traducciones americanas (una curiosidad es la fascinación que provoca la deriva Ashberiana que late en gran cantidad de la poesía joven argentina). Asi que habemus poetas. Una imagen que me viene a la mente es la analogía de estos bardos precoces con esos tomates criados artificialmente, inmensos, rojos, que esperan en las góndolas de los supermercados. En la boca, el sabor es neutro, no era lo que esperábamos. Ahora bien, ¿Tiene esta situación algo negativo? Yo creo que no. Salvo que por algún decreto el gobierno nos obligue a comer estas cosechas de taller, creo que no le hacen mal a nadie. Además, casi siempre, en medio de todos estos tomates y choclos hermosos, está ese que no encaja con la media. Y para el cual el taller valió la pena.

Hace ya mucho tiempo presencié una charla entre Joaquín Giannuzzi y un, en ese entonces, joven poeta. Este estaba enojado por lo mal que escribía X. Giannuzzi le dijo: ¡Pero por favor, dejalo tranquilo, pobre hombre, encima que escribe mal lo estás atacando!

Lo cierto es que en este caso, alguien se enojaba por los versos malos. Lo cierto es también que mucha gente lee para comprobar que el poeta nuevo del que se viene hablando es malo. Y una vez que lo comprueba, respira hondo y afila el lápiz. Mentalmente, anota: Uno menos. Y en cuanto pueda, en cuanto le den un pedazo de papel, lo va a despedazar en público. Hay poca gente que se enfrenta a un libro con el deseo de que éste le guste. ¿Pero debería ser así, no? ¿Por qué será? Probablemente porque estos poetas ya no son lectores, ya no experimentan el placer de descubrir una nueva voz con la cual negociar, sino que ese nuevo poeta del cual se viene hablando es alguien que llega para arrebatarle un poco más de torta.


Por un lado, tenemos una gran cantidad de poetas jóvenes recién horneados que escriben bien. Estos poetas jóvenes comprueban rápidamente que, para subsistir, tienen que unirse con otros. Acá surgen las afinidades selectivas y ¡zas! se ha formado un grupo literario. Este grupo rápidamente identifica a uno o a varios enemigos y, al igual que Bin Laden o Bush, se dice: "hay que derribarlos". Todos aplauden y salen en manifestación. No es para desesperar, le pasa a todo el mundo. El poeta joven se acaba de militarizar y va a la guerra en la vanguardia. Así es.

Y aunque la Convención de Ginebra piense lo contrario, en la guerra no hay reglas. Si no, preguntenle al joven Vonnegut, agazapado bajo una mesa en la ciudad de Dresde, objetivo militar delirante de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. El Estado, cuando va a matar, se convierte en patria. El poeta se convierte en crítico. Pero un crítico despiadado, que va a leer sólo lo que le sirve para destruir. Pongo un ejemplo. Hace poco, después de un recital de poesía, alguien a quien llamaré –con cierto espíritu tarantinesco- Míster Blonde, se me acercó para decirme que estaba muy enojado con un poeta que había prendido el ventilador de mierda en una revista de poesía. Y acto seguido, me dijo que me quería avisar –para no ser igual que ese traidor al que él detestaba- que me había dado con un palo en una crítica que hizo sobre mi perfomance en un recital pasado. Me dijo que no le habían gustado mis poemas y –como él era o es peronista- me criticó que en una de las poesías yo llamara a Perón El Duce. Me sentí como en esa foto en la que el Papa, recien aterrizado en Nicaragua, le recrimina a Ernesto Cardenal su corazoncito rojo. Después de tranquilizarlo, lo único que le pregunté fue si él se había quedado con una copia de los poemas que yo había leído esa noche. Porque, le dije, una cosa es la impresión que nos dan los poemas orales y otra lo que nos sucede cuando los sometemos a una lectura tranquila. Me contestó que no, que sólamente escribió la crítica con lo que se acordaba. Como pude comprobar después, cuando apareció su tesis, poco le importaba a Míster Blonde la rigurosidad crítica. En realidad, no le habían gustado ni uno sólo de los poetas que había escuchado esa noche. No se había preocupado por leer ni uno sólo de los poemas que pasaron por esa velada. Mister Blonde no había ido para escuchar, aprender, disentir y sumar. Ninguno de los que leímos esa noche tuvimos la posibilidad de leer una crítica –aunque fuera negativa- que estuviera a la altura de una lectura interesante. Lo de Míster Blonde fue epidérmico, con cierto tono periodístico amarillento similar a esos programas que produce el inigualable Chiche Gelblund en la tele. Al igual que el Vampiro, prefirió dejar el comentario sobre los poemas para otra oportunidad.


Dejemos a Míster Blonde. Otra curiosidad de la lata de conserva del ambiente poético capitalino es la cantidad de veces en que en poemas de varios poetas jóvenes aparecen ficcionalizados poetas contemporáneos. Me pregunto qué función cumplen como referentes estas apariciones. Y lo que encuentro es una poética inmediata, hecha para unos pocos que saben de quién se está hablando. Quién está siendo ensalzado o puesto en ridiculo en esos artefactos perecederos. Esto no es un síntoma casual. Vivimos en la época de los reality shows. Todos los poetas encerrados en una casa, monitorizados día y noche, hasta que alguien determine – por un sistema de alianzas- quién es el winner que se va a llevar el toco. ¿Cuál es el premio en este podio? Ser considerado el poeta joven número uno de la Capital Federal -que en mentes Unitarias, significa, del país.


Pero bueno, las peleas entre poetas ya tienen su tiempo. Dos pesos pesados se odiaron durante un lapso del siglo xx. William Carlos Williams no miraba con buenos ojos el éxito de su compatriota T.S.Eliot. Escuchemos sus razones en un reportaje: "Cuando estaba a la mitad del prólogo de Kora en el infierno, apareció Prufrock. Tuve la violenta sensación de que Eliot había traicionado aquello en lo que yo creía. El miraba para atrás, yo miraba para adelante. El era un conformista, con un saber, una preparación de la que yo carecía. Sabía francés, latín, árabe, y sabe Dios qué más. Sabía que su influencia alcanzaría a todo poeta norteamericano posterior y lo alejaría de mi esfera. Yo había vislumbrado una nueva forma de composición poética, una forma para el futuro. Fue un golpe para mí que el tuviera tanto éxito; mis contemporáneos se sintieron arrastrados por él, alejándose de lo que yo quería. Me obligó a tener éxito". A pesar de que el humor del médico americano pudo haber sido carne de vampiro, es notable la sinceridad con la que expresa la enfermedad que le despertó el éxito de Eliot. De todas formas, la moraleja de este conflicto está en muchas bibliotecas, donde los dos autores comparten un estante a pesar de haberse odiado tanto. ¿El rechazo a Eliot le sirvió a Williams para convertirse en un poeta personal? ¿El superpoeta Neruda creó al superantipoeta Nicanor Parra, así como el Guasón, al matar al padre de Bruno Díaz, creó a Batman? Usted decide.

Una curiosidad más. Siempre me sorprendió que en muchos de los últimos reportajes que le hicieron, El poeta X no parara de arengar a los lectores en contra de Pablo Coelho. Me preguntaba ¿por qué un poeta tan grande se podría preocupar tanto por un buen publicista? Era notable como el rencor lo salierizaba. Creo que la razón es sencilla. No porque el señor Coelho fuera un autor trivial, estereotipado, representante de la charlatanería universal –aunque todo esto incidiera- sino porque este muchacho vende muchísimo. Parece que, tarde o temprano, los poetas quieren público y, si es posible, unos minutos en la televisión. Y no para hablar precisamente de metafísica.

Otra de las flores del odio. El poeta X consiguió un lugar en la tele. Le preguntan sobre sus influencias. Tira varios nombres. Y ¡Oh curiosidad! Todos están muertos y el único contemporáneo que se asoma entre sus elogiados es un epígono de nuestro poeta X, pero sin su pathos…


Es probable que un libro de autoayuda tipo Cómo hacer para que la crítica adversa no te haga pomada vendería muchos ejemplares entre los escritores. Una máxima de este libro podría ser la solución que encontró el Gran Buda Tostado de Retiro, Alberto Girri:"Yo a las críticas que me hacen no las leo, las mido".


Me hago esta pregunta ¿sacar la agresividad de las relaciones literarias es como capar a un gato? ¿Es convertir a un poeta tigresco en un gatón gordo tirado entre almohadones? ¿Es posible una ética de la recepción? El poeta que trata de tomar de todas las estéticas y que reconoce sus influencias y celebra las apariciones de nuevos astros en el firmamento ¿es un lelo paladar negro? El rencor da muestras de ser un mal escritor. Por ejemplo, pensemos en la revista La Guacha. Cumple a rajatabla el axioma de Dios los cría y el Diario de Poesía no los publica. Entonces saca números flojísimos, con micrófonos abiertos de manera demagógica para todos aquellos que quieran sumar palos al gran enemigo. Y los lectores, que podríamos disfrutar de otra revista de poesía –hay muy pocas- nos tenemos que conformar con chistes de salón puestos en la boca del muñeco de turno que los editores –al igual que Chasman con Chirolita- ventriculean. Encadenados al show del Diario de Poesía, La Guacha no piensa otra poesía, ni abre nuevos rumbos. Se queda en boxes escribiendo sus Resentimientos Completos. Un ejemplo muy diferente lo da la revista Tsé-Tsé, que amplía la paleta de colores y tiene pathos para rato.

Queridos poetas, pensemos en Ricardo Balbín a la hora de despedir los restos del General (y el Chino sufrió bien en carne propia esos versos de Marechal que decían "Con el número dos nace la pena"). Parado, frente al estuche de madera que tenía los restos mortales del number one, dijo, al finalizar su discurso: "Este viejo adversario, despide a un amigo". ¿Sería así? Balbín ¿Se reflejaría en los espejos?


Claypole, 2001.

 

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Arte

 

El Convaleciente / Auguste Rodin
Rodin en Buenos Aires.
Museo Nacional de Bellas Artes.

por Claudia Groesman


El mármol, atravesado por el cincel despierta de su inercia, de su adherencia a su ser piedra.
Se transforma habitando un artificio, su esencia se trasviste para alojar un cuerpo extraño.

Lo que la operatoria del artista revela es que el material se sueña otro, mudado de alma.

Rodin imagina un ánima oculta en la materia. Rememora la acción performática como una lucha de opuestos entre su pulsión de dominio y el enigma de ese cuerpo que ésta se resiste a develar.
La materia se le ofrece en su opacidad por cuanto el artista nunca la ve como lo que es sino prefigurando su destino.
Como espectadores asistimos a esa trampa virtual que nos fuerza a una doble visión: por un lado vemos una cabeza y unas manos que aparecen como surgidas desde adentro de la piedra intentando emerger de lo inerte para cobrar vida, y a la inversa, como si la piedra dotada de una fuerza abismal intentara succionar ese cuerpo hacia el corazón mismo de su ser hasta hacerlo desaparecer.
Esa materia al descubierto que a golpe de cincel se ha abierto a significar, despierta en nosotros la sensación de incertidumbre.
¿Qué es lo que convalece? , ¿acaso es un guiño que Rodin hace a sus contemporáneos, acaso es la decadencia de las formas establecidas lo que la obra denuncia ?
La idea de acabado es puesta en cuestión a través del gesto mismo del artista de dejar inconclusa la figura, pero además la inconclusión adquiere cualidades narrativas configurando el sentido total de la pieza.
A
su vez colabora con los inicios de la autonomía formal en el arte a partir de la independencia del modelo, convención que hasta ese momento determinaba el proceso de creación escultórica.
Por último, pone en circulación la relación dialéctica entre el artista y su obra que de alguna manera lo hace confrontar con su propia marca de autor, y los efectos que al hacerse pública conmueven las normas que legislaban la creación artística hasta el momento.
Quizá sin ninguna intención explícita de ruptura y resguardada del éxito que el autor obtuvo en vida, El Convaleciente nos brinda la posibilidad de internarnos en el espíritu de una búsqueda que problematizó el lenguaje de la escultura y que anunció sin prefigurarlo el porvenir de sus futuras transformaciones.

 

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Pintura ni dibujo / Muestra individual de Ana Casanova
en Lelé de Troya, Costa Rica 4901, Buenos Aires

por Marina De Caro

 

Gráfico, un sonido de papel, un pentagrama, una mancha en el espacio. Partituras silenciosas.
Nubes, finas partículas de agua en suspención
Nos sostienen la mirada, las pinturas de pequeño formato de Ana Casanova. Forma y color o el solo placer de recorrer una superficie con el pincel enmarcando el recorrido de un gesto.
¿Cuál es el mejor recorrido, el más corto o el distraído?
Las posibilidades son infinitas pero Ana decide por gestos simples; garabatos y grafismos, capa tras capa como si así pudiera recuperar la memoria y ahondar en el recuerdo de un catálogo de sensaciones y sensibilidades.
Con nostalgia por la simplicidad de mínimos elementos, rosa y celeste, un exquisito sentido duda en definir una mancha como un forma , un gesto como una línea de contorno.
¿Cuando van a terminar de aparecer esos dibujos .?
La imagen aunque familiar no la logramos descifrar. No importa si estas formas son percibidas, recordadas o concebidas en su intención de recuperar una cualidad del lenguaje,
una nueva conquista sobre los primeros gestos aprendidos.
La organización, un artificio al traducir la materia en un diálogo silencioso entre un color y una línea, caracteres y signos en un nuevo enlace gramatical Cada cuadro como una unidad que se basta a sí mismo y a su vez necesita del otro para construir una frase, una idea.
Repetición del mismo acto con insistencia. La cantidad intensifica la búsqueda. Obsesión por no distraerse .
Una situación que por simple no deja de desbordar en atracción, por bella no menos compleja.
En una mínima variación encontrar cada secreto, el camino de Ana Casanova.

La muestra podrá verse desde el 14 de diciembre hasta el 14 de enero de 2002 en Lelé de Troya, Costa Rica 4901, esquina Thames en Buenos Aires. Este nuevo espacio está a cargo de la curaduría de la artista Ana Gallardo.

 

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Esa porteña Stalker más la marmita caníbal

Por Rafael Cippolini

 

En los convulsos y entusiasmados ochenta (hace tanto o tan poco que resuena a recuerdos de un futuro) cuando la primavera ya no se inspiraba en Monet sino en ese político que todavía conocemos bajo el apelativo de Alfonsín, algo así como una dispersa cofradía de artistas se reunían, abusando de la cotidianeidad, en lo que fuera un sótano ubicado en la porteña calle Riobamba, a metros de la Avenida Santa Fe (glorificada en una canción, tres lustros antes, por ese interprete apodado "la rodilla que canta").

Se trataba, claro, de al menos dos generaciones de estetas que, interactuando en el centro de explosivas ocurrencias habían inventado eso que llamaron "La Zona", espacio libre cuyo propietario era un pintor y arquitecto que al poco tiempo partiría hacia Nueva York para radicarse allá definitivamente. Por supuesto, me refiero a Rafael Bueno.

Dije que fue sótano (eran undergrounds no sólo por definición) que lucía varios respiraderos comunicados con la vereda, a nivel pie, los cuales los convertía en algo similar a mis amados Morloks de la máquina del tiempo de Wells. Una mixtura de éstos con un club privado que a veces se abría al público.

Y gustaban de alterar no exclusivamente el tiempo sino la geografía. Una lista desordenada incluiría a Reyna, Garófalo, Monzo, Prior, Harte, De Ilzarbe, Masoch, Avello, Kuitca y Marrone. Exponían cada tanto, bajo títulos como "Sauna en La Zona", "Post a Go – Go", "La Zona en la Zona" o "Los Últimos Pintores", y el resto del rato las paredes oficiaban de taller y aguantadero.

Mucho invitaba a la performance grupal, obsesionada con los sentidos. De lo visual a lo gustativo. Si en La Zona se cocinaban tendencias, como se escribió en alguna parte, estos demiurgos de la tela decidieron proponer un arte al dente.

Así sucedió que, inspirados en un corrosivo trip, Prior y Kuitca decidieron enjuagar en cocción lenta a nada menos que Marta Minujín. La acción podría describirse así: la blonda de lentes, amaniatada, hundida en una marmita de aguas calentándose en medio de frutas, hortalizas y aderezos humeantes, en sala cerrada únicamente observable desde los respiraderos de la vereda.

Vaya caníbales, vaya merienda. Si Oswald de Andrade recordaba, sesenta años antes o más, que los antropófagos del Brasil devoraban enemigos y extranjeros, La Zona demostraría lo apetitoso de un artista ¡Caníbales al cuadrado, comiéndose entre ellos!

Quizá conocieran la cita de Papini en "Meditaciones Espirituales", deleitándose con la herejía medieval de una mujer – dios redentora, una Crista que libraría, ya no a los hombres, sino a las mujeres de sus pecados mundanos. Crista que bien podría ser la criolla Christa, envuelta y pronta cocción, ofrecida en exposición y sacrificio.

Pero la diva se les escurrió. Dicen los que la vieron que no le alcanzaron las piernas.

Aunque, nadie lo duda, mientras corría sin que nadie la persiga, parece que tuvo el genial ingenio de utilizar la idea, aunque levemente modificada.

Y lo hizo más de una vez. La última, bajo la cosmética de un reality show en la galería Ruth Benzacar.

Como era de esperar, el canibalismo, aunque soterrado, cunde.

 

PD: Más canibalismo.

Tomás Maldonado invirtió años y años de su vida en la siguiente apreciación conceptual: el arte concreto es todo lo contrario a la abstracción, que no entendía sino como el último refugio del arte ilusionista, figurativo.

Ahora bien: El Banco Velox y un matutino editaron el fascículo 20 de su serie de Arte Argentino, dedicado al Movimiento Concreto. Su título "Abstracción 1" (Monstruosa diagramación que privilegia el formato de fascículo sobre la realidad de la obra).

Otro ejemplo más de la política de enmiendas que cité en el número 19/20 de ramona, página 114 ("La Historia del Arte se inventó para intentar mitigar el miedo al arte").

 

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Recomendados

 

Como moverse en la telaraña.

por Antonio Alzamendi

 

Hola, hermanos latinoamericanos, aquí en línea directa con ustedes, Antonio Alzamendi, el punta-punta del ciberespacio, un experto en abrir la cancha y picar al vacío, conectado vía satélite con el mundo desde la Isla de los Guanacos. Heme aquí, fuera del continente, al este, rodeado de cangrejos, autoexiliado, alimentando en soledad mi propensión natural a la sabiduría oriental, producto de haber nacido en Uruguay hace una punta de años.

Hagamos un brindis simbólico por estas fiestas tan extrañas: los indigentes (así se le dice ahora, me dijeron, a los pobres) que recibieron del estado benefactor su bolsa de alimentos, celebren con polenta y semolín; los que aún conservan un resto de poder adquisitivo, con pan dulce, turrones, nueces y todas esas cosas que los europeos comen sumergidos en la nieve y que nosotros engullimos con 35º de calor, para andar arrastrándonos después con la sensación de tener una cría de Alien a punto de reventar en el estómago. Brindemos por que el 2002 venga un poco mejor barajado. No es demasiado pedir, a ver si ligamos un poco. Pan dulce, sidra & molotov.

Bueno, basta de cháchara, como dijera otrora el genial estadista catamarqueño (que Dios tenga en la gloria y no lo largue por nada del mundo). ¿Qué tenemos para recomendar hoy? Veamos:

  • BIBLIOTECA VIRTUAL BEAT 57. Sergio Rigazzio, de BEAT 57, nos invita a pegarle una mirada al catálogo por demás interesante de esta biblioteca y a solicitarle gratuitamente lo que nos interese. Esfuerzo encomiable el de estos poetas que limaron sus dedos contra el teclado para que ustedes, manga de vagos, se eviten búsquedas infinitas. Pueden hacer sus pedidos a beatcincuentaysiete@hotmail.com . Algunos autores y títulos que podrían recibir en sus casillas de correo virtual:

ALEJANDRA PIZARNIK, Poemas escogidos / ALLEN GINSBERG, Aullido / ALLEN GINSBERG: UNA NUEVA SENSIBILIDAD – Nota y versiones por ESTEBAN MOORE / ANNE SEXTON, La Balada de la masturbadora solitaria y otros poemas / CHARLES BUKOWSKI, Lo que más importa es lo bien que caminas por el fuego / CHARLES BUKOWSKI, Abraza la oscuridad / DIEGO CORTES, Infierno envuelto en un pañuelo / ESTEBAN MOORE, Selección de poemas 1982-2000 / FABIAN SAN MIGUEL, Perros de la Belleza / FEDERICO RUBENACKER, Quemen la radio / GRISELDA GARCIA, Alucinaciones en la alfalfa (poesía) / GRISELDA GARCIA, Sandra (narrativa) / GUSTAVO PONCE, Gotas de miel sobre un cuchillo / IVAN WIELIKOSIELEK, Ex (novela) / IVAN WIELIKOSIELEK, Diario de un Doctámbulo / J.D. SALINGER, Un día perfecto para el pez banana / JUAN VERON, Loscuro – poemas / JOHN FANTE, Espera a la primavera, Bandini / JOHN FANTE, Pregúntale al polvo / JOAQUIN GIANNUZZI, Violín Obligado / JORGE DIPRE-JORGE YACONCICK, El Bodrio / JUAN L. ORTIZ, Fui al río... / LEONIDAS LAMBORGHINI, El jardín de los poetas / LORD CHESELIN, Cabaret Gardel / LORD CHESELIN, Pesadilla pop / LORD CHESELIN, Ningún Lugar / MARIA TERESA ANDRUETTO, Pavese y otros poemas / MARIO CAPASSO, El futuro es un tropel absurdo y otros relatos / NICANOR PARRA, Rompecabezas / NUEVA POESIA USA + POETAS DE LOS SETENTA, Notas y selección por ESTEBAN MOORE / PATRICK PEDULA, Debiste ser una bruja / PAUL ELUARD, Mis Horas / PAULINA VINDERMAN, Bulgaria / PORFIRIO BARBA JACOB, Balada de la loca alegría / ROBERTO MALATESTA, Antología Esencial (poesía, 1987/1998) / SERGIO RIGAZIO, Baladas y funciones / SERGIO RIGAZIO, Mandalas Bebop / WILLIAM BLAKE, Proverbios del Infierno y Algunas rosas enfermas/ BEAT 57 III – Otoño del 2001 (Jane Bowles, Sylvia Plath, Griselda García, Albertine Sarrazin, Martha Svorcan, Patti Smith, Juliana Ceci) – versión textual / etc. etc.

  • REVUELTO MAGALLANES. Una página que Cristian Aliaga y Alberto Fritz, que seguro nos están leyendo y por eso les vamos a mandar un saludo (sonrían), hacen entre Viedma y Comodoro Rivadavia. Dedicada a la creación y a la reflexión artística, histórica y cultural de la patagonia, Revuelto ya es un clásico del sur y merece que se le preste especial atención. Fogoneamos para eso. Anoten: www.revuelto.net
  • ESCRITORES PATAGONICOS. Made in Neuquén. 100 % calidad patagónica la de este sitio que llevan adelante Raúl Mansilla, Macky Corbalán, Pablo Betesh, Andrés Kurfist y Mariela Lupi, entre otros (es decir, la gente de la Casa de la Poesía de esa provincia). Pueden consultarla en www.escritorespatagonicos.nstemp.org
  • AUTOBOMBO. Un poco, nada más; una dosis tolerable de autobombo para recomendarles que peguen un vistazo al número 16 de www.poesia.com íntegramente dedicado a la poesía de Bahía Blanca. Y dos anuncios: luego de mucho remar al fin vió la luz el número 9 de VOX, y los nuevos títulos de Ediciones VOX:

El collar de fideos, de Roberta Iannamico; Poesía civil, de Sergio Raimondi, Diesel 6002, de Marcelo Díaz; Las últimas mudanzas, de Laura Wittner; Cuadernos de Lengua y Literatura II, de Mario Ortiz.

A la venta en los mejores comercios del ramo.

Eso es todo por este año, amigos. Me despido de ustedes hasta el próximo número con los mejores deseos y con estos bellos versos de Raúl González Tuñón que dicen:

Y quisiera viajar al Turkestán
porque Turkestán es una bonita palabra
y además está bien lejos de Argentina.

Si querés que tu información aparezca en este espacio, escribime a islaguanaco@yahoo.com.ar

 

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